Desde febrero he vuelto a vivir en Guayaquil, una ciudad regida por un Alcalde de derecha, donde el uso del espacio público está en constante debate. Sobre todo para los artistas urbanos, músicos callejeros, entre otros actores culturales que la habitan. A propósito de todos estos debates y del cambio repentino de la Alcaldía, la misma que antes se dedicaba a pintar de gris y sacar las intervenciones artísticas en la ciudad, especialmente en las “zonas regeneradas”. En el mes de noviembre la antes mencionada institución llevó a cabo un festival de arte urbano denominado Guayarte, donde destacan las participaciones de artistas como Apitatán, Ache, Mantra, entre otros. Dichos murales fueron pintados en distintos puntos de la ciudad, como el hecho por Apitatán cerca del Banco de Guayaquil, zonas donde antes estas intervenciones eran impensables.
Pero no fue eso lo que llamó mi atención, sino más bien la intensa conjetura y todos los fantasmas que se tejían a raíz del tema. Sobre todo el exceso de cosificación y agravio hacia la curadora del proyecto, María Fernanda López Jaramillo, en espacios inapropiados como las redes sociales. Es por ello que decidí pedirle una entrevista acerca de temas puntuales, para esclarecerme y esclarecer a personas que como yo van construyendo la imagen de ella y del proyecto a través de retazos mal cortados en la prensa y en las redes sociales (donde el irrespeto alcanzaba ya su punto de inflexión máximo).
Como sugerencia personal a los lectores de esta entrevista: tomen aire y lean con detenimiento y sin prejuicios. Guayaquil como toda ciudad, está habitada por actores culturales heterogéneos con sus posturas distintas. Hablamos sobre su trayectoria y trabajo de docente en la Universidad de las Artes (institución a la cual pertenezco como estudiante), sobre temas que conciernen la movida artística y la gestión cultural urbana en una ciudad que si bien no nos vio nacer, nos acogió y por ende se convierte en nuestra.
María Fernanda me abrió las puertas de su departamento, ubicado a solo dos edificios del mío en el centro de Guayaquil y esto fue lo que me dijo:
Registro fotográfico por José Miguel Serrano
¿Cuál es tu formación artística/profesional y cómo llegaste a Guayaquil?
Mi formación es un poco extraña, soy abogada por la Universidad Católica del Ecuador, luego hice un diplomado en Arte ecuatoriano, un master en Estudios de la cultura con mención en Políticas Culturales en la Andina y finalmente el doctorado en Teoría de la Cultura que lo hice en la Universidad de las Américas en Puebla, México gracias a una beca. Viví alrededor de seis años allí y regresé el 31 de octubre del año 2015 acá a Guayaquil, porque me salió trabajo en la Universidad de las Artes. En lo personal yo me quería quedar en México, no quería volver, lo apunté y me salió una plaza en ciudad Juárez y otra en Guayaquil, entonces preferí venir con mi hija a Guayaquil. Nos mudamos todos, mi ex pareja, mi hija y yo.
Mi formación artística es la actuación, hice estudios en el Malayerba, me gradué cuando Arístides Vargas dirigía el laboratorio, hicimos La lección de Ionesco. También estudié en el Cronopio, en teatro gestual. Entonces en mi formación artística soy actriz y clown. Me dediqué trece años al teatro para niños, con el colectivo escénico Luna sol, con el que realizamos un encuentro multidisciplinario de arte para niños y niñas llamado Quito chiquito. A través de ese trabajo empezó mi vinculación con el Arte de calle y la producción de Arte Urbano desde el 2007, ya es una década en lo que voy con el tema del arte urbano, en la parte de tras bambalinas: investigación, producción y gestión.
¿Cómo ha sido para ti el proceso de la Universidad de las Artes, qué tal te parece este proyecto y cuál ha sido tu experiencia en ella?
Al inicio fue un poco desalentador, hay que aclarar que yo no tengo ninguna afiliación partidista, yo me considero de corte liberal absoluto y más bien me rijo por cuestiones estructuralistas y de contexto. Mi línea de trabajo no tiene un enfoque eurocentrista ni postestructuralista. No me gustan los lugares comunes, pero tampoco soy postcolonial.
