Cuatro poemas

Frontera

A cada paso que doy
vuelve a crecer la distancia
entre mi pie y el horizonte.

Si pudiera yo alcanzar la línea última,
la placenta
que nos recubre y nos encierra en el tiempo
en lugar de sollozar,
graparme al suelo con los dientes
y esperar
que me contagie el aire infecto.
vuestro pulmón herido.

Y sin embargo aún no he nacido,
en posición fetal intento abrirle un hueco
al horizonte y quedo débil.
Débil, como quien practica
una cesárea al mundo
y ahora descansa,
con un niño muerto entre los brazos.

Salivo vuestra lactescencia,
la confesión transparente que no baña
la tinta roja de la lengua.
vuestras palabras de leche.

Y el silencio es blanco,

blanco en vuestra voz
que está plagada de esquinas:
cuando intentáis sonreír
y el labio no se mueve,
cuando os retiene el cántico
que os deja unidos,
como llevando en el ombligo
el cordón de una misma madre.

Y no he nacido.
Cada paso que doy me va borrando
de la tierra y sueño,
con mi visión embrionaria yo me arrullo
y sueño
que al fin alcanzo la frontera,
atravieso la línea última que nos encierra
y exilio del mundo su mirada triste.

Tiempo

Puedes coger la lluvia
y comprimirla en un folio,
hacerme ver en qué cantidad,
a qué velocidad su caída.

Y yo sabré al leerte
sobre qué baldosa o hierba muere,
cómo se deshace el cielo
o se mezcla el viento
en sus tonos de gris.

Puedes hablar tanto
y tan bien de la lluvia
que mi piel se torne húmeda,
fría, y sienta
el olor inconfundible de la tierra.

Y aun así, escucha:
La lluvia nunca será tuya,
nunca podrás crearla.
Seguirá existiendo únicamente
ahí fuera:
muda, inalcanzable, libre.

Solo hablar

En esta cucaracha panza arriba
que se niega a descomponerse,
en aquel lugar entre oscuro y ocre
donde nadie piensa en murallas caídas,
nadie sonríe a la cabeza de las moscas
y solo buscan el prado verde
y el sol intacto
y un silencio saliendo por los ojos,
yo habito.

Sigo siendo manzana que avanza
entre ingravidez y nada
al pie del árbol,
y aquí todas las manzanas se parecen,
pero por qué mienten,
por qué recoger el sidroso jugo
que les bañaba la lengua
y volverlo seco, casi piedra.

Que ya sé,
que no soy más que otra sombra
resistiendo al viejo olmo,
otra sombra
que nunca quiso la inclemencia de las flores
ni la adherencia de su tallo.

Solo hablar,
realizar el sencillo, fluido acto
de mover los labios,
atrapar el sonido entre los dientes,
nada más.

Y sin embargo,
en este insecto deprimido
nadie quiere ser de carne.
La sangre de un extraño
me empapa los tobillos.
Y aquí todas las manzanas se parecen,
pero ninguna se comprende.

Aerodinámica

Doy mis ojos al cielo,
mis ojos que fugan
en poliédrico aura.

Esfumo mis ojos al cielo
por si pudiera el cielo
colorear el grito.

Exhalo el sonido
por si lo ampara,
por si llena mi aliento

de transparencias,
si pone en mi voz
las nubes

donde infiriera
esta mirada muda
por el tacto.

Para estos y otros poemas visita: Alania Sánchez C.

Recuerda: Plagiar es posible, tu imaginación es necesaria. 
                   Por favor, respétala, escribe tus palabras únicas: que buceen, que floten,
que rocen el aire.
Solo la originalidad nos hará libres.

 

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