Esperando a Godot de Samuel Beckett es una obra escrita a finales de los años cuarenta y estrenada en 1952. Pertenece al teatro del absurdo y está repleta de referencias a un mundo de posguerra que trajo como consecuencia el existencialismo; una corriente de pensamiento que llena la literatura de seres solitarios, acongojados, desalentados y preocupados por su condición humana: «VLADIMIR: ¿Y si nos arrepintiésemos?/ ESTRAGON: ¿De qué? (…) ESTRAGON: ¿De haber nacido?», y su estupidez: «ESTRAGON: ¿Quién le cree? / VLADIMIR: Pues todo el mundo. Sólo se conoce esta versión. / ESTRAGON: La gente es estúpida». Es una tragicomedia dividida en dos actos. El primer acto de la obra comienza en el campo, junto a un árbol, al anochecer, donde llegan los principales personajes de la obra (Vladimir y Estragón) en estado deplorable.
Se parte con un comienzo absurdo, ya que su cometido es esperar a Godot, alguien al que no saben si conocen ni recuerdan cómo es. La historia se desarrolla delante de un sauce, en un terreno aislado y árido en el que no parece que habite ni un alma. No sabemos de dónde vienen, solo sabemos que esperar a Godot parece su único destino, ya que a su llegada todo cambiará en sus vidas. Si nos ceñimos a la fecha mencionada por Vladimir: «Hubiera sido necesario pensarlo hace una eternidad, hacia 1900»; sabemos que desde entonces ha pasado mucho tiempo, por lo tanto, ya son mayores de unos setenta años, según se dice en la conversación con Pozzo (al menos eso aparentan físicamente), así pues, están en plena posguerra, en una tierra aislada y despoblada.
En el comienzo del segundo acto sucede lo mismo, llega primero Vladimir y más tarde aparece un Estragón maltratado. Su primera reacción al verse sigue siendo una mezcla de enfado y de cierta alegría al reencontrarse. Así pues, podemos hablar de una narración circular que nos hace pensar en que los personajes están en un bucle, condenados a repetir cada una de sus frases, gestos y actos, todos los días de su vida, a menos que venga Godot. Precisamente, esta circunstancia hace que Vladimir sienta un déjà vu constante ante lo que ocurre a su alrededor, aunque Estragón y los demás personajes se nieguen a reconocer que le hayan visto en las mismas circunstancias un día antes. Las diferencias que se aprecian de un acto a otro son que el árbol ha florecido (algo de lo que se extrañan si solo ha pasado un día) y Pozzo y Lucky, se han quedado ciego y mudo, respectivamente.
La zozobra que trajo consigo comprender que el ser humano estaba solo en la gran inmensidad y que Dios les había abandonado a su suerte, así como, la depresión de la posguerra y el análisis de los horrores que se habían cometido durante todo el transcurso de la II Guerra Mundial, desembocó en una corriente filosófica de gran influencia, sobre todo, en Francia donde los existencialistas reflejaban su pensamiento incluso en su modo de vestir. Esto se puede entender por parte de la sociedad francesa, ya que, para ellos darse cuenta de lo que había supuesto rendirse ante el enemigo sin luchar, supuso un gran trauma. Las referencias a un mundo acabado, al hastío de la vida y a la violencia son constantes. Al comienzo, vemos a un Estragón apaleado que viene de estar en un foso. La comida escasea, hay hambruna, deben conformarse con las zanahorias y los nabos. El suicidio revolotea constantemente sobre los personajes; lo harían, pero no están seguros de que la rama del árbol aguante su peso. El ser humano contempla que lo que hasta entonces ha conocido y aquello que le parecía inamovible, de repente, se desmorona. Es el fin de una era que no tiene vuelta atrás.
