Nanette, la comedia sin chiste

No soy fan del stand-up. No es un género que me atraiga y por mí misma no le daría clic a uno. Por un tiempo, oh ironía, sí le dediqué algunas noches a ese innombrable que es Louis C. K. Los vagos recuerdos que me quedan de esas horas mal invertidas tienen que ver con chistes del tipo que algunos gustan llamar “humor negro” y que consisten en una amalgama de prejuicios y comentarios ofensivos de todo tipo, recubiertos por el personaje del comediante-hombre-lamentable.

Luego, hace unos meses, fui llevada a un Stand Up en inglés (!) en Pinche Gringo, en la Narvarte. Lo mismo. Uno de los individuos que se montó en el escenario tuvo a bien hacer una serie de chistes ultra misóginos de alta y baja intensidad. Uno, el que más recuerdo, versaba sobre cogerte a tu novia dormida, cosa que, por supuesto, es bien chistosa. ¿Qué hay más gracioso que un abuso sexual a alguien que confía en ti? Sólo una cosa: que era Día Internacional de la Mujer. Mientras escuchaba al individuo jugar el papel de galán, porque increíblemente el personaje era ese: el del galán, me preguntaba si el humor sólo puede ser eso.

Ayer vi Nanette de Hannah Gadsby. Y me contestó esa pregunta de forma tajante: no, el humor puede ser otra cosa. Uno de los puntos centrales del espectáculo de Gatsby tiene que ver con un cuestionamiento al stand-up y sus reglas. ¿Qué hace a la gente reír? ella lo responde de muchas maneras. Primero, desde la técnica: crear tensión y luego liberarla con un punchline o chiste. El show comienza como cualquier otro, utilizando de manera controlada estos dos elementos. Narración-risa-narración-risa. Sólo algo sale de lo normal: la declaración constante de la australiana de que tiene que renunciar a la comedia. ¿Por qué? porque el stand-up deja algo fuera: la conclusión de la historia. Gadsby dice, quiere contar su historia porque es valiosa. Y su historia no es comedia. Ella aprendió a hacer una serie de chistes, a actuar el papel de el comediante-personaje-miserable tan bien como Louis C.K., y eso se volvió parte de su narración personal, ya no sólo la que daba en nombre del espectáculo sino la que se contaba a sí misma. Hizo una carrera basada en el autodesprecio. Y no está dispuesta a seguir haciéndolo porque el autodesprecio desde la marginalidad que implica ser una lesbiana machorra de Tasmania es sólo una legitimación del status quo que se dedica por default a ejercerlo. Es humillación. Para ella y para lxs que son como ella.

Poco a poco, la tensión toma el escenario, se extiende a extremos insoportables. Lo que no da risa es el protagonista de este stand up. Todo lo que el punchline deja fuera: los golpes, la violencia, la homofobia, el machismo, lo que rompe a las personas. La historia que legitima el abuso. 

Nanette es un ensayo puesto en escena, con argumentaciones tejidas con chistes pero también con la brutalidad de la enunciación directa. Gadsby no le teme a escapar de los límites del género ni a llevar a su público a extremos trágicos (a mí, casi hasta las lágrimas en más de un momento). Es un manifiesto que invita a pensar sobre esta época bisagra. Un stand-up brutal.

 

 

Imagen: Los girasoles de Van Gogh

 

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