Nadie nos prometió nada: la poesía en la Ciudad de México*

Por tradición decimonona en la Ciudad de México los puntos de reunión para la literatura han sido los cafés, las cantinas y los bares, en donde suceden tertulias y debates, además de francas borracheras. Así, para mostrar parte de lo que sucede en la poesía del centro del país, voy a relatar cómo se escribe, se come y se bebe en dichos lugares. Si la Ciudad de México tiene por virtud la diversidad cultural, lo mismo se refleja en sus poetas.

Inicio mi camino en el Centro Histórico, en la calle de San Jerónimo. Ahí, durante el mes de abril, tiene lugar uno de los más grandes festivales de poesía joven: Poesía por primavera. Durante dos días, decenas de poetas suben a la tarima improvisada y toman el micrófono para llenar con sus versos el ambiente de la plaza. Editoriales independientes venden a precios accesibles ejemplares de la literatura mexicana, no sólo del centro, sino de todo el país. Este festival se organiza en un punto neurálgico para la poesía de la ciudad de los palacios: la Hostería La Bota, santuario cultural propiedad del escritor Antonio Calera-Grobet.

Me pido un ron y una pasta boloñesa, una de las especialidades del lugar. Arriba, en la tarima, se sube un poeta con máscara de caballo, pero no entiendo bien lo que dice. No sé por qué (la memoria es extraña), pero mientras los escucho, recuerdo que amo la poesía y recuerdo también a mi maestro, el poeta albanés Xhevdet Bajraj quien desde el 2000 vive, escribe y da clases de poesía en la Ciudad de México:

estoy casi muerto pero soy rico

tengo siete cajetillas de Delicados sin filtro

y una colección de botellas

llenas de aire de la Ciudad de México

el mundo existe para escribir poesía o ensayo

contar anécdotas

y hacer el amor [i]

 

La gente pasa, algunos se detienen a mirar, otros siguen su camino. El acto de subirse a una tarima y leer poesía en plena calle forma parte de la transformación literaria que surge en la Ciudad de México: ya no se buscan espacios cerrados donde sólo asistan los conocidos del poeta para darle una palmadita en la espalda a modo de felicitación institucional. Los festivales hechos para saquear el erario y forjarse una dudosa reputación, alejan a las personas de la literatura. Es aquí en las tarimas donde los poetas se enfrentan tanto a los aplausos, como al rechazo y a la monotonía. ¿Cómo voy a poner atención a alguien con máscara de caballo si ya se han subido otros veinte con máscaras también?

Una semana antes del festival decidí platicar con una joven poeta mexicana que radica en el centro del país para saber más sobre la poética que se gesta entre las calles intrincadas de la enorme ciudad.

II

En el siglo XIX el poeta Manuel Gutiérrez Nájera era parroquiano del Jockey Club, lugar que permanece abierto sobre la céntrica calle de Madero (antes Plateros) en el Centro Histórico, convertido hoy día en un restaurante familiar con un bar cursilón donde un tecladista toca melodías pasadas de moda. En uno de sus más famosos poemas le cantó a estas calles y éste lugar, describiendo el centro de la ciudad con el sentido del humor que lo caracterizaba:

Desde las puertas de la Sorpresa

hasta la esquina del Jockey Club,

no hay española, yanqui o francesa,

ni más bonita ni más traviesa

que la duquesa del duque Job. [ii]

 

Es ahí donde me encuentro con Martha Mega, escritora, actriz y cantante. Platicamos sobre las tendencias de la poesía mexicana actual y me comenta varios puntos que trataré de resumir.

