Aida González Rossi: «Creo que mi vida es una amalgama de cosas que he leído, leo y leeré»

Rossi gana la XX edición del Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve de la ULL

 

 

Hay un sonido metálico en los textos de Aida González Rossi parecido al traqueteo de un tren sobre las vías. Hay una ciudad inabarcable dentro de ese traqueteo. Una ciudad paralela hecha de esquinas muy filosas y de curvas curvadas. Trac trac trac trac. En 1995, a Granadilla de Abona (Tenerife) llegó la que, para muchos, se ha convertido en una de las voces más potentes de la literatura canaria de nuestros días. La escritura de Rossi es la de una persona que recientemente ha encontrado el universo y se cuestiona cada parte, cada forma. Lo revuelve todo y todo lo lee y, gracias a ese tesón en el darle vuelta al mundo, hace lo que hace: historias de desgarro. Historias rotas, como es el caso de Casas, desiertos o bosques, el relato ganador de la XX edición del Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve de la Universidad de La Laguna (ULL).

Dices que estás obsesionada con Cortázar y, ahora, recibes un premio que lleva su nombre. ¿Tú también piensas que los libros son el único lugar seguro de la casa?

No sé si los libros son el único lugar seguro o si son, a veces, el único lugar de la casa. Es decir, he sentido, en muchos momentos de soledad o de pérdida, momentos un poco bajos de mi vida, que lo único a lo que podía asirme serían los libros. Siento que, por mucho que me ahogue, siempre voy a tener ese lugar, ese espacio fijo, que va cambiando, que se va agrandando y que se revuelve, que son los libros. He pensado, muchas veces, que he tenido la suerte de encontrar algo que pueda ser mi «lugar», un sitio en el que la vida tenga más sentido. Pienso que la vida es bastante vacua si no hay un respaldo que, para mí, son los libros. Por eso no sé si son, como decía, el único lugar seguro, pero sí sé que son el único lugar que va a estar detrás de todo y que va a hacer que todo, de alguna manera, sea un poco más soportable.

¿Es Casas, desiertos o bosques un relato sobre la soledad y la pérdida de las que hablas?

Hay bastante soledad en el relato y, quizás, sí hay pérdida o, más bien, ansiedad por encontrar, por recuperar lo que había antes. Tal vez una pospérdida. Pero no creo que sea la misma, porque el relato tiene un punto de vista de una persona adolescente, por lo que es más bien una soledad provocaba por la salida de la infancia, por el universo de la familia, que no se puede controlar desde esta protagonista, desde esta voz narrativa. Es una edad en la que no tienes las herramientas para llegar a comprender lo que sucede en tu casa y debes buscar explicaciones paralelas, a lo mejor un poco locas. Yo creo que no es la misma soledad, aunque, quizás, en algún punto, todas las soledades sean la misma. Creo que en el caso del relato, no existe ese punto de apoyo del que hablaba yo antes.

¿Hay autores o autoras que constituyan, ahora, ese «punto de apoyo» para ti?

Pues… muchas y muchos. Mira, el mismo Cortázar, por ejemplo. Siempre he pensado que cuando el barro me llega hasta los tobillos, tengo que ir a Cortázar. Tengo que abrir Rayuela, tengo que releer 62, modelo para armar, tengo que leer un cuento de Cortázar cada noche, cuando me siento mal. Antes, cuando cursaba los primeros años de carrera, siempre que tenía alguna duda existencial, cogía Rayuela, la abría por una página al azar e intentaba descifrar, según mi situación, lo que me decía Cortázar a través de la página. Después poetas, como, por ejemplo, Cristina Peri Rossi, Alejandra Pizarnik… Creo que mi vida es un poco una amalgama de cosas que he leído, que leo y que leeré, así como de cosas que he hecho a partir de ello.

