Toda selección es una muestra abierta, en este sentido, podemos hablar de la presente como algo inconcluso, como una estrategia de revalorización, de rescate de lo olvidado, o parafraseando a Ricardo Piglia «una intervención abierta en el juicio de valor cuestionando jerarquías olvidadas». Jessica Sánchez (1974) lo llama la «restitución de lo silenciado» desde el punto de vista de la crítica feminista, que, para ella, «exige algo más que la simple inclusión de las escritoras en la historia literaria», lo que conllevaría a «hacerse preguntas que reestructuren y reescriban todas las disciplinas». Sin embargo, en sintonía con su proposición, habría que tener en cuenta dos comentarios, uno de Bloom y otro de Egleaton: el primero sobre la desvinculación de expectativas ideológicas, aunque el feminismo que nos refiere Sánchez no solo competa a estas, incluyendo «la mirada diversa, pluri-racial y étnica, desde la mirada y crítica feminista»; en el caso de Egleaton declara que «un poema es una declaración moral, verbalmente inventiva y ficcional en la que es el autor, y no el impresor o el procesador de textos, quien decide donde terminan los versos, la que sugiere códigos y prohibiciones, severas constricciones, comportamiento civilizado, y rigurosas distinciones entre lo que está bien y lo que está mal», en conclusión: la moralidad tiene que ver con el comportamiento; no sólo con el buen comportamiento. Bloom se refiere en general al «fraude del conocimiento». En otro de sus libros, en Anatomía de la influencia, este autor dice que «practicar la crítica propiamente dicha consiste en reflexionar poéticamente acerca del pensamiento poético». Y aquí Ricardo Piglia entra con buen tino al afirmar que «los escritores son los estrategas en la lucha por la renovación literaria. autobiografía ideológica, teórica, política, cultural», lo que nos remite a lo que María Corti opinaba al respecto sobre «el escritor como productor de textos y eso le confiere un conocimiento interno de las obras, cuando e escritor que escribe crítica —o la practica— tiene una competencia por encima del crítico». Piglia agrega que «quien escribe suele estar enmascarado por el método. ¿Desde dónde se critica? ¿Desde qué concepción de la literatura?»
En casi ochenta y cuatro años, desde el nacimiento de Juan Ramón Molina (1875-1908) hasta el nacimiento de María Eugenia Ramos (1959), solo dos poetas, Clementina Suárez (1906-1991) y posteriormente Ángela Valle (1927-2003), quien ganó el Primer Premio de Poesía Juan Ramón Molina, auspiciado en 1967 por La Escuela Superior del Profesorado “Francisco Morazán”, habían sido las únicas cuyas obras habían sido incluidas dentro de los estándares de calidad o valía literaria. En el caso de la poeta Valle, Andrés Morris se refiere a su poesía como «un libro interesante y valioso y diferente de la gran poesía hondureña del momento» y le augura un futuro a «El picapedrero» entre «lo más importante de la época». En el caso de Clementina, me aventuro a considerarla, que, de estar aún con vida, sería acreedora del Premio Reina Sofía u otros igualmente importantes de la lengua castellana. En el caso de María Eugenia Ramos, Clementina Suárez se refiere a su ópera prima: «Porque ningún sol es el último (Ediciones Paradiso, 1989), marca, pues, el inicio de un luminoso itinerario por los fértiles dominios de la poesía hondureña». El poeta, ensayista y editor Rigoberto Paredes (1948-2015) lo consideró «motivo de alegría para quienes hemos apostado por una creciente diversidad de voces y un continuo afinamiento cualitativo dentro del proceso de desarrollo de la expresión poética en Honduras». Ramos, a sus 30 años de edad, fue vista con buenos ojos por los poetas consagrados como una evolución hacia la poesía del «posvanguardismo» -como sugieren sus lecturas que sirven de epígrafe a su único libro-. En la actualidad las nuevas generaciones la reconocen y se identifican con su obra.
