Mi madre es la única que lee mis poemas de Nicolás Peña Posada es, en su mayoría, un libro de poesía irónica, aunque parece que algunos despistados (incluyendo su madre) no han entendido el sarcasmo. Es una crítica a la solemnidad y la hipocresía de los «poetas viejos», tan de moda ahora entre los «poetas jóvenes» —pero sin la ingenuidad y el resentimiento que acostumbran estos—, pues hay que matar el padre… así sea el que me mantiene. El autor también parece desolado, acorralado por el tedio de la tecnología y la comida chatarra, en esta parodia de «gran ciudad” que es Bogotá.
En esta obra, la calle y sus habitantes de humo están más cerca al arte que los museos y las bibliotecas, el poeta es un reciclador de la miseria del mundo al que —ni siquiera— la palabra redime, y que prefiere el fracaso a las vanas glorias de ser una «buena persona».
Nicolás nombra lo que para él significa ser un poeta hoy, al menos en Colombia, donde no hay lectores de poesía y sólo se leen entre ellos, en páginas de Internet que, casi siempre (como ésta), no visitan más de 10 personas al día.
Por otra parte, Mi madre es la única que lee mis poemas, retoma el eterno conflicto que los poetas tienen con el lenguaje, que hace que asuman el «silencio» y la «soledad» como un segundo vientre; un ruta fácil a la mediocridad.
Sin imágenes rebuscadas, Nicolás, retrata la relación que tiene el poeta contemporáneo con la poesía. Donde éste autor de clase media-alta asume una escritura marginal y desde ahí narra —desligándose de la vanidad y el performance de club social que rodea a los «artistas»— su vivencia poética.
Mi madre es la única que lee mis poemas es una suerte de arte poética, donde el poeta se enfrenta con todo su ser contra la poesía y se va de culo porque no encuentra nada.
***
Aquí una pequeña selección de su obra:
2
Ya los poemas no riman
nadie escribe endecasílabos ni sonetos
Los poetas prefieren escribir sobre perros y prostitutas
que hablar sobre el alma y la soledad
—aunque en verdad sea lo mismo—
Los ángeles ya no están en el cielo
sino que duermen entre los escombros y el polvo de la ciudad
y toman tinto en las mañanas para el frío
Nicanor nos ha dejado la anti-poesía
y hay varios poemas de Bécquer que son rap
Un poema de ahora es más como un anuncio de televisión
corto rápido consumible
Las palabras se han vuelto adiestrables económicas
como si a la poesía le importara algo
el nuevo mundo del dinero
Pero en la poesía no hay economía
aunque ahora todos los poetas vendan sus poemas.
3
A mi madre le gustan mis poemas
siempre les da like cuando los subo a Facebook
a veces hasta me manda un corazón
y luego, en los comentarios,
escribe con alegría y signos de admiración:
“¡¡Qué viva la poesía!!”
Tal vez es la única persona en el mundo
a la que le gustan mis poemas y eso está bien
Algunos escritores han dicho
que escriben para uno o dos amigos
pero mis amigos nunca me leerían
por eso escribo para mi madre
Otros escritores, como Kafka,
murieron en el anonimato
y estuvieron a punto de quemar todos sus escritos
pero eso a mí me tiene sin cuidado
y siempre que publico algún poema
me quedo frente al computador, ansioso,
esperando a que esa mano levante el dedo gordo
a que aparezca en mi pantalla
ese corazón blanco encerrado en un círculo rojo
o esa breve oración que celebra mi fracaso
A mi madre le gustan mis poemas
probablemente porque le gusta todo lo que yo hago
en todo caso supongo que para eso la gente tiene hijos
y me reconcilia saber que posiblemente habrán huérfanos
que sientan envidia de mis poemas
y padres que sientan envidia de mi madre de mis poemas y de mí
y poetas que darían la vida
porque la madre les dé un like a sus poemas
pero ni siquiera ellas los leen
porque además tampoco
son capaces de publicarlos en Facebook
A mi madre le gustan mis poemas
y de nada me sirve negar que solo escribo para ella
y que ella es la única que me lee.
13
Nunca he tomado tinto ni he fumado
creo que por eso no me invitan a los recitales
y tampoco soy amigo de los poetas
Yo siempre los veo reunirse
a hablar de Rilke, Dickenson, Rimbaund y Eliot
y luego leen sus propios poemas
como si estuvieran leyendo el tarot o el horóscopo
o incluso algún pasaje de la Biblia o del Corán
mientras beben y fuman
y discuten sobre tal o cual palabra
sentados con las piernas cruzadas
agarrándose la quijada o la cabeza
Me parece que en el sitio en el que menos poesía hay
es en los recitales y en las tertulias literarias
¿o será que solo me da envidia que no me inviten?
Igual si me invitaran no tendría nada de qué hablar
y estoy seguro que si leyera mis poemas
los otros poetas se reirían
y empezarían a preguntarme que si el segundo verso
era una alusión a Baudelaire
que si cuando digo soledad
estoy pensando en la soledad de Pizarnik o de Vilariño
que si cuando digo sublime, es, de alguna forma,
porque quiero expresar el mismo sentimiento hondo
de los poetas románticos alemanes
y luego todos en un acuerdo comunal
dirían que es un poco confuso el poema
que está lleno de lugares comunes
que no funcionan las metáforas ni las estrofas
y no me dejarían explicarles que no quiero explicarles
Por eso nunca voy a los recitales
ni soy amigo de los poetas
ni me cruzo de piernas para hablar
y no me interesa fumar cigarrillo ni tomar tinto
De hecho haría todo lo posible, absolutamente todo,
para nunca tener que ir a hablar con otros poetas
para nunca tener un amigo poeta
y si me llegaran a invitar
—porque a veces la vida es necia y cruel—
les diría que solo tomo agua
que todavía vivo con mis padres
y que me gusta leer a Paulo Coelho.
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