Jorge Teillier (Chile, 1935-1996) es uno de los poetas chilenos fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Recientemente Ediciones Sin Fin ha editado en España un volumen con dos libros fundamentales de su obra: Poemas del País de Nunca Jamás (1963) y Para un pueblo fantasma (1978). La poesía del poeta de Lautaro pareció ser la pregunta por la memoria y su polisémica representación de lo real; de sus ausencias y de lo que deja signado en el individuo. Durante su vida, entre sus viajes entre Santiago de Chile y su pueblo natal en el sur, Teillier escribe uno de los relatos más fascinantes de la poesía chilena del siglo XX. En sus textos hallamos una cuidada propuesta topográfica sobre hechos del pasado, construcciones antiguas que aun siguen en pie y sobre seres vivos y no tan vivos.
Recuerdo que en el fin de milenio, los poetas adolescentes en Santiago de Chile leíamos a Enrique Lihn y a Jorge Teillier con la misma fruición. Eran las figuras que siempre estaban presentes en las tertulias de los bares cercanos a la Estación Mapocho, en el centro de la capital. Sin duda teníamos presente la vieja polémica Lihn-Teillier, así como La guerrilla literaria, el famoso ensayo de la periodista Faride Zerán en el cuál leíamos embelesados como los Dioses del Olimpo poético chileno (Neruda, Huidobro y De Rokha) se enfrentaban en cruentos y espectaculares combates verbales. La querella de Lihn y Teillier en esos años de uniforme escolar de Enseñanza Media (Bachillerato) me parecía ser otro episodio de una saga de titanes y superhéroes del texto. Aún era pronto para comprender de forma cabal la episteme; la teoría literaria que estaba detrás de ambos poetas. En ese momento estábamos fascinados por la obra y por el mito; todo su dispositivo emocional y afectivo.
En 1965, Teillier publicó el ensayo Los poetas de los lares, el cual fue editado por el Boletín de la Universidad de Chile. Un artículo que examinaba diversas escrituras del momento, muchas de ellas recreadas en entornos no urbanos y alejadas del tono y del estilo de los 4 grandes de la poesía chilena. Muchos de estos autores habían optado por escribir sus textos en un espacio mental vinculada a la provincia, donde las emociones y reflexiones brotaban allí, de la tierra y en el paisaje rural, el Lar. Teillier saca el concepto del Lar de Rilke, y con él se refiere al retorno de lo artesanal de la poesía, vinculada a la Arcadia, un lugar donde la casa del pueblo, en la inmensidad kilométrica del sur chileno, sirve de refugio y donde la llama del lar se conserva en la chimenea, preguntándose el poeta por el origen. Un lugar donde la mirada poética abdica el costumbrismo descriptivo y se decanta por desentrañar la epifanía y todas sus posibilidades interpretativas.
Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del poeta, la editorial catalana Ediciones Sin Fin ha editado en 2016 dos libros fundamentales para comprender la obra teillierana: Poemas del País de nunca Jamás y Para un pueblo fantasma. Con un prólogo de Niall Binns. En una edición cuidada, el lector en lengua castellana puede introducirse en los textos de una de las propuestas fundamentales de la poesía chilena.
En 2013 el sello Cátedra editó Nostalgia de la tierra, una selección antológica a cargo de Juan Carlos Villavicencio. Este volumen reúne los textos más emblemáticos de toda la producción de Teillier. Con este libro y El Árbol de la Memoria, antología a cargo de Niall Binns para Huerga y Fierro, editado en 2001, disponemos de importantes puntos de partida para adentrarse en el lectura del autor. Ahora, con la edición de Ediciones Sin Fin el lector puede leer de forma íntegra dos libros fundamentales de su obra. En periodos distintos de su vida y en etapas también bastante diferentes de la Historia de Chile.
El primer poemario incluido en este edición: Poemas del País de Nunca Jamás, lo publica Teillier con 28 años. Eran los comienzos de los años sesenta y como recuerda Binns en el prólogo, exceptuando a Gabriela Mistral y a Vicente Huidobro que habían fallecido, tenemos a los poetas chilenos más significativos: Neruda, De Rokha, Stella Díaz Varín, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra y Enrique Lihn elaborando al mismo tiempo poemarios significativos en sus trayectorias. Poemas del País de Nunca Jamás tiene poemas que evocan su pueblo natal: Se desarrollan ahí todo tipo de acciones y transcurren todo tipo de emociones. Hay nostalgia pero también hay figuras espectrales: los muertos que aún no dejan este mundo, como se observa en poemas como Un desconocido silba en el Bosque, Historia de un hijo pródigo y Señales. Existe un desplazamiento hacia un mundo de la infancia, pero también un viaje hacia el epicentro mismo de lo onírico, como queda evidenciado se registra en el poema Una Ventana: «Todas las nubes/ me anunciaban que tú llegarías/ cuando despertaba para volverme/ hacia la ventana de los sueños» (p. 49).