Durante casi cien años la misma teoría, la mayoría de las veces mal digerida, y los mismos críticos literarios de Honduras olvidaban la acepción más importante de la raíz etimológica de poesía, proveniente del griego poeisis, que significa «creación» o «producción». Descalificaban no a obras sino a escritoras. Rigiéndose por el espíritu agonista griego de la competición y por teorías románticas y empíricas. Ejemplifico: al leer «Mi amada es como una rosa encarnada» la aceptación de los «burócratas de la literatura», como les llama Piglia, habría sido consensuada y aceptada. Pero como todo menciona Harold Bloom «La ansiedad de la influencia existe entre poemas y no entre personas», podríamos, intencionalmente crear ese diálogo o esa otra interpretación poética: «Mi amado es como una espina doblegada» supongo hubiese escandalizado a los escritores. Una acotación importante es reconocer que en las denominadas generaciones literarias rara vez, aunque sospecho como inexistente una que haya incluido a una mujer. Ahora, podemos percibir poemas que oímos enunciados como agudos o sardónicos, afligidos o despreocupados, empalagosos o agresivos, iracundos o histriónicos, y todo esto, según Egleaton, es lo que queremos decir con el término «forma». Bloom agrega otros términos que se relacionan o entrecruzan con la emoción literaria: sonoridad, ritmo, textura, tono, modo y altura, intensidad y cadencia, así como en sus diferentes temas y en las muy variadas formas de considerar qué es un poema y cómo debería serlo. No obstante, esa serie de adjetivos citados por Egleaton es lo que ha servido a la «crítica hondureña» para descalificar o silenciar a autoras y autores: Juana Pavón (1945) podría figurar como un ejemplo, sin embargo mito y escritura se funden para reconocer lo que Egleaton define como forma.
Ahora bien, hay trabajos elaborados en Honduras que constituyen verdaderas proezas por la visibilización de la literatura hecha por mujeres (hay que acotar que muchos escritores también han sido silenciados y generaciones posteriores han sido quienes los han redescubierto), como Honduras, mujer y poesía. Antología de poesía hondureña escrita por mujeres (1865-1998), por Ada Luz Pineda de Gálvez, en 1998; Golpe y Pluma: Antología de poesía resistente escrita por mujeres (2009-2013), por Lety Elvir (1966), 2013 y Women’s poems of protest and resistance. Honduras (2009-2014), en 2014, también por Lety Elvir teniendo como editora de traducción a María Roof; Las de Hoy, Selección de Poesía, por Anarella Vélez, Tegucigalpa, 2014. Anarella Vélez (1956) es historiadora y escritora y actualmente es quien ha asumido con constancia la visualización de la escritura por mujeres, además de ser una de las gestoras e incentivadoras para que no cese la producción poética y narrativa hecha por mujeres. Cabe destacar el papel que jugó Amanda Castro (1962-2010) y Rebeca Becerra (1969) en la difusión de literatura femenina como masculina con la revista Ixbalam, publicando 15 libros y 4 números de la revista. También jugó un papel importante en la difusión de las letras más jóvenes Mayra Oyuela (1982) cuando fue parte del colectivo Paíspoesible, además de ser quien más destaca de los nacidos en los ochentas.
Para entender la crítica literaria feminista podemos decir que es aquella «que estudia la ideología que informa el canon literario y los intereses a los que sirve. Atiende a la parcialidad del relato histórico o del valor estético. Presta oído a los silencios» (Jessica Sánchez). Y esta muestra es solo eso: una muestra, abierta, para que los lectores y las lectoras interesados se acerquen a la poesía hondureña y puedan por sí misma descubrir y redescubrir otras autoras según la época y condición que les tocó vivir, que, como dice Bloom «La estructura de la influencia literaria es laberíntica, no lineal». Aquí la muestra con las «habitaciones propias» de cada autora.
CLEMENTINA SUÁREZ (Juticalpa, 1906—1991) Multiplicada Antes quería ser, quería ser yo. Ahora quiero ser, quiero ser todos. ¡La garganta oprimida! ¡La mirada ciega! Antes quería ser, quería ser yo. Ahora quiero ser, quiero ser todos. Rebeldía No he venido al mundo para llorar. No es con lágrimas que se obtiene la alta dimensión del hombre. No es a que me maltraten ni a que me humillen. No me arredra la lucha por más encarnizada que ella sea. Afianzada tengo el alma a un rojo encendido de fuerza que puede maldecir pero jamás humillarse. No importa que pretendan negar la luz de mi destino, que rompan despiadadamente el encaje del sueño, que destruyan el azogue de mi espejo, que me sumerjan en la noche sin adioses, que con saña me nieguen el pan, la sal y el