Primero que nada, al tratarse de una ciudad tan grande, para evadir la solemnidad de los espacios institucionales, se han creado espacios underground donde hay lecturas con ánimo de compartir y, de alguna forma, crear identidad. Entre estos lugares se puede mencionar Punto Gozadera: bar feminista, queer, trans, divergente, libertario, ubicado en la plaza del Buen Tono, junto a una iglesia de principios del siglo XX, para mayores señas. Ahí se organizan lecturas, slams de poesía, batucadas, talleres y perreo feminista intenso. Otros lugares incluyen Bandini, en la calle de Bucareli (cerca de la Secretaría de Gobernación, lo cual resulta interesante pues es ahí donde el gobierno de México decide qué grupo suprimir, qué cosas censurar o qué información manipular); o La Casa del Poeta, antiguo hogar de Ramón López Velarde (otro gran poeta nacional de principios del siglo pasado), lugar que aunque de corte más tradicional, logra reunir a escritores de todas las generaciones y latitudes del país.

En estos lugares, los poetas jóvenes mediante un impulso vital, buscan encontrarse, desarrollar su poética y compartirla entre ellos. Por supuesto que no todo es miel sobre hojuelas, pues  también se han formado grupos de poder, como sucede en todo gremio: si eres cercano a las personas, si te juntas con el grupo o círculo adecuado, te invitan a los eventos, si no es así, pasas desapercibido, lo cual es una lástima y puede reducir la experiencia poética a una experiencia entre conocidos y amigos que repiten un estilo literario.

Martha nos cuenta: se organizó un evento masivo en un terreno baldío al norte de la Ciudad en donde leyeron más de cuarenta y cinco poetas. En algún punto la lectura se volvió pura chacota, pero cuando le tocó el turno a un poeta más grande de edad y notó que no todos le ponían atención, se enojó y regañó a los organizadores diciendo “la poesía no es música de fondo”. La anécdota me resulta significativa porque muestra una división entre los grupos de poetas de la Ciudad de México: por un lado, los que gustan del público cautivo en eventos con manteles largos en recintos exclusivos y por el otro, los que gustan del lugar común del poeta que vive en la bohemia adolescente. Como si de repente tomaras un rockstar y lo dividieras entre su gusto por los aplausos y su aparente vida desenfrenada.

La mesera nos trae café y un pastel de tres leches para compartir. “Se trata de quitarle la sacralidad a la poesía”, dice Martha y comienza a platicarme cómo los poetas jóvenes han retomado el formato fanzine, la autoedición, así como la edición cartonera, para llegar al público justo y modificar la recepción de la literatura más allá del formato tradicional del libro como objeto.

Mientras hablamos, me doy cuenta de que el espíritu de la poesía joven convive mucho con la forma en que se ha desarrollado la violencia en el país. Hay una falta de confianza en las instituciones, en la transparencia de los concursos donde a veces parece que instituciones y jurados están coludidos; hay una desesperanza ante la falta de pensamiento crítico social así como ante la falta de oportunidades para los jóvenes que se revuelven entre el desempleo y la gentrificación. La violencia cerca la vida en los estados y la ciudad, que antaño parecía una especie de refugio, ahora también se mancha de sangre. Mientras tanto, las autoridades nos recuerdan que en realidad nadie nos prometió nada y en esa nada habrá que vivir. Los poetas jóvenes de México que crecieron con la idea del rockstar de MTV y que se ven apabullados por una realidad dolorosa, intentan crear a partir del caos una identidad llena de voces divergentes.

III

“Si, veo que aquí se están haciendo muchas cosas” le dice Atenea Cruz a Noel René Cisneros, escritores del norte que han decidido dejar su estado natal para vivir y escribir en la Ciudad de México. Nos encontramos en una parrilla coreana en la Zona Rosa, lugar donde han florecido tanto la escena LGBTTI, como el barrio coreano con sus sabores y colores. Bebemos soju y comemos un caldo de rodilla de res con fideos de camote, así como varios platillos picantes que dejan un sabor agradable en el paladar. Atenea Cruz ha escrito: “La prueba contundente de que existe algún dios es el otoño” [iii] y yo le creo.