Uno de los elementos clave de la poesía de Teillier, de acuerdo a las investigaciones de Francisco Véjar, se relaciona con la intertextualidad. Como T.S. Eliot, Dylan Thomas en inglés o Homero Aridjis y Eliseo Diego en castellano, Teillier consolida una escritura que dialoga con la tradición pero que sabe situarse en un espacio incomensurable y nada idóneo para anclar lugares comunes. En el ensayo Viaje al interior del mundo de Teillier, Véjar recuerda la sentencia de Arcibald McLeish cuando afirma en su Ars poetica que un poema no debe significar sino ser. En famosos textos de Teillier encontramos un diálogo erudito con otros poemas celebres de autores centrales. En otro ensayo, Véjar pone de ejemplo al célebre poema incluido en Poemas del País de Nunca Jamás Fin de mundo, el cual se basa en el texto de Czeslaw Milosz que lleva por nombre Canción sobre el fin del mundo. El poema de Teillier comienza «El día del fin del mundo/ será limpio y ordenado/ como el cuaderno del mejor alumno» (p. 58). La sensación apocalíptica parece ser la rutina, la cotidianidad sin punto de inflexión en los acontecimientos. Borrachos de pueblo durmiendo en zanjas, niños jugando con volantínes y evangélicos cantando las mismas prédicas en la provincia. Nada de explosiones y macabras sinfonías propias de la ciencia ficción y de los textos de las religiones del libro.
Teillier paseando por lo que queda de una vieja curtiembre de su pueblo natal. Le pregunta a un perro «¿Qué fantasmas cuidas?». La imagen puede verse en el documental Jorge Teillier: Noticias del Farwest (2007). Observamos al poeta que nos guía por el epicentro de su inspiración poética. Como un topógrafo, Teillier observa las singularidades que se manifiestan en la superficie o el relieve del terreno. Las ruinas de los edificios inhabitados y los personajes que parecen aun rondar el mundo de los vivos. El poema rastrea y pone de relieve la saudade, el spleen, la necesidad de volver a emocionarse con un mundo pasado. El poeta parece así actuar como un moderador de epifanías; un aventajado intérprete en las dificultades de las luces y de las sombras. Caminando entre la niebla portando un mensaje, un texto.
Para un pueblo fantasma se incardina en otras velocidades. Dividido en 7 partes, el poemario contiene textos que hacen referencia a sus intenciones estéticas, poemas sobre el destierro, algunos cameos de sus escritores favoritos y algunos poemas urbanos ambientados en Lima y en Madrid. La estructura mítica de los textos del lar persiste pero el periodo histórico en el cual se escribe el libro es el tiempo dela violenta coyuntura de la dictadura. Teillier no describe desde la denuncia explícita sobre las injusticias, pero la atmósfera que impera en el poemario es totalmente diferente a Poemas del País de Nunca Jamás. Binns hace referencia a algunos textos que hablan sobre su relación con el alcohol. En el contexto histórico, político y social de Chile en los años 80 «Tanto en la como en la obra del poeta, el alcohol y el alcoholismo se habían convertido desde entonces en protagonistas insoslayables (…) En medio de una sociedad militarizada y brutalmente hostil a la poesía, la vida de los mesones ofrecía una válvula de escape, la oportunidad de renunciar (…) a sentirse partícipe en el horror» (p. 29). Un buen ejemplo lo encontramos en una de las 51 partes que conforman el poema Cosas vistas. En el fragmento 29 encontramos «Yo me invito a entrar/ en la casa del vino/ cuyas puertas siempre abiertas/ no sirven para salir». (p. 108).
Estos poemarios son una afortunada oportunidad para introducirse en el universo teilleriano ya que ambos libros ofrecen poemas clave de uno de los poetas chilenos trascendentales de las últimas décadas. En una entrevista, Jorge Teillier admite la importancia de Enrique Lihn como figura intelectual de peso en el escenario chileno. Parece ser a todas luces una pública declaración de paz. Si bien es bastante conocido el hecho de que ambos autores representan voluntades escriturales diferentes en la poesía chilena de la segunda mitad del siglo XX. Si alguna de estas obras no se hubiera escrito, sería difícil imaginar el rumbo que hubiera tomado la tradición poética chilena (si pudiéramos hablar de forma segura de una o de muchas). Es como pensar el barroco español sin un Góngora o sin un Quevedo. El lector tiene ahora editado en España un bien cuidado volumen con dos de los poemarios más importantes de Jorge Teillier.