La escritora belga en lengua francesa Amélie Nothomb se cuestiona en su libro Biografía del hambre: ¿Existe un hambre de estómago que no sea el indicio de un hambre generalizada? a lo que más tarde añade: El hambre es deseo. Es un deseo más amplio que el deseo (…) Hay en el hambre una dinámica que prohíbe aceptar el propio estado. Es un deseo que resulta intolerable.
En Antojos de desorden (Escritor de la Legua Editorial, 2018) de la poeta argentina Denise Griffith, ese deseo no solo existe sino que se expresa como un acto impulsivo que consiste en saborear la belleza, misma que habita en micro universos cotidianos visibles tan solo para quien se asume —aunque sea fugazmente— como un pequeño dios. Llama mi atención el dinamismo que Denise utiliza cuando se apropia del género de poesía japonés haiku y realiza dos estupendas versiones de «Jai Ku», la primera: el dulce río / resplandece de dolor, / sabe más que vos/ y la segunda: agua estancada / dentro de mí / dentro de vos; dejando en evidencia que la autora se encuentra en una búsqueda permanente de nuevos caminos para jugar con un lenguaje cuyos ingredientes remiten a la poesía y a la minificción.
Tras un ejercicio de desfragmentación a favor de un entendimiento más humano de su realidad, la escritora requiere una constante verificación de sí misma dando como resultado un honesto y vibrante espectáculo de la ternura en dos actos: Con identidad y Sin identidad. Al tener entre sus manos el poemario Antojos de desorden, el lector podrá utilizarlo como un ticket que le permitirá acceder a una especie de montaje teatral desde sus inicios: texto dramático, personajes que se desenvuelven con música blues, zamba y tangos y que, interactúan en escenarios como la calle, playa, elevadores, escuelas o en el transporte público; hasta la puesta en escena de esta obra tragicómica: El muerto se ríe / del degollado / el muerto que besás tiene ojos de jazmín / tironea tu rosario y algo más / te desflora / estás asqueada / de tanta remembranza / de adorar los dioses equivocados.
Poemas corporales, frutales, líquidos, animales y musicales con play, rewind, stop y play a recuerdos de infancia, de amor y desamor y figuras como el padre, el hermano y el abuelo. En Antojos de desorden los textos de Denise destacan por su latente y precoz consciencia de los ciclos de la vida: una melodía brasilera se oye a lo lejos / todo vuelve a la naturaleza / dice el señor / y arroja una cáscara de maracuyá / hacia atrás / hacia las plantas. Se percibe una obsesión subterránea, como un perro que entierra un hueso para sacarlo después, cuando Denise guarda lo más valioso en la tierra y va desenterrándolo conforme lo necesita.
No debe concluirse este poemario de 70 textos sin prestar especial atención a la conmovedora, honesta e irónica mirada —me atrevo a decir, trazos firmes de su voz poética— que la autora imprime en sus imágenes, mismas que enaltecen la decadencia en donde todo lo que está bien incluye sostener entre sus brazos a un perro callejero, desear que una rata se quede a su lado o pronunciar en voz alta un «te extraño» evocado por el cosquilleo de una mosca que posa en su brazo. Inusuales y auténticas formas de amar la vida en la suciedad, en la pequeñez y en lo marginal es la propuesta de Antojos de desorden.
Si bien, empaparse de lo bello / lo puro / lo real duele es un alimento necesario para quien como la viajera de esta obra —parafraseando el preciso epígrafe de la poeta sefardí Clarisse Nicoidski—, desea seguir su antojo hasta el nuevo amanecer para caminar cerca del camino que la lleve cerca del calor del mar.
El hambriento es un ser que busca dice Amélie Nothomb y Denise lo pone en manifiesto durante esta travesía.
Toma nota: La presentación oficial de Antojos de desorden se llevará a cabo el día sábado 21 de abril a las 19 horas en el centro cultural La Paz Arriba (Montevideo 421, 1019 Buenos Aires).