XIII

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema.
Vicente Huidobro

Tengo la muerte acumulada en mis ojos de veinte.
Una voz que no existe.
Tengo extraviada la cordura.
He perdido mi nombre en noches remotas sin desnudarme.
He tenido que correr para que mis pies tomen conciencia.
Estoy cubierto de una imbécil soberbia anticipada.
Tengo cubiertos los ojos de rosas y mi tarde se fragmenta en este viaje.
Traigo destejidas las manos de este cuerpo sucio.
Somos la región desconocida.
El cielo tiene más estrellas porque mi patria es la noche.
Tengo diez años soñando con estas líneas.
Escribo para poder cerrar mis ojos.
El rostro se me escapó con esta sonrisa ebria.
El mar es el olvido.
Contemplo la punta de tus dedos que se abren paso con un ademán sobre mis párpados.
El silencio es el futuro de mi país.
Mis manos tiemblan cuando escribo.
Mis palabras ya no se aferran a mi cuerpo.
Cada amanecer parece de barro.
Abre tus ojos una vez más para que pueda resucitar.
Dejo de vivir para escribir.
Las palabras son la inocencia.
El mar es la infancia que perdí.
Conocí la palabra como a una cuerda floja en donde podía caminar con las manos rotas,
Yo veía el cielo
Manchado de angustiadas luces.
Yo veía el cielo y este me soñaba.
Yo veía el cielo para escribirlo.
Con las manos rotas.

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