En la obra, la palabra no puede dar cuenta del pensamiento. Cuando Vladimir le pone el sombrero a Lucky, éste piensa (porque no puede pensar sin el sombrero) y el pensamiento surge con expresiones desarticuladas. El pensamiento no puede ser repuesto por la palabra, si bien pueden ser recuperadas reiteraciones de ideas sueltas mediante operaciones de recapitulación, de volver siempre hacia atrás mediante el armado de un sistema semántico. Después de todo, como dirá Vladimir más adelante, lo peor no es pensar, sino «haber pensado». Las frases quedan inacabadas al igual que el pensamiento, como sucede en el parlamento de Lucky «Un Dios personal cuacuacuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina apatía…» (Acto II). La pérdida de la palabra es también la pérdida de la confianza en la palabra.
Los personajes de Beckett, frente a la palabra, buscan asirla como criterio de la verdad, pero no como verdad definitoria, sino más bien como un esfuerzo desesperado frente a la pérdida de la memoria y frente a la pérdida de los sentidos: «VLADIMIR: ¡Ah, por fin recuerdas que te hizo algo!»; «ESTRAGON: No recuerdo absolutamente nada. Tú me lo has dicho. (Acto II)».
El tiempo pasa o no pasa, siempre desde ese lugar en el que esperan Vladimir y Estragón. Beckett define al tiempo en su ensayo sobre Proust como «ese monstruo bicéfalo de maldición y salvación». El tiempo actúa sobre el sujeto y produce una incesante modificación en su identidad. Si ponemos en relación los personajes con su conocimiento acerca del tiempo, pueden observarse distintos cruces o diferentes tipos de personajes:
-Personajes que se remiten a un tiempo pasado: Vladimir, el personaje que mejor intenta y logra fijar el tiempo pasado y las orientaciones espaciales, «Durante mucho tiempo me he resistido a pensarlo…» (Acto I).
-Personajes que teorizan acerca del tiempo: Pozzo, en el Acto II, es quien introduce la idea de poder tener «una noción del tiempo». Aunque, Pozzo no puede contestar a la pregunta de Vladimir acerca de cuándo se quedó ciego y prefiere que no le pregunten.
-Personajes que dudan acerca de la noción del tiempo: En el Acto I, tanto Vladimir como Estragón, comienzan a dudar acerca de desde cuándo esperan y del «ayer» de la espera; dudan acerca de la «espera de esta noche» y hasta del nombre del día de la espera, el «sábado».
La duda de los personajes entra en contradicción con el señalamiento del «Anochecer» al comienzo en las didascalias. También hay que señalar el ciclo día/noche: «La luz se extingue bruscamente. La noche cae de pronto. Sale la luna, al fondo, aparece en el cielo, se inmoviliza, baña el escenario con luz plateada», es decir, se ve la aceleración de los tiempos, el nacimiento y muerte en un instante, del mismo modo que el día y la noche. Es el ciclo del hombre y el ciclo de la naturaleza, todo puede suceder en un instante. También el tema del sueño y la vigilia está presente en el personaje de Pozzo: «POZZO: Un buen día me desperté ciego como el destino. (Pausa.) A veces me pregunto si aún no estaré durmiendo». De este modo, pueden observarse las alteraciones del tiempo en un doble juego de coordenadas entre día/noche y sueño/vigilia, como si esta situación los desubicara en lo posible de lo real.
Aunque el propio Beckett haya escrito que en Esperando a Godot, Godot no hace referencia a Dios, ciertamente, se establecen numerosas coincidencias que hacen pensar en él; ya que se podría pensar que sin duda, el lugar en el que se encuentran Vladimir y Estragón es el limbo, un lugar del que no pueden salir hasta que Dios tome su decisión de ascenderlos al cielo y donde el tiempo, es siempre relativo.
Bibliografía:
➢ Esperando a Godot, en pdf. biblio3.url.edu.gt/Libros/joyce/Godot.pdf
➢ Campos Mónica. s.f. El día y el instante en los personajes de Esperando a Godot. (Cap.2. La palabra como problema).
http://www.filo.uba.ar/contenidos/carreras/letras/catedras/litinglesa/sitio/campos.htm
➢ Beckett, Samuel.<>. En Eh Joe y otros Escritos. Caracas: Monte Ávila, 1969. P.51.
➢ Contreras, José. J. Esperando a Godot: Revelando el sentido sinsentido en la posmodernidad. Acta Literaria Nº 32 (115-128), 2006.