agua. No esperen que por ello me doble dócilmente, aunque la carne sea siempre la carne mis entrañas ya casi son de acero. Mas lo que así pretendan que por mí no teman que haría falta para ello desconocer que yo aprendí a cantar con las palabras justas. Y que he encontrado la verdad en la médula de mis huesos y que por eso marcho a espaldas de la aurora como si ella misma naciera en mi costado. Ignoran acaso que en el recinto de mi pecho he dejado entrar el universo y que tengo como cumplido deber gozoso amar la justicia, la lucha, la esperanza y afianzare a ellas con mi corazón, mi canto y la vida misma. Y que por ello en todo tiempo para mi sueño es la primavera, la tierra toda florece y adelante para mí su simiente milagrosa. Sin negarme jamás a sangrar, hasta dejar como caños vacíos las venas, dislocarme de espanto en horas tormentosas, rodar como un animal herido, saborear mi saliva como si fuera una fruta, tocar sonámbula mi propio esqueleto, acariciarme yo misma a fuerza de sentirme tan desgraciada. Pero eso no será nunca estar vencida ni naufragada en ningún planeta. Será acaso como estar momentáneamente cansada de un largo viaje... para empezar el nuevo día con más violencia. Pues hay que saber que cuando el pecho casi estalla, el dolor es su única defensa. Además qué triste sería ser invencibles únicamente por el miedo a sufrir. Mi pecho abierto a los cuatro costados se viste, se desviste, anda y desanda los caminos y jamás se protege del desamparo. Él sabe que sería risible disfrazarse con máscaras, que solo hay una forma segura de ganar el combate y es entrar en él con el cuerpo descubierto pero con plena decisión de pelear hasta ganar o perder. Que vivir es seguir viviendo, buscarse minuto a minuto, hasta encontrar la voz servidora que nos permita dar el mensaje de lo verdaderamente eterno. Yo sé que atrás se quedará mi rostro pero que mi voz estará siempre en el alba, que no hay tumba para la férvida palabra y mucho menos para el canto que va de boca en boca. Que este es un frágil milagro de inescrutables designios, una belleza que se acrecienta cada primavera y una eternidad que se levanta del mismo cadáver para no morir nunca. Combate Yo soy una poeta, un ejército de poetas. Y hoy quiero escribir un poema, un poema silbatos un poema fusiles. Para pegarlos en las puertas, en las celdas de las prisiones en los muros de las escuelas. Hoy quiero construir y destruir, levantar en andamios la esperanza. Despertar al niño, arcángel de las espadas, ser relámpago, trueno, con estatura de héroe para talar, arrasar, las podridas raíces de mi pueblo. La tinaja Tu boca es tan fresca como una tinaja de barro; en ella pego los labios con una sed insaciable. Pero a veces tengo un gran deseo de volcar toda el agua, para llenarla de tierra abonada. Y sembrar —en esa tinaja— la albahaca olorosa de mi amor. Conjugación Tu cuerpo sobre mi cuerpo. De pronto, me siento florecer... ÁNGELA VALLE (Comayagüela, 1927- Tegucigalpa, 2003) La muerte del picapedrero La mujer del picapedrero retorna ya del cementerio… más encorvada todavía y vestida toda de negro, cubierta desde la cabeza con lindo chal de terciopelo que le dieron por caridad al ver su luto, en señal de duelo. Cuando murió el marido anciano bajando una piedra del cerro Algo se le rompió en el cuerpo, una hernia, un tumor o absceso; ¿y quién podría asegurarlo si no lo ha visto ningún médico? Los hijos, hombres ya, los nietos, todas las nueras y bisnietos, chicuelos éstos como otros muchos, ventrudos, menos carne que huesos, hicieron grupo numeroso y fueron, tristes a traerlo… Entonces se llenó la casa de vecinos nuevos y viejos… De señoras bien arregladas y muy compuestos caballeros. de lavanderas y oficinistas, de estudiantes y obreros, para rodear en el velorio a aquel inofensivo viejo… Hasta el poeta recordó haberle hablado en algún momento y envió, pues, a su mujer también, vestida de blanco y negro. Yo estaba allí… La noche era de diciembre y ardían miríficos los luceros; iba contigo, temblorosa, y muy unida a tu silencio. Arriba, estaba el cielo clarísimo centelleante, como cubriéndonos, y la casa de los dolientes en la propia falda del cerro… Alguien había pensado de pronto en luz eléctrica para el muerto… Otro surgió con una bandeja de pan y tazas de café negro… Y en