II – A mis niñas

 

“Yo no sé de pájaros, no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas”.
Alejandra Pizarnik

Yo inventé las horas tristes de esta noche.
La espuma del café.
Los pétalos caídos.
La soledad y sus espacios.
La arena.
Los colores de estas paredes.
Los olvidos.
La noche en que me perdí.
Estas palabras, que vagamente dicen que estoy viva.
El agua que corre llorosa en el rostro del hambre.
La ausencia del calor.
Las historias de sueños desordenados.
El eco del agua salada.
El silencio para quien necesite ahogarse en mi aliento.
Las ventanas adonde nadie llama.
Los poemas que no se escriben.
Las sonrisas por convivir y los tragos de ron por la madrugada.
Inventé las dimensiones,
El sonido.
Su figura.
Las heridas.
Inventé los bailes en la sala y la vergüenza de sentirme una ramera mientras tomo su mano.
El cielo roto.
Los senos al aire.
Las mañanas con sonrisas suplantando el sol.
El silencio de esta cama.
El sonido de las calles.
Los indigentes de la esquina luchando por no morir de frío al igual que este poema.
Lo irrevocable.
Las hojas secas.
Lo vago de estas palabras que buscan su lugar.
Sus ojos cansados.
La paz que llega con la sonrisa de un niño.
Los pies descalzos.
Las carcajadas por el recuerdo de las frases célebres del Chucho.
Mis niñas.
Mis niñas.
Apenas escucho sus latidos en lo que escribo.
Mis niñas.
Mis niñas.
No se alejen de la poesía.
Mis niñas.
Nadie sabe de mí, Mi cuerpo no sabe de mí,
Las palabras no saben de mí.
Mis niñas.
Me estoy perdiendo.
Con esta noche viene mi traición,
Con esta noche viene el amedrentamiento de acostarme y parecer una oruga mientras escucho gritos tras las paredes,
con esta noche
vino la borrachera que terminó sobre los tejados.
Para nadie es un secreto que me sumerjo en las noches que el licor me inventa.
Yo inventé las imágenes gastadas de las múltiples manos encendiendo un cigarrillo,
Las voces sin cuerpo gritando por las ventanas,
Los olores cruzados que vagaban por la ropa sucia,
Los amores rotos de mis niñas,
Las lágrimas originadas por las risas.
Las calles melancólicas y subestimadas por los turistas.
Los cuerpos que se derrumbaron desnudos y trémulos.
Las manos compartidas.
Las caricias del artesano que endulzaron los días en que estuve tan sola y que luego me dejaron sin nada.
Inventé las calles que amanecen húmedas y de las cuales tengo que hacerme cargo.
Inventé el final de las canciones.
Inventé lo que soy.
Por donde ando.
He depositado cada noche en el vacío de esta habitación,
Me he traicionado.
He encontrado en las notas musicales su nombre una vez más.
He dejado las imágenes de algunas noches en una taza de café. En esta noche, sus ojos llenos de sueños.
Apenas unas caricias que interrogaban mi presencia.
Unos sonidos tortuosos que incitaban el miedo de emborracharme y no despertar.
Se adormecen los olvidos.
Mi desesperada búsqueda me ha llevado a todas partes y no he conseguido nada.
Soy víctima de un vacío inexplicable.
Inventé las ventanas abiertas causantes del frío,
Inventé la desesperación, Inventé la soledad de esta fría casa,
Inventé la caída.
El abandono de las hojas que se despiden de los árboles.
Estas palabras que son un lobo manso.
Inventé mi traición.
Mi desapego.
Inventé la diversidad.
La palabra “amor” acompañada de la palabra “hermano”.
Me he traicionado.
Tengo miedo de no saber nombrar el mundo.
Este poema se ha enterado del silencio y no se detiene.
He inventado mi propia muerte.
Las palabras me llevan dentro.
No me lean,
Encontrarán vacío.
Estoy muerta.
Loca.
Mis niñas.
Mis niñas.
Parece que mi cuerpo se ha ido sin mí.
Mis niñas.
Me perdí.
Me perdí.
Me perdí.

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