En la institución me encontré con un país dividido entre correístas y no correístas y eso era interesante, porque sentí un poco eliminado el tema del regionalismo, anteriormente arraigado al comportamiento de los habitantes de nuestro país (volví a enfrentarme con este tema, cuando estuve trabajando con Guayarte). Pero básicamente la gente era correísta y no correísta y el proyecto de la Universidad, que si bien se mostraba ambicioso; interdisciplinario, postcolonial, y libertario, hallé en él una piedra de tope, con el hecho de que sea un apéndice del ITAE (Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador).
Entonces tú encuentras una formación netamente enmarcada en una dicotomía modernista de qué es la alta cultura y cuál la baja cultura. Toda una gama de alumnos que pretenden que van a ir al MoMA y van a ser legitimados por curadores y que esa es la panacea del arte: exponer y legitimarse en círculos institucionales, apadrinados o no por sus maestros, en contraste con otra gente que hace un trabajo de base, mucho más autogestivo. Sin embargo, esa gente es considerada como que no hace arte, y etiquetada como periférica o marginal. Todas esas cuestiones a mi parecer son muy pretenciosas para ser una ciudad como Guayaquil y un país como el nuestro, que no nos reconozcamos unos a los otros y no tengamos una identidad asentada.
Para mí esto fue bastante complejo, porque yo sí venía de una práctica de barrio; de comunidad de base, de estructura, de generar actividades con nuevos públicos y con los niños y las niñas, es decir: las nuevas generaciones. Activando procesos un poco más humanos. Me vengo a encontrar también con una Universidad discursiva, con la mirada puesta en occidente. Toda esta serie de formación de gente que había pasado por grandes Universidades de Europa y que de cierta forma no se ubicaban en el contexto de una ciudad de la costa Latinoamericana. A pesar del poco tiempo, y de todas estas cuestiones, ahora soy docente titular y el respaldo de la institución en todas las actividades que he propuesto ha sido crucial para esta ciudad.
Entonces yo sí quería venir a Guayaquil y empaparme de verdad, porque sé que Guayaquil no es sentarte en la Culata (Espacio de alimentación donde confluyen los actores culturales) ni tampoco deambular por la Panamá o por la Córdova. Guayaquil es mucho más que eso, entonces empecé a empaparme del contexto. Ya tenía algún acercamiento por algunas investigaciones que hice para la curaduría de Arte Contemporáneo del Banco Central, en el 2008 y conocí a través de esas investigaciones la escena guayaca.
Sabía también de la privatización del espacio público con lo de la regeneración. Pero yo dije esto es más. Entonces me empiezo a dar cuenta que había como una cuestión fantasmal, que la prohibición no era tan extrema. Con esto no niego la existencia de un Alcalde de derecha, pero hay un tema de manejo ideológico bien profundo aquí, de muchas restricciones que ha permeado en la Universidad y en la sociedad. Ante esto yo me di cuenta que había mucho por hacer y fue cuando decidí abrir la cátedra de Arte Urbano en la UA, porque esto hay que estudiarlo y debatirlo a fondo para finalmente desestigmatizarlo.
Yo no les enseño a mis alumnos a hacer grafiti ni a usar un aerosol, pero hay que deconstruir todo este andamiaje de que hay arte que no vale, arte marginal y periférico; es decir, el arte que está en la calle y hay un arte bueno que está en los museos, legitimado y pasa por la historia que es el que se enseña en la Universidad. Todas esas cuestiones dicotómicas había que acabarlas, por ello me metí en la idea de hacer dicha cátedra, la cual he podido mantener ya por cuatro semestres.
Con la cátedra me ha ido muy bien, de hecho mejor fuera que dentro del país. He tenido la oportunidad de dar charlas sobre el tema en México, Alemania y Perú. Lastimosamente aquí las personas no se dieron cuenta de que era un privilegio, tuve líos con estudiantes, tuve líos con colegas. También se nos encargaban cosas muy extrañas.
En lo posterior y a través de un laboratorio de observación, desarrollé un espacio llamado Brigada Urbana, en la que articulaba mi metodología de trabajo para niños. Yo no pinto, yo no hago grafiti, pero sí gestiono espacios y con este proyecto hicimos algunos trabajos, entre estos un mural en la Isla Trinitaria. todo esto independientemente de la Universidad.
Apenas llegué, yo le propuse dos proyectos a la UA, quería intervenir el espacio de El Telégrafo, hacer una galería de arte urbano para que cada seis meses venga un artista a dialogar con los alumnos y vayamos a comunidades, pero que también pinten con ellos que aprendan técnicas de esténcil, manejo de aerosol, técnica de muralismo contemporáneo, stickers, muchas cosas que tienen que ver con el arte urbano, no solo el mural. Muchas veces me pregunto y mucho más después de Guayarte, la idea de sin son necesarios o no los murales en Guayaquil. Tal vez Guayaquil no resista la obviedad del muro sino que habría que hacer otras intervenciones y eso es lo que estoy ahora estudiando con los procesos que tienen los estudiantes. Sus proyectos finales no tienen siempre que terminarlos con un mural.
Propuse otro proyecto para la UA que era Nido (oficina de proyectos culturales) para que vinieran los gestores. Y es ahí donde me doy cuenta de otra cosa, y es que en Guayaquil había poca cohesión de los actores y gestores culturales. Todos se mueven en temas de sectorización y de sectas. Los literatos no dialogan con los escénicos, los escénico no gestionan o articulan con los que hacen fotografía, los queers no conversan con los skaters y así. Entonces en lugar de tener un movimiento cultural cohesionado te encuentras con gente separada.
Ha sido muy complicado de gestionar, pero me dije que no me iba a ir de Guayaquil hasta que no pinte esas paredes grandes del centro. Las veía y decía que en el centro tenía que haber murales y tenía que haber cátedra de arte urbano en la Universidad de las Artes. Creo que hace falta más que todo deconstruir el muro interno, si bien se pintó en zona regenerada e independientemente de quién apoyó o no apoyó, no se ha intervenido en la mente de la gente. La idiosincrasia sigue allí, yo la veo en mis alumnos día a día que no se ha desmitificado lo que es el arte de calle. Entonces la gente sigue pensando que esa es una tarea de menor arte, de vándalos o delincuentes y ahí radica el problema, porque los artistas podrán pintar lo que sea, pero si la gente no desmantela la idea de que ver un muro pintado no es algo lesivo dicho trabajo será en vano.
Con todos los temas que tocaste, aprovecho para preguntarte ¿en qué consiste el proyecto Guayarte de la Municipalidad de Guayaquil?
Después de haber hecho otros proyectos como lo del 400 metros, el Laboratorio de Arte Urbano y lo de Brigada Urbana y de haber podido trabajar de cerca con el movimiento skate en Guayaquil, siendo curadora de la muestra Nadie se baja de la patineta, me llama el concejal para pedirme un proyecto. Para esto, yo le hago la entrega de un proyecto llamado “Bienal de Arte Urbano haciendo calle” que lo había presentado en Puebla, México cuando viví allá. Dicho proyecto que el municipio de Puebla quiso plagiar y sacarme, por ello lo retiré y no lo pude ver gestado. Metí también otro proyecto que se trataba de una escuela de arte urbano “Casa Calle”.
Entonces veo que el concejal empieza a reunirse con mucha gente, pidiéndoles proyectos, o propuestas y yo empecé a preguntarme qué pasaba con todo esto. Sospecho que el interés de la municipalidad si era genuino, pero también fue un aporte que nació de la toma de ideas de todos los actores del movimiento urbano de Guayaquil, con quienes tomaron contacto.
Ante esto yo tenía dos opciones: sentarme a llorar detrás de Facebook por el proyecto plagiado, ser la heroína de los niños y que digan que nunca trabajé con los social cristianos o decir no me importa, este proyecto tiene que hacerse ¿Qué era más provechoso, ceder y ver cómo sacar de eso lo mejor o esperar que pase como pasó en Quito, donde pintaron cuestiones modernistas diciendo que eran arte Urbano? Porque ese también es otro problema, sacar una obra del caballete a la calle no es hacer arte urbano, ya que este conlleva unas cuestiones muy específicas.
