ENTRE HILOS Y HUSOS: Tres días con Chantal Maillard (parte 3)

Leo la segunda parte de esta crónica. Leo otra vez. Me percato de que no he logrado expresar la totalidad de la experiencia, o el aprendizaje, o las lecciones. O nada de esto. Siento que me quedo corta y a la vez, que me voy al rococó.

Comencé este relato —el que aquí llega a su tercera y última parte— para poner «orden» a las ideas y las notas de mi cuaderno. Confío en que esto me permita des-identificarme de ellas, reconstruir las acciones, observarlas, repensarlas, traducirlas.

Quizá apenas estoy en proceso de deshilvanar o depurar la experiencia para poder aprehender y avanzar. Quizá esto es sólo un nuevo inicio. O el inicio de algo nuevo.

 

Reconocer el Huso

Como era necesario, he recurrido a una nueva lectura de Husos. Notas al margen (Ed. Pre-Textos, 2009) para entender mejor lo expuesto por Chantal Maillard durante el retiro.

En este libro, Maillard presenta una especie de camino filosófico que nos sumerge en el proceso de deconstrucción del YO y del MÍ. Del ego.

En él se plantea que la vida no es sino el movimiento de un huso a otro huso. Refieriéndose con este término a los estados anímicos de las personas. Para poder comprender esos husos, el observador (el YO desprendido) debe situarse en un lugar de neutralidad (específicamente en el tránsito entre huso y huso). Desde allí, (nos) observamos para después crear.

ego
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Para crear arte, es esencial considerar la vida de la persona creadora, pero es importante que ésta no se refleje en la obra. Entiendo que esto es con el fin de ir a la universalidad de las cosas, a su esencia. No a las representaciones o interpretaciones del artista, que serían «falsas» o como mínimo, estarían cargadas de prejuicios propios de la historia de cada uno.

Sin embargo, para realizar una teoría de la conciencia, se especifica en la solapa del libro, debes aprovechar todo el material: el observado y el vivido.

Tal vez es por esto que Husos está compuesto no sólo de los pensamientos más o menos digeridos (o más o menos poéticos) por la autora en estos tránsitos, sino que también, en las notas al margen, nos deleita con paisajes interiores y exteriores de este viaje.

Chantal propone, pues, como proceso mental y creativo, la deconstrucción del mundo y del YO para poder:
. ver la realidad tal cual es
. fundirse en ella
. representarla

Esto lo veríamos más claramente con la charla dedicada a la pintora Fabienne Verdier.

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Créditos: http://www.fabienneverdier.com

 

Día 3

“Cuando pinto un árbol, me convierto en un árbol”,

dice Fabienne Verdier en un documental sobre su obra.

Nacida en 1962 en París, Francia, Verdier es una pintora con una historia formidable, desconocida para mí hasta el momento del retiro. Su obra está arraigada en profundas fases de investigación, que giran siempre en torno a la naturaleza y al acto de hacerse uno con ella.

A sus 22 años, Verdier abandonó sus estudios de arte en Europa y se fue a China. Allí se adentró en el arte de la caligrafía oriental. Era 1985 y la Revolución Cultural había reprimido a muchos de los artistas de la época, así que no fue fácil.

No obstante los vientos en contra, lo que para la joven Verdier iban a ser dos años en Oriente, sumaron finalmente una década de inmersión cultural, aprendizaje y crecimiento. Fabienne Verdier se convirtería en la primera mujer extranjera en ser reconocida con un título de posgrado por el Instituto de Bellas Artes de Sichuan.

fab3El proceso creativo de Verdier se concentra en depurar el YO para que no haga de pantalla entre el objeto observado y ella, la artista. Luego, esa realidad, esa “narrativa pictórica”, también es deconstruida en sus formas más esenciales con el fin de entender su origen. A partir de estas formas básicas, Verdier reconstruye la naturaleza con un lenguaje propio. (¿Os suena al proceso creativo de Chantal Maillard? ¡Es básicamente el mismo!).

En este proceso, el perceptor, lo percibido y el proceso de percepción se funden. Así, el gesto/trazo sucede y acontece por sí mismo, como de manera espontánea. Como si esa fuese su naturaleza. Esa es su naturealeza, de hecho, ya que caen las barreras de la individualidad.

