Estamos a 2018, pleno siglo XXI. Cualquier persona que en un tiempo anterior hubiera pensado en esta época se acercaría a la ciencia ficción. Lo cierto es que, probablemente, si hubieran podido asomarse al mundo actual, comprobarían que lo que habían imaginado no está tan alejado de la realidad. Sin embargo, el mundo que crece a nuestro alrededor, que avanza impulsado por el desarrollo de la tecnología es sólo un leve eco en el mercado editorial. ¿Dónde está nuestra revolución digital?, ¿cuánto tiempo tendremos que esperar los lectores hasta ver verdaderamente integramos los avances tecnológicos en nuestro mundo?
Si bien es cierto que dimos el salto a la e-ink bien pronto, los ereaders buscan, en cierto modo, una similitud a lo que ya existe: el libro físico. Pensemos: un soporte digital que simula una forma libresca, que no pesa más que el Quijote ni menos que El principito, que simula pasar las páginas, que contiene bibliotecas ordenadas a gusto del propietario…Las posibilidades o avances que nos ofrece no son tantas como las que podría guardar.
¿Qué supone esto? Que cualquier tentativa de creación artística que incluya estos avances será, para empezar, difícilmente desarrollable y, además, no tendrá un público claro. ¿Quiénes son los consumidores de la literatura digital?
Y es que sí, querido humano (o ciborg) lector, la literatura existe más allá de la edición de bolsillo o la tapa dura.
Por ejemplo, las Appbooks, aplicaciones de lectura que incluyen música, vídeo, animación… se abren camino poco a poco hacia el mercado editorial. Por el momento autores tan célebres como Oscar Wilde y Poe ya tienen su versión y, sin embargo, este fenómeno no es consumido ni siquiera por un tercio de la comunidad lectora. ¿Tan reticentes somos los lectores a las novedades?, ¿se han convertido, acaso, los escritores en figuras intocables dignas sólo de alabanza?
Pero, ¿qué puede ofrecernos el desarrollo tecnológico más allá de la comodidad y la capacidad de almacenamiento? “Respuesta: (…) Que prosigue el poderoso drama y que tú puedes contribuir con un verso”. ¡Exacto, Whitman! Que tú puedes ser protagonista, puedes formar parte de una historia que va más allá de las palabras. Que las ilustraciones, la música, todo el contenido extra, puede sumirte en una nueva experiencia aún más completa.
Nos cueste admitirlo o no, los lectores somos exigentes románticos. Nos cuesta ver las nuevas posibilidades que ofrece la tecnología, lejos de nuestra zona de confort. Nos acercamos, y me pesa decirlo, al bando de los apocalípticos frente a los integrados.