I
Tarda en caer la tormenta.
¿Por qué me amenaza si apenas
he acostado mi silencio en el pasto?
Tarda en caer pero mira
negra y filosa
borrarse las sombras tiernas del campo.
La tarde me parte en dos.
Tarda en caer la tormenta o la tarde
tardo en nombrar estas cosas porque
no sé llover.
II
No voy a tocarle las manos a esta lluvia.
III
La nube se ha detenido
y nadie se entera.
Ha cavado en el cielo un pozo.
Ha rumiado una brisa apenas entendible.
La tarde brilla en la espalda de los álamos
y el silencio me toca la cara
cierto día de sol.
IV
La hierba apenas movida
por un soplo de grillo.
Ha saltado una tucura desprendida del verde.
Arriba el sol perfora las nubes
con su fosforescencia .
Abajo la tucura muerde
lo que va a crecer.
V
¿Quién abre la redonda boca de un día de otoño
mientras la luna aún
es un dije colgado
en el cuello negro de esta calle?
VI
Soplo con la furia que me queda.
Empujo el aire con el cuerpo.
No me alcanza este otoño para besarte la cara.
VII
Es invierno y no hay sol todavía.
El barrendero pasa
y una cola de ladridos lo sigue
hasta donde no se ve si es hoy que amanece.
VIII
Ojos de escarcha lleva ese pájaro.
Se agarra del aire de la madrugada
con el pico jadeante.
Entre sus plumas lleva prendido el olor del patio
y aún no entiende por qué este viento le agujerea el vuelo
con paciente terquedad.
Cuando vuelva, quizás, a mi patio
traerá huevos,
y con ellos los cantos hambrientos
que abren
los ojos de los gatos.