Podría titular este artículo En defensa del fervor, pero tengo la certeza de que estas letras no estarán a la altura de Zagajewski.
El pasado 26 de enero se estrenó el documental Hard as Indie (2018) del guionista, director y editor Arturo M. Antolín. Este documental, distribuido de manera gratuita en la web oficial del proyecto (http://www.hardasindie.com/) es, en realidad, un revelador making of de El cosmonauta (2013), ambicioso y fallido largometraje transmedia.
El Cosmonauta causó tanto revuelo por su originalidad como por su estrepitoso fracaso. Sin embargo, los espectadores que anhelábamos esa revolución audiovisual, interartística y transmediática tuvimos que ver como el barco se hundía sin noticias del por qué.
Hoy, Hard as Indie nos muestra la cara b, la causa del fracaso, más cerca de lo humano que de lo técnico.
Vaya por delante que esta no es una invitación a que veáis Hard as Indie (que también), si no, precisamente, un reclamo, un llamamiento, una defensa del error. El cine, la literatura, la pintura, incluso la crítica, son procesos inacabables e inacabados. Uno nunca deja de corregir porque nunca dejamos de aprender. Ponerle punto y final a un proyecto supone, a veces, un acto de hastío, otras veces de valentía y, alguna que otra vez, de desengaño.
Quizá a El cosmonauta le faltaban muchas cosas para triunfar como largometraje, pero, ¿acaso eso nubla el resto de cosas que sí consiguieron, que sí salieron bien? Fue uno de los primeros largometrajes de España financiados mediante crowfunding, consiguió más de 250.000€ además del apoyo de todos los colaboradores implicados en la trama del proyecto. Tenían la gloria y, sin embargo, la película no estuvo a la altura de las expectativas del público, pero tampoco de los creadores.
Y, de pronto, silencio.
Tendemos, sobre todo los consumidores, a valorar sólo el producto final (y, además, en términos bastante vagos como bien, mal, bonito, feo, válido o no válido) y olvidamos con mucha facilidad el complejo proceso que lo ha llevado hasta allí. Reproducimos nuestras exigencias en términos de inmediatez de manera que “si no me sirve aquí y ahora, que tengo la necesidad de conocer el desenlace, no es válido, es feo y además está mal”.
Sin embargo, el proceso creativo suele ser todo lo contrario a la inmediatez, requiere paciencia y trabajo constante. El resultado puede ser satisfactorio o no serlo, pero lo realmente importante es el camino y no la meta. No es tan relevante si el héroe muere como lo son sus hazañas.
Sin duda alguna, el libro de los fracasos mundiales es inmensamente mayor, pero está lleno de polvo; nadie revisa sus páginas a no ser que se trate de una anécdota histórica y, como suele decirse, siempre es contada por el vencedor.
Todos los logros de El cosmonauta y todas sus pequeñas derrotas nos exponen en el documental lo que es enfrentarse a un sueño. Y, a pesar del fracaso final, este proyecto dio un innegable paso hacia el futuro del arte porque eran lo que le hacía falta: gente creativa que no quiso poner punto y final a su ambición.
Y aquí estamos, público siempre insatisfecho, esperando un desenlace perfecto, una caída al abismo espectacular, sin mancha alguna, sin amargor.