Seguimos con la plática y me cuentan que por el hecho de vivir en el centro del país han logrado reafirmar su identidad en su escritura, por contraste. “Pero una identidad sobretodo sexual, porque yo estoy en lo queer y eso no lo encontré allá en Chihuahua”, precisa Noel y me parece importante. Entre la enormidad de esta ciudad que nos nombra, las luchas por los derechos sexuales encuentran un nido para gestarse y la poesía lésbica, trans, queer, bisex, también ha ganado impulso. Tengo presentes los versos del poeta César Bringas, ganador del premio nacional de poesía LGBTTTI:

En el sueño de los corderos Señor uno nunca está más solo

que cuando está bajo el cielo

porque

todo hombre camina hacía la tumba que otros cavaron para él de forma

anónima.    Señor, que sado eres,

ten piedad de nosotros. [iv]

 

Después de comer, decidimos caminar por la calle de Florencia y vamos hacia un café ubicado entre dos de las principales avenidas de la Ciudad de México: Reforma casi esquina con Insurgentes. Pedimos café de Chiapas y un pastel de chocolate que me recuerda la glotonería de la infancia. Por la ventana, vemos la puesta del sol, a lo lejos uno de los pocos árboles resplandece y entonces recuerdo unos versos de Noel que leí hace poco:

El árbol, se sabe, es el Axis Mundi,

los mayas decían que era una ceiba,

en el altiplano decían que era un ahuehuete,

un roble los druidas, pero no, yo sé que no,

era un álamo, un día lo vi. [v]

 

IV

Dispuesta a ver un panorama más amplio sobre la poesía que se gesta en la Ciudad de México, le pedí al escritor e historiador Pavel Granados una cita para conversar. En su departamento en la colonia Roma nos recibió con su calidez y amabilidad características, pues me acompañó el escritor y poeta Raúl Aníbal Sánchez. Por suerte, también se encontraba ahí Emiliano Mora, poeta quien además organiza el festival de poesía Verbo en la Ciudad de México. Este festival combina poesía, música en vivo y talleres para mostrar que la poesía va más allá de los formatos tradicionales.

“Vivimos en una época en la cual nos dicen que puedes cumplir tus sueños, sea cual sea, pero muchos no tienen el talento. Sin embargo, como todos aplauden pues lo correcto es aplaudir, hay muchos poetas” dice Emiliano y resuelve que “es una época de exaltación de la personalidad” mientras Raúl va a comprar cerveza para refrescarnos del calor que envuelve a la ciudad con la primavera y yo recuerdo sus versos que también envuelven la plática:

Aquello que despierta al verso

despierta el poema

¿qué animal   árbol   o roca

qué amor o momento del amor

es contenido por la imagen?

 

“Yo siempre he desconfiado de las ‘generaciones’, como que no me dicen nada. Por ejemplo, yo me acuerdo que cuando estaba haciendo el libro sobre el Porfiriato, me dijo Gabriel Zaid por teléfono: fíjate, fulano de tal y perengano nacieron el mismo año, pero uno publicó a los veinte y el otro publicó a los cuarenta. En ese caso, la supuesta ‘generación’ no dice nada, porque entonces tendríamos que subordinar el concepto a algo más. Sin embargo, hay otra cosa que yo he tomado en cuenta, esto es que hay una oportunidad única en la vida que dura poquito en la cual tú debes lucir, decir algo, apantallar. Desde el romanticismo y la bohemia siempre se ha dado el enfrentamiento de los jóvenes contra los viejos. Es decir, que el ser joven, usar melena, capas, máscaras y todo eso, es algo que se da y que de repente acompaña al poeta. Si tú nada más lees los puros poemas y enfrentas texto contra texto, te dice menos a que si enfrentas actitudes, o como lo viven”, señala Pavel y después nos explica que muchos poetas escriben en la vanguardia mientras son jóvenes y cuando “crecen” la vida misma les cambia la actitud hacia la literatura. Si no lo hacen, esa experiencia vital que explotó mientras eran jóvenes, los puede consumir y ellos mismos se pueden quedar atrapados en ese tiempo, como curiosidades, mientras otros poetas jóvenes toman su lugar en la eterna lucha.

