-A veces parece que tengo pájaros clavados en mis manos Y que luchan por salir volando.-
Tengo miedo de que en mi memoria esté lloviendo para siempre.
A los muertos canté.
Estoy besando las manos dormidas
Y en ellas sentí la sangre que endureció mis labios.
Mis ecos se debaten entre ellos.
En esta habitación el tiempo se ha detenido y no llegará octubre.
Se parecen a las flores tus cicatrices.
He aquí mi alma enredada en una mirada de pájaros, abierta como un cajón.
Te llevo dentro.
Tengo la voz roída por el peso que me circunda,
Tengo la voz enamorada de tus oídos,
Y seguirá cantando.
Reuniré en tus manos preciosas la luz de las tardes que entran por mi ventana para que no se pierda su calor.
Tengo la voz para cantarle a ella,
Que es una lámpara,
Una ráfaga de aire que abre ventanas amarillas,
El color de los óleos que pintan el Mar.
La fatiga que avanza por mis piernas desveladas y eternas.
Las alas que visitan mis sueños violentos,
Las escaleras al nudo creciente en mi corazón, Los párpados cansados por el dolor y el cansancio.
La piel de fuego y las palabras de vértigo.
La miel de un abrazo.
La que con la mirada marchita me ha visto partir.
La blancura hermosísima de las lágrimas.
La búsqueda eterna de mis ojos.
Dolores llenos de intentos.
La caricia sincera que se duerme conmigo.
La brisa que baña las montañas.
El ave que se arranca las plumas para que sus pichones no mueran de frío.
El beso en la frente.
El corazón viejo y maltratado. Sus rasgados vestidos lamen mis heridas,
La sombra de otras sombras.
Ella.
Mi alma la hoguera de sus silencios.
No hay un muro que separe nuestras manos porque moriremos atadas a ellas.
Sus pies hieren la tierra,
Ella baila,
Sus pies hacen un poema,
Ella baila,
Sus pies revelan el agotamiento,
Ella baila,
Sus pies quieren volar,
Ella baila,
Sus pies sucios y llenos de tierra endurecen el cielo, y cantan a los niños para que se duerman.
¡Oh, escudriño detrás de mi rostro!
¡Oh amada!
El pájaro que lleva el nido debajo de sus alas.
Con gotas de nubes la he visto regarnos rodeada de estrellas.
Puedo colgar aves de papel en sus cabellos negros.
Quiero morir acribillando esta voz que no se cansa de la poesía.
Canta.
Quiero pintar las sombras con la sonrisa de cada amanecer que la ha visto.
Canta.
Afuera la danza de los árboles apresuran la caída de las hojas y yo andaré con ellas.
Quisiera estar despierta toda la noche con la habitación llena de aves y de gatos que se crean mariposas.
La veo con una risa de atardecer.
La veo cantando.
La he visto esconderse en mi pecho preocupado.
La he visto como una flor seca dentro de un libro.
La he visto con el pecho enterrado con cerrojos.
Y ahora.
Ya no puedo verla.