La metamorfosis de H. C.

“She looks like the real thing
She tastes like the real thing
My fake plastic love” 
Fake Plastic Trees – Radiohead

 

La loza sucia y apilada cumplía quince días de aniversario. La cocina exhalaba un olor de gordura y comida estropeada. El cuarto poseía una nube cenicienta de humo producida por los centenares de cigarros fumados por H. C. La joven estaba en una fase desligada. Se desligaba de la vida, se hundía en una reclusión de sí misma y eso le exigía el olvido del Yo, para dar lugar al vacío del no ser más. Todo lo que veía era ausencia – la vida era apenas una espera del fin.

Deambulaba de un lado para otro, aguardando a alguien que se fue y no tenía previsto volver. Estaba dispuesta a eso, sabía que la soledad vendría desde el momento en que decidiera incumplir una promesa y echar afuera la compañía de quien la amó de verdad. El apartamento era pequeño, apenas cabían dos colchones y un viejo sofá donado por la vecina del apartamento de al lado – y eso le hacía imposible olvidar los momentos felices grabados en la memoria de aquel lugar. La última pelea fue capaz de destruir cualquier posibilidad de echarse atrás, y pedir perdón para que la enamorada volviese parecía más doloroso que entregarse a una rutina autopunitiva. La solución estaba en la mesa de al lado: algunos sedantes, jeringas y anestésicos ilícitos obtenidos en la esquina con el proveedor que limpiaba los autos y la consciencia de los culpables. También estaban los cortes, las perforaciones – todo autoflagelo era una forma de liberación; una forma de no pensar en la culpa y el abandono; una forma de encallecer la piel y tornar su superficie indolora para el futuro. Al final, el desenlace era el mismo: la muerte no llegaba y las tentaciones llamaban a la puerta.

Pero aquel día todo fue diferente: ella clamó por su muerte, perforó su pulso, raspó todos los pelos de su cuerpo y nadie apareció. En aquel instante, parecía que ni la enamorada ni mucho menos sus familiares estaban ya interesados en aquel ciclo de dolor. Se miró en el espejo, vio su imagen deprimente, no se reconoció y supo que ya no estaba allí. Se echó desnuda en el suelo de la sala, se tocó para tener la confianza de que ya no era la misma y cerró los ojos. Necesitaba sentirse, tenía que perforarse, debía encontrar a H. C. dentro de sí. La sangre teñía de a poco todo su cuerpo y ella percibía su existencia escapando de la estructura. No sentía dolor y sí una ligereza desconocida. Pensó en la palabra ‘existir’ y sonrió como alguien que comprende una buena ironía. El monólogo interno fue largo y duró el tiempo necesario de la transición de H.C.

Meses después la enamorada regresó, abrió la puerta del apartamento y percibió una cantidad enorme de cabellos por todo el lugar. Llamó a H.C., pero nadie respondió. Exploró el pequeño local y la enamorada no estaba. Hasta que un mensaje grande en la pared, grabado con sangre, atrapó su atención:

            «La maniquí de al lado fue lo que quedó de mí».

Texto: Lisa Alves
Traducción: Darío Zalgade
Imagem: Karen Nadine 

 

::::::::

A louça suja e empilhada fazia aniversário de quinze dias. A cozinha exalava um odor de gordura e comida estragada. O quarto possuía uma nuvem cinza de fumaça produzida pelas centenas de cigarros fumados por H. C. A jovem estava em uma fase desligada. Desligara-se da vida, afundara-se em uma reclusão de si mesma e isso exigia o esquecimento do Eu, para dar lugar ao vazio de não ser mais. Tudo o que via era ausência – a vida era apenas uma expectativa pelo fim.

Perambulava de um lado para outro, à espera de alguém que se foi e não tinha previsão de volta. Propusera-se a isso, sabia que a solidão viria desde o momento em que decidira descumprir uma promessa e jogar fora a companhia de quem a amou de verdade. O apartamento era pequeno, mal cabiam dois colchões e um velho sofá doado pela vizinha do apartamento ao lado – e isso a impossibilitava de esquecer dos momentos felizes registrados na memória daquele lugar. A última briga foi capaz de destruir qualquer possibilidade de recuo e pedir perdão para que a namorada retornasse parecia mais dolorido do que se oferecer à rotina autopunitiva. A solução estava conservada na mesa ao lado: alguns sedativos, seringas e anestésicos ilícitos obtidos na esquina com o fornecedor que lavava os carros e a consciência dos culpados. Também havia os cortes, as perfurações – todo autoflagelo era uma forma de libertação; uma forma de não pensar na culpa e no abandono; uma forma de calejar a pele e tornar a superfície futuramente indolor. No final o desfecho era o mesmo: a morte não surgia e as bajulações batiam à porta.

Mas naquele dia tudo foi desigual: ela clamou pela morte, perfurou os pulsos, raspou todos os pêlos do corpo e ninguém apareceu. Naquele instante, parecia que nem a namorada e muito menos seus familiares estavam interessados mais naquele ciclo de dor. Olhou-se no espelho, viu sua imagem deprimente, não se reconheceu e sabia que não estava mais ali. Deitou-se nua no chão da sala, tocou-se para ter fidúcia que já não era mais a mesma e cerrou os olhos. Necessitava sentir-se, carecia perfurar-se, devia encontrar H. C. dentro de si. O sangue tingia aos poucos todo o corpo e ela percebia a existência escapando da estrutura. Não sentia dor e sim uma leveza desconhecida. Pensou na palavra “existir” e sorriu como alguém que compreende uma boa ironia. O monólogo interno foi longo e durou o tempo necessário da transição de H.C.

Meses depois a namorada regressou, abriu a porta do apartamento e percebeu uma quantidade extensiva de cabelos por todo o local. Chamou por H. C., mas ninguém respondeu, explorou o miúdo local e nada da namorada. Até que um graúdo recado na parede, registrado com sangue, fisgou a sua atenção:

               “A manequim ao lado foi o que restou de mim”

 

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: