Maya Pixelskaya: «He dado rienda suelta a mi adicción a la belleza, a veces buscándola en lugares donde se presupone ausente»

“Es necesario olvidarse de temas y lemas cuando uno descubre a Maya Pixelskaya y atender a su universo, que corre por debajo de nosotros, para atendernos a nosotros mismos; cuando uno enseña las entrañas de la vida, ya sea de la mano de un realismo escultórico o un monólogo protagonizado por la muerte, ha de tener en cuenta qué herramientas utiliza para ello, qué voz elegir; pues como asumió John Berger: «miramos para ser vistos, para encontrarnos, dilucidar el espacio, habitar, mirar es habitar».  (A. Rivas)

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Emprendedora, arriesgada y lúcida…, nos referimos a la madrileña Maya Pixelskaya.

Pionera del Retrogame Art, pintora hiperrealista, ilustradora, diseñadora y sobre todo apasionada, expondrá de nuevo en el Espacio Extensión AVAM del Matadero de Madrid tras el éxito de “Osadías” el pasado año.

Su trayectoria heterogénea y multidisciplinar ha pasado por trabajar en la animación del largometraje “Arrugas” premiado con el Goya a la mejor animación, en el año 2012. Esta artista en constante crecimiento, fue seleccionada en 2017 por el ya consagrado programa Celera que reúne a jóvenes talentos españoles.

Su anterior exposición centrada en una reflexión en torno a la vida restituía grandes obras del barroco mostrándonos la naturaleza inmutable de la muerte, esta vez nos presenta “Matadero” que estará expuesta al público del 3 al 15 de octubre.

Hablamos con Maya sobre su trayectoria y su próxima exposición para los lectores de Liberoamérica:

Pregunta: ¿Cuándo fue la primera vez que empezaste a pintar?

Respuesta: Empezar, yo creo que empecé a la vez que todos… pero no dejé de hacerlo en la adolescencia, que es lo que me cuenta siempre la gente. Hay fotos mías de muy pequeñita ya con lápiz y papel en la mano, siempre fue mi diversión favorita y en casa se me animó a ello. En la guardería llamaron a mi madre para decirle que dibujaba con perspectiva, fíjate qué repelente.

P: Con una trayectoria tan variada, cuéntanos ¿qué es para ti el arte?

R: William Morris decía que el arte es la expresión del disfrute del hombre en su trabajo, y yo, que escribo peor que él, estoy de acuerdo. Por eso un gran artista brilla aunque tenga que aceptar como encargo la enésima Anunciación o el retrato de la Marquesa de Puturrú de Fua. De hecho, trabajar con limitaciones siempre ha sido una manera de poner a prueba el talento. El resultado de este disfrute en el trabajo, sin embargo, no tiene por qué provocar disfrute en los demás para que sea arte. Como bien dijo un asistente anónimo a mi anterior exposición: “El arte no se hace para gustar; para gustar, se hace un flan”. Supongo que lo importante es que despierte algún tipo de emoción, y eso es tan subjetivo… A mí Malevich me deja fría, pero lloro con el Réquiem de Mozart y con Parque Jurásico. Si hay que explicarlo, no me parece arte.

P: Es difícil encuadrarte en un único estilo, ¿cómo defines tu trabajo actual?

R: Pura obsesión, y sinceridad. Aunque suene viejo decir esto, esta obra es la más personal que he hecho nunca. He dado rienda suelta a mi adicción a la belleza tal y como la entiendo yo, a veces buscándola en lugares donde se presupone ausente, como en una sala de necropsias o una cámara de gas. Hay belleza en el horror del Holocausto, pero no pongas esto de titular.

P: Órganos con pinceladas barrocas, cuchillos de carnicero que hacen las veces de lienzo ¿Cómo surgió la idea de esta nueva exposición? 

R: Surgió como continuación natural de la exposición del año pasado, donde los huesos eran felices. Ahora pasamos a la carne y resulta que ella no lo es tanto. El mundo es un gran matadero al que nadie viene voluntariamente, ¡pero es tan bello!.

P: ¿Qué espera a los espectadores que vayan a visitarla en Octubre?

R: Les espera una carnicería de historia, sangre, dignidad y pan de oro.

P: ¿Cómo ha sido el proceso de creación de estos cuadros?

R: Ha sido a ratos divertido, a ratos muy duro, pero siempre apasionante. Para algunos de ellos estuve documentándome durante la realización de necropsias en la facultad de Veterinaria. Para otros visitaba la casquería de mi barrio y compraba inspiración… el casquero ya es fan de mis obras.

Para la parte más humana de Matadero viajé a Polonia, a recorrer los campos de exterminio junto a un historiador especializado en la Shoah. He leído incontables testimonios. Ha sido un viaje interno muy doloroso y obsesivo, llegó un momento en que tuve que aparcar la lectura para no hundirme. Este ciclo de obras no termina con la exposición, pero es la ocasión perfecta para reagruparme, reflexionar y trazar el siguiente objetivo. 

P: Formas parte del programa Celera, ¿qué aporta esto en tu carrera?

R: Aún no llevo en Celera ni un año de los tres que abarca el programa y ya temo que se acabe. Además del alucinante equipo que lo forma, Celera me aporta un entorno de gente increíble que destaca en ámbitos a priori totalmente opuestos al mío, de los que no dejo de aprender. Lo que más me ha sorprendido es el énfasis que se pone en mejorar el aspecto emocional de nuestra carrera, algo que no se suele tratar en los programas de apoyo al talento.

P: A menudo nos imaginamos a los artistas como genios atormentados que se mueven por impulsos, pero la realidad es que detrás de cada cuadro hay horas y horas de trabajo metódico ¿Cómo es un día de trabajo para ti?

R: Lo mío es una mezcla, intento ser metódica cuando no viene el impulso. Esté o no trabajando en una nueva obra, madrugo igual y voy al estudio. Cuando no estoy inspirada para pintar, invierto el tiempo en hacer que funcione toda la maquinaria que hay alrededor de la parte más artística de mi trabajo: gestiono mi tienda online, diseño nuevos productos, trabajo en la nueva web, administro las redes sociales… A veces simplemente trabajo en encargos. Pero cuando llega el impuso, cuando se enciende esa chispa, me convierto en un ser monotarea y me olvido de comer, de descansar… en el trayecto entre mi casa y el estudio sólo miro en el móvil las fotos de lo que estoy haciendo, dándole vueltas, buscando soluciones, y no puedo pensar en otra cosa hasta que termino lo que he empezado. Acabo agotada pero nunca atormentada, sino tremendamente feliz.

P: Y para terminar nos gustaría que compartieses con nosotros tus pintores o cuadros favoritos, algún lugar de donde bebe tu inspiración.

R: Soy un alma vieja, el arte europeo del XV al XIX es mi felicidad. Soy especialmente fan de los retratistas de Corte como Élisabeth Vigée Le Brun, Nattier, Nicolas de Largillière, Holbein, van Dyck… y Velázquez como dios supremo. Mi otra debilidad es el grabado, donde para mí reinan Durero, Piranesi y William Hogarth.

Del siglo XX me fascina Egon Schiele, que murió con 28 años; ¿a dónde hubiera llegado? En el arte contemporáneo me quedo con James Jean, Ray Caesar, Brenda Goodman y Emilio Villalba.

Pero aquí hemos venido a jugar: si el Museo del Prado ardiese en llamas y sólo pudiese rescatar una obra, sería el Descendimiento de la Cruz de Rogier van der Weyden. Y si pudiese resucitar a un artista, sería Durero. (Emoticono de corazón).

 

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