El manifiesto del albatros

Aprendí de una película que mis cartas de amor hacia a ti nunca conocerán la elegancia del Garamond. Entonces por eso te escribo una poesía. Un poema sin versos. Así vamos.

No soy de subir montañas, nevados, le tengo un poco de miedo a los bosques y a los caminos que no me dan seguridad. No puedo acompañarte en esos viajes.

A mí gusta la arena, el mar, el terreno llano. El desplazamiento infinito de mi existencia hacia la tuya, en cuerpo presente, en distancia o quimera.
Lo que he aprendido es que te he querido más de lo que pensé nunca, que no soy un faro que está pendiente de la luz, sino que conoció primero los 12 segundos de oscuridad.

Soy un alma tibia, silenciosa, me escondo en los confines de mi invierno, de mi corriente diáfana de aire, un aire en un cielo azul.

¿Me creerías si después de tanto te digo que te quiero?

Soy el llanto de los acordes de guitarra que conoces, soy la alegría del zapateo.
Soy eso que antes estaba allí. Soy quien nació cuando volvió a escribir por ti.
Mis únicas credenciales son la esperanza y confrontación, creo que han habido temporales. Te propongo que tú y yo vayamos a cruzar mares, ni tu tierra, ni la mía.

Solo no olvides la pomada de mis cicratices. Yo sabré poco a poco perfumar las tuyas.
Solo no reniegues del tiempo animal, ni del mundo material, nada de eso servirá, me encontrarás en cada cosa que he callado.
Aprende a esperar, yo sé que no es sencillo. Nunca lo ha sido.

He vivido despacio sábado y domingo, he vivido a prisas de lunes a viernes.
No creo que me acompañes toda la vida porque no sabes aún cómo apostar, pero aquí te espero, porque todo lo puedo aprender yo también.

Vengo caminando por paisajes con torsos y curvas que no me satisfacen, no me mientas, que sé que tú también.
Vengo animando el canto de un juglar abandonado, vengo labrando un campo de trigo al amanecer, vengo aquí, despacio y cobarde, pero fuerte con la actitud de quien algún día algo puede ganar.

Tú con tanta ocupación, yo, llamando a destiempo.
Todo pasa por tanto, tanto no pasa en ti, alrededor todo te grita: ¡ven vida y hazme justicia!
Porque me muevo, te mueves.
Y tú, a pesar de todo, me vienes bien.

 

A %d blogueros les gusta esto: