Irrupción de un sueño sobre la vigilia justo antes de que los ojos abiertos bombardeen el glaciar de unas sábanas desordenadas y el cansancio se escabulla en una biblioteca

En un sueño, como de esos que vivió Artaud,
llegué a esta importante conclusión:
nuestras sombras son antológicas.

Cada proyección en el pavimento
escribe con la tinta de la noche
nuestras encarnaciones pasadas
y nuestros nombres secretos,
esos que cada día se tejen
en la piel sangrante de años.

Y no soy el mismo de ayer,
ni el de mañana,
sino la repetición
de un moribundo eclipse solar
y, a veces, lunar.

Finalmente, en mi sueño borgiano,
llegué a la siguiente conjetura:
la poesía es un pleonasmo de la realidad
y nosotros somos un espejo enfrentado a otro.

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