la esquina de la sala estaba tendido el picapedrero en un cajo de pino humilde, sin vidrio, para no verle dentro. Rodeado de flores hermosas, de parientes que lo sintieron y comprendido por los vecinos ahora que ya estaba yerto, él, un ciudadano humilde, pobre, tenaz, sencillo obrero, que jamás pudo reunir bastante para techar su hogar con asbesto. Su mujer, su fiel compañera, su viuda luce terciopelo, Mas no porque lo haya comprado, porque por lastima se lo dieron. Pasó este hombre por nuestra tierra y su salario no fue en aumento. Cruzó la vida y su compañera sobrellevó pena y tormento. ¿Acaso hay pena más amarga que la de no tener sustento y más tormento que no avanzar aunque se luche con denuedo? La noche de diciembre es taba como anunciando un cielo nuevo, como ofreciéndonos esperanza a ti y a mí y a otros. Y fueron nuestras palabras cariñosas acaso el pésame más sincero que se presentara a los dolientes, familia del picapedrero. Crecen los árboles que siembra el hombre y se cunden de frutos nuevos. Crecen los hijos, sueños del hombre, huesos nacidos de sus huesos. Crece en su pecho la amargura de ver lo negro de su destino, si sus afanes no corresponden a sus anhelos… crece el dolor cruel hierba amarga y se posesiona del cuerpo y hace presa de los que amamos, invencible, voraz, artero, y el hombre insiste, como este muerto, y arranca grandes rocas del cerro… Pero no crecen en sus manos monedas para su sustento ni ve crecer, con su trabajo, la grata sombra de su progreso… Eso pensábamos… Ya otro día, cuando iban todos para el entierro, vi que de pronto el carro fúnebre que llevaba al picapedrero se detuvo bajo unos árboles. Me sorprendí de sólo verlo. Y es que la mujer del poeta, no queriendo ir al cementerio, hizo alto a la procesión fúnebre, bajo con apresuramiento… Nadie se opuso. Y yo pensaba: los pobres ¿no son también muertos? ¿Acaso un entierro humilde no merece también respeto? Estos pobres, ¡Oh Nazareno! Los hijos de tus sufrimientos. Afición Sobre algún engramado de mi tierra hay una oncena popular jugando. Uno de ellos es mío. Yo lo amo con todo lo mejor que mi alma encierra. El, con su torso de apolínea estampa, hace girar veloz balón al viento, entrecierra los ojos con un gesto peculiar y muy propio. Yo lo quiero. Ese es mi querer. El que detiene la pelota sobre la portería. Su cabello es rebelde. Flota inquieto. Su agilidad se impone. Va y viene. Yo estoy enamorada del portero, El más apuesto, el de los ojos verdes… JUANA PAVÓN (Choluteca, 1945) Deseos irreverentes Cómo me hubiera gustado estar en la cama con Walt Whitman, beber en las cantinas de Malcom Lowry o “Bajo el Volcán”. Procesar a mi manera a Franz Kafka. Observar sigilosa y detenidamente a Francis Bacon. Estar con Salvador Dalí en una tarde de toros y tocarle el trasero mientras pensara en Gala o en Federico García Lorca. Cantarle a Pablo Neruda mis poemas de amor y otras canciones desesperadas, repetirle “De Profundis” con todos mis secretos sexuales a Oscar Wilde y a su amante maldito. Cómo quisiera estarme riendo junto a Baudelaire con mis quince años en su cama. Tal vez me hubiera gustado cogerme a Hitler, a Calígula a Napoleón, a vos y a otros hijos de la gran puta. Filmar con Pier Paolo Passolini un Decamerón diferente. Estar acariciando y besando a Rabindranath Tagore. Hablar de amor con Juan Ramón Molina. Condenar sin clemencia a los Jesuitas Pederastas. Echarle en cara a Marlon Brando, el no haberme conocido. Perseguir a Felipe Buchard, a Ezequiel Padilla y a Simón, de cantina en cantina. Juana La Loca (Emulando a Federico García Lorca) Estoy loca porque nadie podrá darme distancias, ni límites, ni futuros eso sólo yo puedo dármelos. Quiero que todas se enteren que estoy loca por no encontrar lo que yo buscaba. Lo busqué debajo de las piedras debajo de las raíces de la médula del aire y lo que encontré fue la verdad de las cosas equivocadas. Por eso estoy loca por no poder irme con el primer paisaje y volar mezclada con el amor el vuelo de siempre sobre mi lecho vacío. Por querer mi libertad mi amor humano, porque la aurora llegó y no la recibí en mi boca. Porque aquí en mi locura no hay mañanas ni esperanzas posibles sólo ese rumor de suicidio que anima mis madrugadas. Porque tengo océanos de ternura para aquellos que arrugaron mi