Retomamos la sección antológica Que la vida iba en serio con cinco textos (algunos inéditos, otros del poemario Fuegos Mal Apagados) del poeta madrileño Aitor Uría Arranz, acompañados de la obra fotográfica de Begoña Rosa Nieto.
EN EL MISMO HOYO
El civismo cínico del tren
calla,
iracundo,
irritado,
es el proletariado
que no se quiere,
el que busca desesperado
la mínima oportunidad
por pisar cuantas cabezas pueda
con tal de aspirar a una vida mejor.
Todos los días
son sinónimo del anterior,
vamos en rebaño enfermo,
enlatados
como sardinas en escabeche,
con la sensación periódica
de una mano en el cuello
que estrangula en cada amanecer.
Pasarán décadas
y nada habrá cambiado,
vamos voluntarios
como un demente que mata
y se deja matar,
rivalizando,
hastiados con el prójimo,
asqueados por cada mendigo que pide,
deseando un:
– Mejor tú que yo.
Permanecemos
necios,
extraviados,
viviendo en malicia
y envidia,
odiándonos
los unos a los otros.
Somos ciegos guías de ciegos,
cavando
dentro del mismo agujero.
JUGAR AL ESCONDITE
Si hay ruido detrás de la puerta,
esperas,
puede que incluso te asomes a la mirilla
y veas el rellano encendido,
a estas horas
no puede ser más que otro
en busca de un jornal diario
para llenar la nómina de fin de mes.
Antes de decidirte a salir
tomas unos segundos
asegurándote unas escaleras despejadas,
llegas al ascensor,
pulsas el botón de llamada,
y mientras esperas su ascensión,
notas,
escuchas,
la presencia de alguien
detrás de una puerta,
que quizás,
lo más probable,
es que esté haciendo tiempo,
esperando a que desaparezcas.
Así funcionan las cosas aquí,
supongo que es algo comprensible,
es mucho más fácil que así sea,
definitivamente
no es agradable para nadie
tener que pasar por saludos forzados,
incómodos silencios de ascensor
o conversaciones seniles sobre el clima,
ciertamente eso
apetece más bien poco.
A la vuelta ocurre lo mismo…
Un vecino dentro del portal
te lleva unas zancadas de ventaja,
cuando tú todavía ni siquiera has entrado,
haces tiempo,
caminas lento,
sacas la llave del bolsillo sin prisa,
la giras dentro de la cerradura despacio,
entre tanto él,
acelera el paso,
entra al ascensor
cerrando de un portazo,
y
pulsa el número de su planta
como si se tratara
de un botón de tragaperras.
NOCENCIA
Eramos tan inconscientes
que
tan solo llevar los bolsillos
cargados con piedras
nos hacía felices,
con la única preocupación
de lanzar las al cielo
para ver
quién llegaba
más
lejos.
EL TELEDIARIO
Malabaristas,
bufones,
payasos.
Teatro,
adivinanzas,
chistes,
cuentos…
Pero por encima de todo
la mejor película de terror.
DETRÁS DEL RADIADOR
Nunca estuve en una de ellas
pero de alguna manera
a eso a lo que llaman rancho
en la cárcel,
de alguna manera
lo conozco.
De pequeño ya te hacen entender
como es
el funcionamiento de las cosas.
Fue al tiempo cuando supe
que el modo de funcionar
de una sociedad
se asemeja al que teníamos
en el comedor del colegio.
Ensaladas con mosquito,
sopas con piel,
filetes rusos
duros como rocas,
fruta demasiado madura…
lo único servible
entre tanta bazofia
era una especie de postre
que repartían los viernes,
deseabas con todas tus fuerzas
la llegada de ese maldito día,
para saborear a pequeños bocados
una especie de bollo
del tamaño de una ciruela
con nata en su interior,
o también
las deliciosas chocolatinas.
El resto de comida,
si es que se puede llamar así,
lo tirábamos por detrás del radiador
en cuanto no nos veían.
Nadie con poder de hacer algo
hacía nada,
nadie con poder de decir algo
decía nada,
si te quejabas
no te tenían en cuenta,
sólo eras un crío.
Eso sí,
te quedaba el consuelo
de chocolatinas
para los viernes.
En una sociedad
ocurre lo mismo,
pasamos la semana deseando
la llegada del viernes
para hacer lo que más nos gusta,
y lo que no,
lo tiramos por detrás del radiador,
esperando de nuevo
la tan añorada llegada del viernes,
en cambio
si eres de los que te quejas,
dirán que eres un antisocial
o algo peor.
Olvidamos los problemas,
olvidados lo esencial,
tan sencillo
como que a lo mejor
cambiando de cocinera
y revisando la materia prima,
nos iría mucho mejor.
SOBRE EL AUTOR DE LOS POEMAS: Aitor Uría Arranz (Madrid, 1986).
Poeta, narrador, fotógrafo, pintor e ilustrador. Ha desarrollado varios proyectos artísticos independientes. Autor del poemario Fuegos Mal Apagados (2017).
SOBRE LA ANTOLOGADORA: Ana Patricia Moya (Córdoba, España, 1982).
Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba. Ha trabajado como arqueóloga, bibliotecaria, documentalista, etc. Actualmente, se busca la vida como puede y dirige el Proyecto Editorial Groenlandia. Su obra más reciente es Píldoras de papel (poesía; Huerga y Fierro, 2016). Sus textos aparecen en distintas publicaciones de Europa e Hispanoamérica, digitales e impresas, así como en antologías literarias; también ha obtenido algún que otro premio por sus despropósitos lírico-narrativos. Ha sido traducida parcialmente a varios idiomas. En breve, publicará su nueva obra poética en Editorial Versátiles, La casa rota. Aspira a nómina, hipoteca y perros grandes.
SOBRE LA FOTÓGRAFA: Begoña Rosa Nieto (Córdoba, España, 1985).
Licenciada en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Estudió los Grados Superiores de Programación y Fotografía Artística (Escuela de Artes Mateo Inurria, Córdoba). En Barcelona, se especializa en Técnicas Antiguas del Siglo XIX. Miembro de los colectivos ISO 23 y Analógica Sur. Ha trabajado en diversos proyectos (Córdoba 1652, producción de Analógica Sur y Proxémica, 2017; Las cuidadoras de patios, lo íntimo público, 2016; proyecto fotográfico Barrio, pequeño oasis de periferia, 2016; Taller Cianotipia, Aniversario de la Escuela de Arte de Córdoba, 2016), exposiciones (XV Bienal de Fotografía de Córdoba, 2017; Fotopética, De la palabra a la imagen, 2016; Jornadas de Fotografía Creativa InVisibles, 2016) y festivales (Minutos Olvidados: Festival Eutopia, 2017; Pinhole, hacia otra estética, Festival Eutopia, 2016; Taller de Técnicas Antiguas de Fotografía, Festival Eutopia, 2015). En la actualidad, combina todas las posibilidades que le brinda la fotografía (tanto analógica como digital).