Buenos Aires vol. I
No pienses en mí
aunque lo desee,
no toques mi piel
aunque te lo implore,
aléjate
y ahórrame el dolor.
Desconfía de mí
y oblígame a creer
que no soy parte de ti.
Vive sin mí,
esconde tu amor
tras la puesta de sol
que empieza a potenciar su calidez
y a derretir esta fantasía.
Piensa que nunca existí,
que no hubo cuento de hadas,
ni princesas, ni príncipes.
Solo manzanas envenenadas
que terminaron matándome.
Buenos Aires vol. II
Las palabras «presencia» y «ausencia»
se han vuelto un sinónimo absurdo
en nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, me tiene sin cuidado:
el orbe sigue coexistiendo a mis pies.
Los días sin ti nos han debilitado,
nos han resquebrajado
y aun así, me tiene sin cuidado.
Ya no te reconozco,
el tiempo marchó
y aprendí a dejar
de correr tras de ti.
Cautiva de mi soledad
y saturada de los verbos de hadas,
vivo solo para mí
ansiando un poco de realidad.
Dejaste de ser imprescindible.
Los nuevos aires cambiaron mi perspectiva.
Dejé de cantar canciones que te retenían,
e invoqué a la magia
para que te mantenga lejos de aquí.
A pesar de que siempre
anduve acostumbrada a tu apartamiento,
he pasado los días más grises.
Mi sol se nubló
y mi calendario se tornó grisáceo,
como el esmog que vive enmarañado
en toda la capital.
Mi lluvia se volvió ácida,
mis noches amargas.
Me volví alimento perecible,
languidecí y serví de carroña.
Me comencé a llenar de moscas,
preparé mi lápida
pues el olor era insoportable,
cavé mi tumba
y me sumergí en ella.