corazón de niña y me negaron una vida más digna. Sí, estoy loca porque amo a Tchaikovski Jacobo Cárcamo Roque Dalton y a Morazán. Porque amo la luna el sol, las estrellas la música y las montañas. Porque amo a pucho a los niños a Walda y a Pink Floyd. Estoy loca porque me alimento de muerte y miseria en el guaro. Porque amo a Dios y admiro a Marx porque amo la paz de los cementerios. Mi locura señores es encontrarme pequeñas criaturas enterradas bajo pedazos de cartón Federico decía estos niños cuando se levantan parecen golondrinas con muletas. Esa es mi locura contrariar a chicos plásticos que leen Vanidades, Cosmopolitan y “Nuestra Tegucigalpa” Mi locura está en el humo asfixiante que me da la zona peatonal y el dolor cansado e infinito que me dio la calle real. Estoy loca porque salpicaron de lodo mis pupilas límpidas mientras esta agonía de dolor siempre quiere acostarse conmigo. Sí, estoy loca de dolor de amor de rabia por mi impotencia por mi resistencia de cucaracha por los gemidos que golpean las ventanas de mi alma. Estoy loca por hacer rabiar a las señoronas ignorantes cada vez que sus maridos cornudos fijan sus ojos en mis tetas caídas sin sostén Que se enteren que mi locura sienta sus bases en decir casi siempre lo que pienso y si a veces callo es por no herir susceptibilidades o por consideración — ¡Qué esfuerzo Dios mío! — Estoy loca por desenmascarar a la gente y su indecencia por corruptos ladrones asesinos explotadores vende – patrias y sobre todo porque odio los prejuicios de aquellas y aquellos que sólo saben señalar mas no ven el tumor que tienen en la próstata y vagina. Por todas esas cosas que sé y me callo es que estoy loca. ALEJANDRA FLORES BERMÚDEZ (Tegucigalpa, 1957) Por la vereda Por la vereda va una mujer cargando frutas en una canasta Por la vereda van las frutas cargando a la mujer que lleva una canasta Por la canasta pasa la vereda y una mujer que vende frutas Por una fruta pasa el campo lleno de árboles adonde hay una vereda Por una mujer pasa la vereda cargada de frutas y montañas En la canasta hay leña y humo y hombres y mujeres que tejen cestas y ven hacia las montañas Por una montaña hay una vereda llena de mujeres que carga frutas Por una mujer crecen las veredas las frutas, canastas e inmensas montañas... MARÍA EUGENIA RAMOS (Tegucigalpa, 1959) Elegía No mueras, te amo tanto. César Vallejo Aunque sea igual que siempre y quisiéramos decirle a un ser humano "hermano, te amo tanto" cuando ya no puede escucharnos; aunque la impotencia nos convierta en árboles vacíos igual que si un rayo nos tocara, quién sabe cuánto tiempo andaremos buscando, regando los rincones como si esperáramos que germinen semillas, hasta que un día nos deslumbre la certeza de que ellos están vivos y nosotros somos los muertos. El otro lado del mar Vos te fuiste en agosto y no supiste nada de la estrella que me bañaba por dentro, ni de las multitudes que de noche me quitaban el aire para respirar. Vos te fuiste en agosto y me dejaste armando situaciones, patentando rompecabezas y resolviendo problemas de ajedrez para seguir amándote. Porque creo en mi pueblo estoy en guerra. Porque creés en tu pueblo estás en guerra. Porque estamos en guerra me enamoré de tus virtudes y vos de mis defectos. Supe que hacer la revolución es ser paciente para anudar uno tras otro los recuerdos difusos, las conversaciones inconclusas, los silencios rotos, el agua derramada, los años perdidos, la tierna infancia, el trabajo duro. El amor. Simplemente. Te quiero. Me da lástima sólo que no sepás que con todos mis defectos, y aunque resulte paradójico, estoy mucho más cerca de mi pueblo para encender las puntas de su estrella AMANDO CASTRO (Tegucigalpa, 1962-2010) Éxodo Todo se había vuelto un Profundo silencio —un caos como al principio— Bajo una piedra se hallaba la placenta de la vida que podrida como estaba hizo surgir a Odosh’a el espíritu del mal Xibalbá —la casa de los cuchillos— —la casa de los tormentos— Los seres de maíz empezaron a pelearse entre ellos y fue así como nació el odio y el llanto En la casa de los murciélagos la sangre del maíz se transformaba en vísceras humanas En la casa de los espejos los hombres se arrancaban los ojos con las manos —Odosh’a les enseñó a matar y Odosh’a estaba alegre— No lloren por mí Cuando el velero