En verano, leí La Inmortalidad de Kundera y me quedé un poco trabada con algo que dice en el libro y es que, verdaderamente, hay menos ideas que personas. Todas las cosas que pensamos están, en realidad, en la cabeza de las otras personas… Me di cuenta de que las cosas que pienso están muy marcadas por lo que he leído. Porque cuando estoy pasando por un momento de parón, tengo que leer. Por ello, siento, también, que cuando no leo, voy pasar por un momento de parón. Porque necesito darle esas explicaciones a las cosas, no quiero quedarme con las explicaciones “racionales”.

Algunos o algunas más…

Está Onetti, Idea Vilariño, Bretón, Eluard, Marta Sanz, Sara Mesa, Luna Miguel, Berta García Faet… ¡Hay tantos y tantas! Una de las cosas que más releo es el cuento en forma de monólogo de La mujer rota, de Simone de Beauvoir y, a pesar de que es una referencia narrativa, creo que es la lectura que más ha marcado mi poesía… Luego, un verano, entre el instituto y la universidad, empecé a leer a Murakami, que no sé si ahora me gustaría tanto como entonces. Desde ese verano hasta ese fin de año, leí once libros de Murakami y sentí que el mundo había cambiado, que todo era diferente, que todo tenía otro color.

¿Tienes algún proyecto entre manos?

Ahora que he acabado la carrera, tengo mil cosas sueltas por ahí. Voy a publicar un pequeño poemario. Estoy trabajando, también, en otros proyectos con poesía. Además, cuando empiece el año comenzaremos a hacer recitales y eventos en La sala de máquinas. De resto… lo que salga. Este año, quiero tomármelo para leer mucho, para escribir mucho, para trabajar con la poesía. Quizás no me he dedicado tanto a la narrativa, estoy más volcada en la poesía, ahora mismo. El Julio me ha llegado como un «ponte a escribir cuentos». La verdad es que siempre hay proyectos, porque aunque no tenga uno fijo siempre estaré ocupada escribiendo cosas, dándole vueltas a una idea o terminando con la interminable lista de lecturas que tengo. ¿Tengo algún proyecto? Podría decir que ninguno y podría decirte que mil.

Para terminar, ¿te apetece compartir con quienes te leen una cita que te guste?

He cogido un libro de los que tenía más cerca y me viene muy bien. Uno de los primeros subrayados que me encontré cuando lo abrí.

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Es de Biografía del hambre, de Amelie Nothomb, una autora que descubrí cuando tenía 16 años con Metafísica de los tubos, que me traumatizó. Con ella me sucedió que entendí lo mucho que había crecido a través de su lectura. A través del hecho de poder aguantar su lectura y de disfrutarla. Este libro, creo, es uno de los que me llevó a escribir el pequeño poemario que contaba antes que voy a publicar. Es un poemario sobre el deseo, el hambre, la sed. Como decía, todo sale de las lecturas y de la casita que se edifique con ellas.

 

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Aida González Rossi (Santa Cruz de Tenerife, 1995) acaba de finalizar sus estudios en Periodismo en la Universidad de La Laguna. Ha colaborado en los espacios radiofónicos Recovecos y Poetas en Serie (PenS), ha sido guionista de La Calle Habla y ha dirigido y presentado el programa musical El Rompeolas. Ha publicado poemas en revistas, webs y fanzines (como Oculta Lit, Dragaria, Digo.palabra.txt o La Zine) y ha participado en diversos encuentros y eventos relacionados con la poesía de Canarias (por ejemplo, el recital de jóvenes poetas del IV Encuentro de Escritores Canarios, el debate de jóvenes escritores del II Encuentro de Literatura de NACE y Voces del Extremo en Tenerife). Ha aparecido en selecciones de poetas jóvenes a nivel canario («Generación Red: 13 rostros muy muy jóvenes de la literatura canaria», de Dragaria) y a nivel nacional («25 poetas menores de 25 años», de Playground). Escribe sobre edificios interiores en su blog La Ciudad (https://aidarossi.wordpress.com/).

 

 

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