Huyo hacia la imagen y me domestico. Me convierto en objeto, me doblego. Ya no soy yo, sino la Otra, a quien observo frente a mí, capturada. Me convierto en rehén de mí misma. Mi identidad se quiebra, se fractura. Ahora “somos”… Ella y yo, distantes pero indisolubles. Se cierne así la sombra de un abismo y de una distancia entre las dos. ¿Soy yo la que observa o la que es mirada?