De heridas y flores

Florecer: dicho de una persona o de una cosa insigne, prosperar, crecer en riqueza o reputación.

Como las flores que emergen en las esquinas de las calles y las hierbas que brotan de las grietas, así florezco, así florecemos y damos las mejores flores. Después de la devastación, del caos, de la caída, nos nacen flores en la boca y en la nariz. Nos nacen las flores más bonitas de las heridas, para recordarnos que todo cambia, todo vuelve a nacer, todo renace cuando dejamos ir lo que nos duele, lo que nos corta las raíces.

 

Apéndice

Tengo en el vientre una cicatriz,
al lado derecho donde solía estar mi apéndice.

Abierta de brazos como si Cristo fuera mujer,
me tendí en la sala de cirugía y cerré los ojos.

No pensé en mi muerte, ni en nada que se le pareciera.

Los cerré y me sometí al pulso del bisturí sobre mi piel, tratando de salvar mi cuerpo.

Cuando desperté tenía una venda en la herida y una certeza en la cabeza:

Los cirujanos hicieron lo posible por sacarme todos los males que tenía adentro,
pero no pudieron sacarte a ti.

 

Cerrado por demolición

Creímos haber construido algo indestructible,
asumimos cimientos fuertes, vigas imponentes,
un terreno estable y mano de obra honesta.

Creí que aquel edificio era el mejor
de todos aquellos que dejé de habitar o
que incluso dejé a medio acabar.

Lo veía tan alto, tan firme,
pero como el Titanic, también se hundió.

Habíamos construido sobre arenas movedizas,
con materiales baratos que empezaron
a corroer sus bases, a destruir sus pisos,
sus techos y todo en lo que alguna vez creímos.

Se derrumbó frente a mis ojos y lo vi desaparecer junto contigo.

He acordonado el lugar para que no pase nadie,
he estado recogiendo los escombros todos los días.

Te marchaste dejando tus maletas y tus migajas,
dejándome dueña y señora de un terreno baldío,
de un cementerio de chatarra.

Colgué sobre mi corazón un letrero:

Cerrado por demolición.

 

Por los siglos de los siglos

Habrás de buscarme en cada mujer que te cruces de ahora en adelante.

En una buscarás mi risa, en otra mi devoción por ti.

Desesperado tratarás de hallar el amor que te di,
el tacto de mis manos sobre tu cuerpo,
mi respiración cálida sobre tu pecho
y la mirada dulce que por sí sola decía

“te quiero conmigo siempre”.

Revolverás la tierra,
buscarás debajo de los vestidos y encima de las camas,
tratarás de verme en otros cuerpos, en otras almas,
en otras voces.

Alterarás mi nombre y en la madrugada dirás ‘Dios’
cuando en realidad quieres decir Rocío.

En cada una recordarás algo de mí así no quieras,
pasarán los años y habrán de hallarte levantando la tierra con las uñas, buscando entre lágrimas por cada rincón,
pero ya no me vas a volver a encontrar.

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