“La poesía es una fuerza vital. Miras la vida y te quieres involucrar y la poesía sirve justo para eso”, prosigue Pavel y en su disertación ha llegado a un punto importante: “La poesía actual se ha contagiado con el ánimo del arte conceptual. Hacer poesía es hacer una pieza. Hay una frontera que se borra entre literatura y arte conceptual”. Lo cual me remite a la plática con Martha Mega: el libro de poesía joven en la Ciudad de México se ha convertido en pieza que puede o no estar en el formato tradicional (libro impreso), pero que ciertamente se acompaña con elementos exteriores (formato de fanzine, performance, música e incluso teatro). Se trata de abrir posibilidades al lector mediante otros formatos, jugar y quitarle la solemnidad a la cual nos habían acostumbrado los poetas de otras generaciones.

Como la risa

la poesía es algo que brota de dones subterráneos

algo que discrepa con la naturaleza misma de las cosas. [vi]

 

V

Al final, Pavel y compañía terminamos en una taquería de la colonia Roma. No hay nada más propio de la Ciudad de México que los tacos al pastor, las garnachas y el agua de Jamaica para acompañar. Pavel me recomienda varios libros, nos cuenta anécdotas impregnadas con su humor honesto, mientras me embucho una gringa de bistec, manjar de los dioses aztecas.

La siguiente semana ya en la Hostería La Bota, recuerdo con enojo a varios historiadores de la literatura mexicana que han demeritado a la poesía escrita por mujeres. Lo menciono porque creo que en la poesía que se escribe hoy en día en la Ciudad de México (y en general, en el país), las propuestas más arriesgadas, más fuertes y más interesantes son las escritas por mujeres.

Me llamo Antígona González y busco entre los muertos el cadáver de mi hermano, [vii] se lee en uno de los libros de poesía más importantes para comprender el México actual y sus desaparecidos, escrito por Sara Uribe, quien ahora reside en la Ciudad de México. El libro Antígona González fue traducido al inglés por John Pluecker y ha sido adaptado al teatro.

Este año fue publicado el libro O reguero de hormigas de Yolanda Segura, libro que habla del color rojo y explora su simbología violenta, tanto íntima y personal como social. El estilo fragmentado traduce la identidad, reconstruye la memoria del cuerpo y juega con la recepción del lector, con su sensibilidad:

Al buscar evidencia de sangre se deben tener en mente las siguientes interrogantes:

¿Es sangre?

¿Es humana o animal?

¿A cuál clasificación pertenece?

¿Cuál es la edad de la mancha?

¿De qué parte del cuerpo es?

 

La química sirve para todo,

hasta para borrar manchas históricas. [viii]

 

Además, estas poetas muestran la vitalidad mezclada con lo violento, lo que desgarra, lo que hiere. Otro ejemplo es la poesía de Xitlalitl Rodríguez Mendoza:

El diente empieza por la leche. Y la leche por la vaca, por la madre, por un mamífero que muere. Que muerde. Pieza dura implantada en carne viva. A veces duele y sangra. Otras, no. Rasga hilo, abre fruta, chasquea, ladra. Piedra y filo, borde que expande, que aplana, que tritura. Marfil. Desgrana, desmiembra, mutila. Moviliza las enzimas, suena con la lengua, con los labios. [ix]

 

O la  de Karen Villeda:

Vienen a espantarnos con la mitad de un cuerpo humano, relleno de ojeriza e himnos. Vienen a espantarnos esos que, por andar a ciegas, tentándose, pierden los motivos de la vanidad. Vienen los vendedores con nosotros: los que somos indiscutibles conocedores de perlas. Nosotros sabemos cómo la perla pasa de mano en mano y pierde su blancura. Sabemos cómo la mujer enfundada se reparte en los dorsos afortunados y sabemos también que la mitad de un cuerpo humano no puede venderse más que a un tacaño o, si corre con suerte, se tira a los puercos[x]

