Hay una vigilia incesante en esta tierra
y no hay suficientes ataúdes
para los que duermen por sus sueños.
Los fusiles se calientan en los pueblos sin nombre
y cada bala ya tiene un cuerpo asignado.
La violencia nunca duerme,
solo toma siestas de mosca.
Los líderes se agotan
como la sangre que exhala el cadáver.
Se callan los pájaros cuando un tiro
entra por la venta:
se muere el pueblo
que lucha por su nombre.
Son ocultos los anhelos
que se balean,
pero no son exterminados.
No volveremos a las noches
sin días;
no dormirán más nuestras mujeres
y nuestro hombres
que procuran el digno adanismo
de los que intentan meditar bajo su cuidado.
La vigilia es hoy por la vida,
la vigilia es hoy por los que siguen despiertos.