El dormido, quien abraza a la ausente.
Inexistente llego a compartir el lecho, no te importa si llego incompleta allá,
a la cima donde me acobija el pasado que no dejo de lado aunque me entregue al futuro incierto.
Es eso a lo que llaman morada, donde la complicidad nos traspasa.
Nuestro tesoro son los recuerdos a medias y las madrugadas siendo yo la única audiencia de los ritmos ancestrales sonados al compás del latido eléctrico.
Antes de recorrer el desierto, te recorrí a vos trópico
con flores cubriste mis ojos, y en una burbuja destiempo me sumergí en vos, selva.
No hay jaguar que me cause temor
con vos, niebla, lluvia y mar
no hay leopardo que trepe el árbol que elegimos para escondernos de la tempestad.
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¡Huracán!
Me invocaste, isla fértil. Te azoto y doy vida, revolviendo la tierra para calmar la ira escondida.
Marcela Núnez, 2018
Fotografía de Génesis Quesada