Pero más allá de que se hayan pintado los muros, lo que yo quería era cambiar las políticas de manejo del espacio público. Sacar o intentar sacar del imaginario de la gente, esta idea de que solo los delincuentes hacían estas cosas en la calle, ya que si una señora de la esquina ve que el Alcalde de su ciudad dice que esto es arte, va al menos a pensárselo y decir que de pronto esto sea cierto. Solo que la gente cree que todo el mundo leyó a X Andrade y que todo el mundo reflexiona de la regeneración urbana, pero lastimosamente hay gente que está contenta con un Alcalde como Nebot. Con Guayarte o sin Guayarte el tipo está diez años en el poder, yo apenas vivo aquí dos, pero la cuestión social cristiana es de más de una década y no sé por qué se enojan con los artistas. Además en esto sí hay un sesgo de dos cosas; uno político en el tratamiento del Guayarte y un sesgo de género contra mi persona total y absolutamente, porque el equipo de Guayarte no soy solo soy yo. Dentro de él están también Luis Fernando Auz y David Cadena , somos los tres quiteños que hemos estado a la cabeza del proyecto. El uno en la parte logística, el otro en la producción y yo en la parte curatorial y de contenido. ¿Pero contra quién se fueron? Contra mí.
Eso fue Guayarte, una iniciativa articulada por varios actores. Además en Guayaquil no se trataba de salir a pintar a raja tabla, se trataba de ver en primer lugar de qué estéticas entraban en la ciudad, yo conozco un montón de colegas, pero no se podían traer acá con cromáticas fuertes, porque la gente no estaba preparada para eso. No digo con esto que los actores culturales se tengan que vender o entablar una relación íntima con los políticos, pero también es nuestro derecho a lo público, es gestión pública de la cultura y no tiene que ver con el partido o alineamiento.
Considero que también la gente se ha ofendido porque yo he dejado de lado la bandera de la autogestión. Yo no digo que está mal la autogestión, pero los artistas y gestores también tenemos emergencias y necesidades que tenemos que cubrir. Tenemos familia y no se puede vivir toda la vida del intercambio de stickers y de la fiesta. El modo fiesta tiene una fecha de caducidad.
Guayarte es el resultado de la sinergia entre actores, investigadores y gestores de arte urbano, locales y El Municipio de la ciudad.
¿Cuál es tu postura frente al trabajo artístico en vinculación con una institución como el Municipio de Guayaquil?
Estoy dentro de la gestión cultural desde que tengo 19 años, ya voy a cumplir 40. He trabajado en todas las condiciones inimaginables; con dinero, sin dinero, de manera autogestiva o gestionada por alguna institución. Con guaguas o sin guaguas y a través de la trayectoria y experiencia recolectada, considero que uno tiene que hacer uso de lo que le corresponde, mucho más si es por una causa por la que se ha venido peleando desde hace tiempo. Yo vengo de la gestión, vengo de la investigación y vengo de la docencia. Ahora estoy trabajando hace un año con la cultura skater, voy a sacar un artículo de historia y proceso del skate en Guayaquil para Tangente, la nueva revista de la Universidad de las Artes. Hemos movido algunos espacios con ellos como el Skateland y seguiremos trabajando, no solo en los mismos espacios, sino en todos los que sean posibles.
La gente no entendió por qué se planteó y se abrió una exposición en el Teatro Sánchez Aguilar, si bien es un espacio donde asisten personas de clase alta, y de cierta manera no había un público del todo empapado, se logró que las actividades fueran pagadas. Imagina que les paguen a los chicos por patinar y por pintar, es todo un cambio de paradigma en una ciudad como Guayaquil, donde la gratuidad del arte se asume como normal.
Pero esto soy yo y estas son mis líneas de trabajo; claras, reales y específicas desde el 2010. Entonces todo lo que se ha generado a través de los periódicos y de las redes sociales es pura cosificación sin fundamentos, como el artículo sin firma de responsabilidad publicado en el Telégrafo. Yo en ningún momento me he aprovechado de los fondos públicos para mi conveniencia, soy una mujer de clase media que todo se ha ganado a base de estudio y sacrificio, ese es mi lugar de origen. Han llegado incluso a tocar temas personales como mi relación y mi maternidad, y eso es inaudito.
En el foro donde se desencadenaron los agravios, porque al momento en que yo estaba haciendo una distinción entre lo que es Grafiti y lo que es Arte Urbano porque eso tampoco se distingue y considero que hay que partir primero desde esa división, Daniel Adoum se paró en medio del foro y me dijo: cállate tú no eres nadie, tú no existes, además vienes con tus hijos al foro. Cuando dijo eso yo perdí la paciencia, porque es mi derecho de ejercer mi maternidad donde yo quiera.
Todos estos problemas se desembocan desde que yo dije que de cierta forma él ha invisibilizado al Arte Urbano en Guayaquil, porque en todas las entrevistas que le hacen es como si fuese el único que se dedicara a pintar murales en esta ciudad y eso no es así. Ya había muchísimas personas trabajando y poniendo el cuerpo, no solo en los espacios de regeneración, sino en las periferias. Todos estos grafiteros que están en Mapasingue, la gente de Mono Sapiens, New Pipol, Maracuya, Liseth Abarca, Plomo, Nkay, Patrimonio Callejero, Toga, Joe y también la gente de la comunidad skate desde el rodar
Finalmente rechazo frontalmente todo tipo de acusación directa o indirecta, una cosa es el derecho a la libre expresión otra a la libre acusación. Ni he tomado fondos públicos jamás, ni he plagiado proyectos porque jamás lo he necesitado, ni tengo que ver con procesos de admisión en la Uartes. No soy responsable de carreras artísticas mediocres, ni soy responsable de voceros de Facebook con delirios de predicadores.
Por ultimo: ¿Qué tienes para decirles a los jóvenes no solo de la Universidad, sino a todos los que desde su trinchera están empezando en el mundo del Arte Urbano en una ciudad como Guayaquil?
Que tiene que seguir, de cierta forma tenemos la ciudad que nos merecemos. La ciudad se hace peleándola, así como los skaters que nadie los ha sacado de los bajos del Banco de Guayaquil porque se han apoderado de ese espacio. La ciudad y lo público no solo es el malecón o un parque cerrado, es mucho más que eso. El espacio público son los muros, las alcantarillas, los mercados. No hay que detenerse, el Arte Urbano necesita sentarse con Nebot, con el Papa, con quien les dé la gana y mediar.
El Arte Urbano a veces sirve para ocultar procesos de gentrificación, no se trata de un ángel tampoco, es un tema que hay que tratarlo políticamente y en toda su dimensión y no es lo mismo que el grafiti. El grafiti es ilegal, efímero y anónimo, no hay más que hacer y de eso sí hay que evitar que en términos semióticos la institución se apodere.
El Guayarte no es un encuentro de grafiteros, eso hay que siempre corregir. El grafiti es un movimiento político que tiene que ver con estar en la ciudad. Saber sobre todo que si al grafitero en Guayaquil se lo ve como un pandillero, no solo tiene que ver con el Alcalde, sino con la idiosincrasia y la dicotomía de alta cultura y baja cultura. De que si expongo en un museo soy genial y si pinto en la calle soy turro y con eso hay que acabar. Un artista puede estar en cualquier espacio y hay que empoderarse de ellos, y no tener miedo de las prohibiciones, que muchas veces están en nuestra cabeza. Si son muchos será complicado que los saquen. Si no ponemos el cuerpo y seguimos pensando en las prohibiciones y no salimos a luchar contra ellas, seguiremos teniendo la ciudad que tenemos: de personas asustadas donde los procesos culturales se estancan y no avanzan.
Lo más importante, recordar que en este preciso momento, mientras nosotros hablamos de Arte Urbano hay gente rodando en su patineta, realizando un trayecto muy aparte de esta charla, ya sea en la ciudad con su propio cuerpo o con un aerosol y eso es lo que hay que rescatar, no dejarse y simplemente seguir .
Entonces para esclarecer todo tipo de situaciones, les invitamos al foro que se realizarán en el Salón de usos múltiples del campus centro de la Universidad de las Artes, en Guayaquil, el día jueves 21 de diciembre de 2017 a las 18:00. Entrada libre.
«Si alguien quiere preguntarme más allá del prejuicio y con coherencia desde los precios hasta el proceso de Guayarte puede asistir al diálogo porque de esa forma se deben hacer las cosas desde el respeto y la verdad, porque así como los grafiteros ponen el cuerpo y se exponen a que los policías les peguen y a otros miles de agravio de esa misma manera yo asumo mi lucha desde la academia yo pongo el cuerpo y doy la cara en los foros y en el trabajo en general»
Si tengo que sentarme con un Alcalde neoliberal de derecha para mediar o intentar cambiar algo yo lo haré, repito: es mi derecho a lo público.