blanca de mi calmada paz y la melancolía se aleje del puerto con camino infinito y sin retorno no lloren por mí que la muerte me ha dado el descanso y con sus tiernos brazos me muestra el camino de la luz hacia la aura que la muerte me lleva consigo a conocer los secretos fantasmas de sueños insomnes que tanto dolor provocaron en vida que no llore mi madre porque con nuestros muertos estoy de regreso desnuda y contenta de la mano del hombre que decidió ser mi padre y su amor que los abuelos me aguardan para contarme los cuentos de antaño que no pude escribir que no llore mi hermano porque él me vio en la montaña perderme en la lluvia buscando un camino que llevaba al mar que recuerde mi risa confundida entre los granitos de arena que cantaban los niños de nuestro viaje río arriba descubriendo el amor que no lloren mis niñas tres hebras de la misma madeja que hilvanan el cielo y el mar el viejito lleno de amor que no llore nunca porque voy contenta que no llore mi amante compañera tierna mi bastón mi mano mi pluma cuando no he podido escribir mi amor cuando no he podido amar mi vida cuando no he podido vivir que no lloren mis amigos porque ellos ya conocen de mis amores con la muerte y no les sorprende el dolor que recuerden mis versos y que beban lo que no pude cuando apenas y se distingan mis cenizas entre las aguas o el viento de un templo en Copán que no llore nadie que quemen incienso alzando las copas que me voy contenta para Xibalbá que no llore nadie. La mama Alta y de piel oscura grande mitológica peleadora y tierna era la mama sus ocho hijos todos aprendieron a leer a creer en dios a entender lo que su madre amaba ellos todos con título de secundaria profesores secretarias todo por aquellas manos carrasposas agrietadas por los años de la angustia y el abandono -aquellos hombres que prometieron ayudarte y se marcharon- todo por aquellas manos rajadas con el olor putrefacto -lugares donde ella buscaba el pan- limpiando pisos limpiando servicios limpiando todo por un pan para sus hijos porque sus hijos fueran a la escuela porque tus hijos fueran alguien por darles lo que vos nunca tuviste una cama en lugar del petate una casa en lugar del cuartito maltrecho una vida en lugar del tormento Mama ¿no te das cuenta? cambiaste el curso del sol con tus manos con tu enorme cuerpo lacerado El sol en tu frente cuesta abajo cuesta arriba de vuelta al trabajo asegurando el futuro en tus manos (las mismas que hacían la ropa más simple del universo) -el amor encerrado en un cuerpo de mujer- Mama no te das cuenta cambiaste el curso del sol REBECA BECERRA (Tegucigalpa, 1969) Soñé que de mis manos brotaba la vida Soñé que de mis manos brotaba la vida, Los hombres y las mujeres Se levantaban con el polvo a construir el mundo. Perdía la pena el viento, la sal, el agua, la tierra, Y se mudaban a vivir en mi sangre, en mi corazón marino, en mi pelo austral. —La tierra toda en el hueco de mi mano, nada para morir hoy. Venían soñando los nombres —veleros de la aurora. La palabra completa venía a decirle amor a mis ojos. Olvidó la lluvia su lejana espesura, el camino los pasos —lengüetadas de fuego sobre la noche. El eco abandonó la voz que golpeaba mi boca a la orilla del tiempo. Soñé que era una parada del silencio infinito, nacida dentro de mí, como un grano de arena. 5 Otra Camila, de un lugar lejano, con sus manos tejió una cesta. Los limones viejos se deslizan por los caminos que ha trenzado el viento. Entran en la cesta como en una cuna y se quedan quietos, como niños tiernos. Volverán otro día en forma de semilla, se alimentarán de la tierra. Volverá otra vida, otros limoneros a revolotear sobre otro pelo. ARMIDA GARCÍA (Tegucigalpa, 1971) Abrazame como raíz sedienta. Guardate en mí. Buscame igual que el horizonte, que dobla la espalda para encontrar las piedras. Mirame. Que si me mirás sé que nuestro amor es fuerte como la tierra. nudo ciego XVIII Pero la soledad no se marchó fue sólo que ya no pude volver a tocarla. DENISE VARGAS (Tegucigalpa, 1972) Extensión terrenal ¿Cuánta tierra necesita el hombre? Tolstoi Mi cuerpo cabe completo sobre esta franja de césped que separa tu tumba de la de alguien que nunca conociste. A la altura de mis ojos, tu apellido entre dos fechas imborrables. ¿Cuánta tierra necesita el hombre? La necesita