Marica, quien mejor que tú sabe lo que es bailar para sobrevivir. Porque sabes que cada baile puede ser el último. Porque cada esquina puede ser una tumba. Porque es más fácil ahorcar tus sueños que tratar de entenderlos. Porque es el odio quien incendia tu cuerpo, quien lo parte, quien lo vuelve invisible.
Marica, tú bien sabes lo que es salir a las calles y decir tu nombre con temor, con duda, hablo o no hablo, digo o no digo, ese tartamudeo de mencionarte, de nombrarte bajito y rogar no recibir a cambio una mueca, un gesto de asco, una palabra dura como una piedra que se catapulta de una boca a otra.
Desde niño: afeminado, amanerado, cabrito, mariquita.
Desde niña: machona, marimacha, ahombrada.
¿Quién mejor que tú para reconocer esos fonemas en cada esquina, cada callejón, cada salón de clase, cada almuerzo de familia?
Marica, tú de memoria ya sabes lo que es caminar de la mano y tener que mirar siempre de reojo si el serenazgo no está levantando la vara / si la señora que se golpea el pecho los domingos te dice vete que aquí hay niños / si el más macho de los machos escupe la vereda mientras pasas / si el más facho de los fachos acelera el carro porque eres su chiste / eres su broma / eres su marica del día.
¿Qué sentirías, Luis Enrique, mientras cansado, cargando el odio del Perú a tus espaldas, regresabas golpeado a tu casa y tu hermana te tiraba los restos del día y te bañaba con un balde repleto de orina? ¿Qué había en tu corazón de adolescente si tenías una madre que solo quería vernos arder en un supuesto infierno? Luis Enrique, ¿fue el cable atado a la viga del techo el único en abrazar tu llanto?
¿Qué soñabas, Zuleimy, aquella noche en la que ensayabas cómo sería tu quinceañero, tus últimas risas en esa esquina, tu labial rosa reluciendo como una promesa, las luces, el champagne, el bouquet, el tiempo de vals un dos tres un dos tres… Zuleimy, antes que las cuatro balas rompieran la ilusión, ¿qué canción querías bailar con tu chambelán?
El corte en la yugular de Guillermo / la asfixia de Denisse / el ojo reventado de Roberto, las cicatrices de Jefrrey / el cable en el cuello de Luis Enrique / los siete machetazos en la cara de Pilar / las cuatro balas en el cuerpo de catorce años de Zuleimy también me cayeron a mí / todos los días nos caen a ti y a mí / seguimos despertando con esa sensación de supervivencia en un país que es un campo minado para nuestra alegría /
a veces solo nos queda bailar luciendo las heridas.
Desde niño: invertido, degenerado, enfermo.
Desde niña: obscena, extravagante, poco señorita.
¿Recuerdas marica, maricón, cabra, camión, cómo hemos subsistido a través de los siglos y nos hemos apoderado de estas palabras para volverlas flores y cometas, para cambiarlas por besos y caricias, para hacerlas nuestros gritos de guerra?
Para que ya nadie más nos pueda tocar.
Maricas del Perú: vamos a bailar como siempre, sobreviviendo, porque sabemos que podría ser el último baile, vamos a disfrutar este día pensando que quienes nos odian están realmente detrás del muro, dentro del clóset, atracados, encerrados, tapiados en el fondo.
Ellos dentro, nosotros libres y afuera.