El tercer y último día del retiro comenzó con una sesión dedicada a esta artista. En ella se leyeron fragmentos del libro Passagère du silence, en el que la pintora recoge sus vivencias en China; y vimos unas partes del vídeo que registra su trabajo al respecto de la obra La Vierge du Canoine Van der Paele, del pintor flamenco Van Eyck. Recomiendo muchísimo este vídeo, sobre todo si sois fans de Van Eyck. Aunque ojo, sólo está en francés.

La clase fue impartida por Muriel Chazalon, quien lleva años estudiando las obras de Maillard y Verdier.

occidente

Chazalon comentó que tanto la pintora como la escritora habían tenido que recurrir a las enseñanzas de oriente tras sentirse insatisfechas de la cultura occidental. De hecho, ya en Husos Maillard cuestiona la praxis de occidente. Haced clic en la foto y podréis leerlo.

Me parece curioso ese camino “hacia atrás” de ambas mujeres. No puedo no cuestionarme: ¿y yo hacia dónde tendría que ir?.

Hay montones de ejemplos en la ficción y la no ficción de personas europeas o anglosajonas buscando la “verdad”, la “esencia”, el “origen”, la “raíz”, y encontrándola en Asia o en América Latina. Descubriendo el fuego elemental cual Colón descubriendo América.

Y no puedo evitar pensar en mi propio camino hacia atrás. O adelante.

¿Qué pasa cuando tu camino ya inició atrás (México: atrás / Francia: adelante)? ¿A dónde tengo que ir? ¿Estando en Barcelona estoy en el lugar correcto, en un «adelante»?

 

Deconstruir para contruir

Hago una pausa. Releo.

Estoy intentando, en este relato, representar con palabras todo lo que se remueve en mi interior a la vez que rememoro los días en el retiro. También intento alejarme de mi historia personal, tal y como lo propuso Chantal durante uno de los ejercicios, para continuar. No lo logro del todo, como podéis ver.

Pero, si no soy mi historia personal y no soy mi discurso mental, ¿qué me queda?

Vuelvo a las notas.

“¿Queda el YO?”, respondió Chantal así, con una interrogante, cuando una participante del taller le hizo justo esa pregunta. “¿Y para qué hace falta un YO?”, añadió. “Para el consumo”.

En una de sus últimas charlas, Chantal comentó que es la sociedad quien pide una identidad definida y enmarcada. A los sistemas políticos y económicos les conviene para perpetuarse. La personalidad se da por repeticiones. Se espera siempre, por ende, lo mismo de una persona que tiene cierta personalidad. Es más fácil de gobernar, es anticipable. Pero al repetirse, esta persona pierde la libertad, ya que no experimenta ni cambios ni transformaciones.

Para poder ver nuestro rostro original, debemos vernos como un proceso. Somos transformación.

Me pareció comprender, en la relectura de Husos, que en todo caso, el proceso de una persona (o sea, una persona) no puede ser representado como una flecha en dirección recta, sino como una especie de montaña rusa.

Chantal plantea el arriba y el abajo. Sumergirse en la experiencia. Luego, subir. Y sobre la superficie, hablar, decir, poner nombres (cólera, tedio, alegría, tristeza), desde el huso de la razón.

Ahora, supongo estoy «arriba», contando o intentando contar todo lo que viví ese lluvioso fin de semana de mayo.

 

Abrazos y despedidas

La última parte del retiro con Chantal Maillard consistió en una sesión de meditación. ¡Hacía tanto que no meditaba! Fue bastante refrescante y nuevo a la vez. Luego, nos deleitó con una lectura en voz alta de algunos poemas de Hilos. Y tras esto, propuso una charla informal donde planteamos dudas y conclusiones. Fue aquí cuando le pregunté sobre su proceso de escritura poética al que me referí en la segunda parte de esta crónica.

Nos dirigimos entonces al comedor, donde ya estaba servida la última comida que compartiríamos al pie del Montseny, en aquella masía tan acogedora.

Me despedí de Chantal cuando la vi retirándose del comedor, antes de que todos empezáramos a abrazarnos y a prometernos que mantendríamos el contacto. La alcancé y no pude decirle mucho. “Gracias”, solamente. Un gracias muy sincero y muy profundo.

(Y claro, gracias a Rita por la organización del evento)

 

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