toda, porque un jueves a las tres de la tarde guardarán sus huesos a la par de un extraño, y no es posible que quepa en ese hueco tanta vida. En el supermercado Este martes como toda la vida terminé de llenar mi carreta con las pequeñeces del supermercado. Al salir, aquel niño que vendía fresas en la acera se había convertido en hombre. Lo vi de pronto, en el mismo lugar, con la cesta de fresas aplastando su infancia. Bajo techo, entre cuatro paredes las lámparas dan siempre la misma sombra, y la vida pasa mientras empujamos las décadas con la carreta del supermercado. JESSICA SÁNCHEZ (Lima, Perú, 1974) Puntos cardinales Tengo una seria imposibilidad de levantar mi vista hacia el norte Me abruma, me entristece, me aprisiona. Descubro que no puedo con tanta muerte Latiéndome aún entre las venas No con tanta Centroamérica encima No con tanta América Latina en las sienes Para mí, que desde pequeña he tenido problemas de lateralidad Y por ende de ubicación, el sol puede salir por cualquier lado En cualquier dirección. No es posible, me dicen… Recurro entonces a la prístina memoria Esa que no me falla Y mis ojos se llenan de mar, de arena, sal antigua y Caribe Descubro que mi corazón no puede saber el norte porque tiene una irredenta… profunda y rabiosa miopía que me aferra implacable hacia el centro. Corazón Esta noche decidí abrir mis manos y hurgar mi pecho apartando las costillas que me estorban, para poder ganarle la batalla al insomnio y así extraer mi corazón sangrante que palpita acompasado y suave como el mar. Me coloco en posición fetal y lo atraigo hacia mí, pegado a mi oreja rojo brillante, mientras lo escucho latir... y me adormezco acurrucada en la cálida paz de la inconsciencia. Más tarde sabré que no he soñado porque mi corazón duerme y soy yo la que palpita desde el exilio de los sueños. VENUS IXCHEL MEJÍA (Tegucigalpa, 1979) Arquetipo o Geografía del Hombre Perfecto Si tan sólo tuvieras las ojeras de Poe o el índice admonitorio de Aleixandre; en el ceño una estaca de noche de Salarrué; la eléctrica cintura, latigazo claro de la esperma de Neruda; apetitos siniestros de Baudelaire; promiscuidad y lunares de Byron; catarro de Bécquer y su oscura golondrina; fulgor de los ojos, bohemia de Rimbaud; acaso las bifurcaciones de los senderos de Borges y los dedos y vientre con sabor a pan de Benedetti; Dolce Stil Novo y nariz de Dante; estrabismo y ludomanía de Cortázar; fatalidad de Sabines; escatología y estoicismo de Kafka; ceguera obstinada y peplo de Homero; albatros y adjetivos de Huidobro; verde carne y ojos de fría plata de Lorca; ortografía y panteísmo de Jiménez junto al parnaso y esnobismo de Darío; el bigote ensortijado de Molina; la senda del exceso de Blake; en fin, la furia contenida y el bálsamo purificador de la palabra, solo así nacería de nuevo en los alcores de viento de tus sábanas. Diosas Emulando a Ezra Pound. Como diosas emergen de la sombra desmantelan la realidad ajenas al olvido diosas fuertes como gemidos absolutas irreales con sus cuerpos de cisne como diosas sirenas de marinos circes de cerdos de odiseos con sus cuerpos de morsa en celo diosas como ecos de narcisos en un prisma enmudecido se revelan ante nuestros ojos cómplices de la derrota diosas de azafrán y tomillo copal y candela fogón encendido arena reloj de trigo diosas Ixchel de lunas canciones de cuna mar en pleno naufragio presagio de una herida mortal dichosas mientras levantan con sus cuerpos los altares de las deidades que las han oprimido diosas clítoris temerarios de la razón de la sinrazón del dolor parto perenne sus vidas multiplicadas ocultas en el anonimato del engaño sus frentes altas como diosas nos están mirando nos siguen iluminando el porvenir. MAYRA OYUELA (Tegucigalpa, 1982) Vi a una mujer emerger de la piedra vi a la piedra emerger de la mujer vi su furia de tierra su fuga de arena su derrame de viento nostálgico. Vi la distancia entre ambas el abismo de los siglos la mueca torcida en el golpe seco de los confines. Vi la tribulación, lo cíclico de un mundo brotado de la tierra. Pero la piedra que brota de una mujer sabe vencer las masas de tiempo que la acongojan, sabe lijar la fe del agua que labra la hendidura. Para que sangre la piedra primero debe sangrar la mujer para que sangre la mujer primero debe comer de