 

E incluso poetas que escondidas en los rincones, tímidas a las lecturas o publicaciones convencionales (porque también en la poesía hay una veta donde no todos aman los reflectores, ni quieren ser rockstars) están formándose una nueva manera de escribir poesía en la intimidad, como es el caso de Ada Pantoja:

Escribo cartas para los muertos

sus callados ojos juzgarán mis actos

y saldré libre de culpa

a vivir de nuevo bajo el sol del mediodía. [xi]

 

Esto por mencionar al vuelo algunas poetas, pues el mapa poético de las mujeres que escriben hoy en día en la Ciudad de México (ya no digamos en el país) y su influencia me daría suficiente material para escribir un tratado.

Para cerrar este artículo, me gustaría resaltar que la mayor virtud de la literatura en la Ciudad de México es su diversidad, sus contrastes, su grito desgarrador urbano e íntimo. Los poetas que vienen de otros lugares de la República (e incluso de otros países) contribuyen a los matices de este panorama poético y nada seríamos sin ellos, no podríamos crear esta paleta de increíbles colores. Hay quienes dicen que la poesía pasa por una crisis y creo que es todo lo contrario, en este momento algo importante sucede en la poesía de la Ciudad de México, o como dijo la editora y poeta Luna Miguel desde España: “Algo enorme está pasando en México: una especie de torbellino literario generacional en el que el poeta es el nuevo rockero”.

Pero hay que entender todo en sus justas dimensiones. De pronto recuerdo al poeta Sergio Loo, quien falleció en 2014 después de una larga pelea contra el cáncer y que se ha vuelto referente en los últimos años. Sergio Loo, en la poesía mexicana, es aquella explosión brillante para siempre fija en el cielo nocturno del sexo o la enfermedad. Sergio Loo se ha convertido, con ramos de violetas a sus pies, en el poeta eternamente joven que a final de cuentas se coge a todos los rockstars:

Su cuerpo no era lo importante      A decir verdad

sólo me gustaba cuando yo estaba ebrio

Tenía las piernas delgadas        las rodillas gruesas

un tatuaje mal hecho en el tobillo y un vientre

cómplice de años

y años de cerveza

Tenía el cuerpo de un adolescente envejecido y en la

oreja

un arete pasado de moda

Sus manos eran torpes como su lengua tartamuda y

los ojos

al primer trago se empañaban

Su barba —y con esto termino—

únicamente le crecía los martes y sábados

pero no siempre              No

Su cuerpo no era lo importante. [xii]

 

*  La versión en inglés de este artículo fue publicada en la edición de agosto de 2017 de la revista Full Stop Quarterly de Nueva York que se encuentra disponible aquí: https://gumroad.com/l/fyFd  o en su página de internet: http://www.full-stop.net/quarterly/

 

 

[i] Xhevdet Bajraj, “Temporada de las flores tristes (Tezcatlipoca Blues)”

[ii] Manuel Gutiérrez Nájera, “La duquesa Job”.

[iii] Atenea Cruz, “Suite del tiempo”

[iv] Cesar Bringas, “Salida de emergencia”

[v] Noel René Cisneros, “muerte de un Álamo”.

[vi] Raúl Aníbal Sánchez, “siete variedades de rosa

[vii] Sara Uribe, “Antígona González” traducido al inglés por John Pluecker.

[viii]  Yolanda Segura, “O reguero de hormigas”

[ix] Xitlali Rodríguez Mendoza, “Dientes”

[x] Karen Villeda, “El Mármara”

[xi] Ada Pantoja, “Mis faltas no alcanzan”

[xii] Sergio Loo, “Sus brazos labios en mi boca rodando”

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