la tierra su partícula más imperfecta y así parir hombres húmedos que surjan de su polvo. A Berta Cáceres y olvido el agua del primer instante Ahmad Al—Shahawy En mí las aguas que recorren la ciudad: agua subterránea etérea que desdibuja el paso de las gaviotas. Agua eterna que labra la roca difusa agua que rompe en aguas. Dramática agua que come polvo y recorre espaldas. Agua que tatúa flores en las manos desbordada. Agua que limpia el barro de mis botas. Acá toda el agua: agua de miedos de ahogos de tinieblas. Agua que aniquila y bebe de sí misma agua simplemente agua viva o muerta. Agua Zarca. Agua que sangra agua. KAREN VALLADARES (Tegucigalpa, 1984) En las horas más aterradoras de la noche Yo no voy siempre solo al fondo de mi mismo Sino que a veces llevo a otros seres conmigo. Jules Supervielle A Sonofelet Yo me hundo siempre dentro de mí, en la hora más aterradora de la noche. Donde todos duermen y sólo yo alzo la voz al cielo, ahí es donde nadie quizá me observa. Yo me hundo siempre dentro de mí, buscando quien sabe qué cosa, el amor, el odio, la resurrección, la peste, la espera, el peor poema que he escrito muchas veces hasta el día de hoy. Quizá busque la mirada como fuego y que en lo más hondo la cursilería sirva de burla para cualquier buen verso, hoy le ha dado por llover, por inundarse calles y avenidas, por encerrarnos en las casas o quizá salir a salpicar charcos de lodo y embarrarnos los zapatos hasta el tobillo. Yo me hundo siempre dentro de mí, hasta la más profunda gota de mí, para encontrarme desvalida, entera, partida en dos en tres o en cuatro. Me encuentro para alguien que descifra los alfabetos de mi cintura. Esta es mi casa A Carmelina Mejía Mejía In memoriam Esta es mi casa, un par de viejos objetos le sirven de adorno: 2 personas que viven conmigo, otros que llegan a visitarme y que pronto se van. Así como me iré yo en cualquier momento que la muerte lo decida, o la vida misma también lo decida. Esta es mi casa, la que me habita, de sombra en sombra, de hijos a hijos, de los vecinos, de nadie. Esta es, no hay duda alguna, aquí reconozco los metederos del atardecer, o la llegada de la luz insinuando la mañana. Mientras, remiendo cualquier cosa para distraerme de mis molestias y la de los demás. Y pienso que los años me han caído de un sólo golpe. Me desmorono a veces. O vivo. Con una sonrisa que atraviesa la mirada de los míos. Esta es mi casa, no importa lo grande o pequeña o lo sencilla que sea. Aquí ando, cubriendo cada rincón con mis pasos y mi voz, dejando enmarcado el fantasma de mi presencia. Así me sentirán más cuando me vaya. Esta es mi casa, la reconozco paso a paso, no temo de ella, ni ella de mí; esta es, y no la reconozco por su color verde, son otras cosas las que me identifica: son todos los años en ella, son todas las cosas que he juntado en ella, son todas las palabras que han sepultado aquí, soy testigo de que es mi casa desde donde yo quiera y como yo quiera, soy testigo de mis cosas, de mis hijos, otra vez, de mis dolencias, de las estaciones del tiempo que se aproximan a mis ojos tibios. Soy testigo de tantas cosas, pero, sobre todo, soy testigo de que esta casa me habita y no porque yo viva en ella. NINCY PERDOMO (Yarumela, 1987) ¿Cuándo me validarán ante ti, madre? ¿Cuándo me validarán ante ti, madre? ¿Cuándo cesará tu llanto como rumor de hojas de otoño? ¿Cuándo me dirás “Sos libre, Ya no quedan grilletes, Seguí tu camino?" ¿Cuándo acabará el despedazar la certeza de mi movimiento Contra tu rostro afligido? ¿Cuándo sonreirás de nuevo conmigo? ¿Cuándo platicarás y caminarás Hacia blancas mañanas perfumadas de hierba silvestre? ¿Cuándo aceptarás sin ningún dolor Que no soy tu reflejo? Nadie sabe su nombre nadie puede salvarla Nadie sabe su nombre nadie puede salvarla ayer despedimos las partículas de sol intentamos aferrarnos con brazos de lágrimas al ídolo destruido nadie lo sabe ellos burlaron el secreto se alimentaron de esa belleza observaron impávidos los gusanos de su iniquidad (Nadie lo sabe) nadie puede salvarla yacían sus sienes en la almohada infame resquebrajaban sus uñas paredes vegetales mataban sus ojos, y sus ojos mataban. Nadie lo sabe. Los arlequines están diseñados para destinos trágicos. las golondrinas son nubes efímeras. Nadie lo sabe. Nadie puede salvarla.