Palabras desde la otra esquina. reseña: «Hocicona» de Eli Neira

Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera
Eduardo Mignogna

No podemos negar la situación de exclusión en la que se encuentra Latinoamérica respecto a la totalidad dominadora de Occidente, tampoco sería acertado negar cómo estas mismas formas violentas de transmisión de la cultura del poder, se han impuesto en un país que día a día crece en desigualdades. Sabemos o al menos, intuimos, que el desarrollo económico que se presenta como bandera chilena ha generado un retroceso valórico en cuanto a lo que concebimos como identidad propia, pero también estamos claros que esa característica que hoy nos coloca como un territorio grande en recursos, también ha sepultado la capacidad de hacer de ellos una construcción válida para quienes la habitan.

Podríamos pensar que, frente a un paradigma cultural indefinido en sus prioridades sociales, quienes tienen la labor de emancipar dichos cimientos, son aquellos sujetos reflexivos que, con una desarrollada capacidad en su comprensión lectora y escritural, podrían generar estructuras o categorías contextualizadas a las problemáticas que nos aquejan, pero recorriendo sólo un poco las temáticas de la intelectualidad chilena y las formas en que éstas se presentan al público caemos en la cuenta de que existe un espacio vacío, donde la memoria se quedó colgada junto a las miles de fotografías de los detenidos desaparecidos. Después de eso, pareciera ser que las dinámicas escriturales se hicieron en un escenario de humo, donde la reflexión pasó a estar encerrada en el texto, a veces de una manera tan encriptada que más que generar un efecto liberador, tienden a confundir a quienes en ello buscan un empuje.

He aquí que Hocicona de Elizabeth Neira, llega con patadas y combos a enfrentar dicha panorámica, siendo lo especial de esta publicación, no tan sólo en la forma pujante en la que se refleja la realidad oscura de los chilenos, sino también la capacidad de adentrarse en las profundidades de una dinámica social propia de América Latina, y que tal como una matrioshka va develando una periferia, donde el otro es el excluido, el silenciado, el pobre, o enfermo. De esta manera, en el plano mundial, la Modernidad y la Historia Universal dieron lugar a la creación de un centro poderoso (Europa) y a una periferia oprimida (Latinoamérica); en lo nacional y en oposición existe una burguesía y una clase obrera o pueblo; en el plano erótico, un varón machista y una mujer oprimida; en el plano pedagógico, una cultura imperial y una cultura periférica o popular; en el plano racial, a una raza blanca discriminadora y a una raza no-blanca que es aplastada y excluida, tal cual como los pueblos originarios.

Todas estas experiencias naturales la autora no las ha pasado por alto y son aquellas reflexiones las que se narran a forma de ensayo o crónica en las páginas de Hocicona. Si bien este libro engloba publicaciones desde el 2009, las problemáticas aquí planteadas siguen teniendo vigencia y, por ende, el valor histórico y social que tiene es mayor, en cuanto que es un registro de percepciones sobre una época y las identidades que en ella se desarrollan. Estamos hablando específicamente de un continente dependiente del sistema económico y moral de Europa y Estados Unidos, donde localmente Chile se presenta como un país neoliberal que continúa en una dictadura social, un país enviciado en el militarismo colonial y sumergido en la dependencia de la explotación de sus recursos.

En el plano de esta realidad que es violenta, explotadora, discriminatoria se hace necesario y urgente el grito, la garra, el ladrido, pero no desde un espacio cómodo, como lo hace actualmente la izquierda ilustrada o la institución académica, sino que debe hacerse desde una postura radical, comprometida y representativa. En esto quisiera detenerme un poco, porque Elizabeth Neira es una de las pocas artistas que cumple con expresar desde una plataforma experiencial de la periferia, una mujer que explora en distintas áreas, pero siempre haciendo pensamiento situacional y creativo de la realidad. La reflexión que se deja ver en estas líneas es una clara muestra de la potencia que tiene el hacer disidencia en un medio provisto para la competencia y el éxito.

Hocicona es un libro que nos habla desde una postura que es genuinamente acertada desde el punto de vista político. La mirada de Elizabeth Neira se focaliza en el espacio asumido de la otredad, aquella que es determinada por esferas de poder que establecen características del otro, a conveniencia de quien la hace y que no son para nada válidas a nuestras contextualizaciones. Esta carencia de identificación hace de los sujetos seres autómatas utilizando un lenguaje que no es propio, por tanto, yacen perdidos en su sentir y en las interpretaciones.

Se lee en el Ensayo sobre el X Encuentro de Performance en el 2016:

La centralidad no es un devenir histórico na­tural de los pueblos, sino que es un diseño, una política, bastante bien pensada y militarmente ase­gurada, que determina la distribución de los recur­sos y del poder. Es decir, no existe periferia alguna sin un centro que acapare, excluya y desplace.

El centro es una creación ilusoria que vino en la invasión y saqueo de América, una estrategia económica para salvar a una Europa que estaba decayendo. Todos los recursos extraídos vistieron las calles de los países saqueadores y transfirieron a los indígenas la cosmovisión de una dualidad que lucha por negar a uno de sus elementos. Así entonces Europa y Estados Unidos niegan al resto del mundo, y las clases más ricas niegan a los pobres, y el extractivista niega a los pueblos originarios, nombrándolos sólo

para mantener su centralidad aunque ésta cueste unos cuantos muertos, desaparecidos, torturados, desplazados o un par de golpes de Estado. Son los costos del desarrollo. El de ellos, naturalmente. Jamás el nuestro.

Y continúa en su ensayo

Yo te nombro antes de que tú te nombres a ti mismo. Es decir, me convierto en tu origen (¿En tu Dios?). ¿Quién tiene derecho a nombrarnos? ¿Por qué razón, yo, en tanto sujeto periférico debería ce­der el poder nombrar–me a un tercero, que perpe­túa mi condición?.

Frente a la negación surge el cuestionamiento de la identidad porque ese otro que lo valida, que lo nombra como tal, en realidad no le interesa conocerlo. Siempre lo ha visto desde afuera y sólo lo nombra desde su propia realidad privilegiada, que condiciona y limita las posibilidades de los no privilegiados.

Yo creo que la pretensión de nombrar al otro, sobre todo cuando ese otro se encuentra situado varios escalones más abajo en la pirámide de poderes, es una práctica inequívoca de colonización, del len­guaje, de los sujetos y sus prácticas. Nombrar la periferia desde el centro es un ejercicio de poder y en esencia, una estrategia de colonialismo cultural.

El pensamiento latinoamericano parte con este cuestionamiento y desde ahí se propone lo siguiente: no se puede hacer una filosofía o pensamiento latinoamericano sin ser en primer lugar latinoamericano, se debe vivir la experiencia del desplazado, del oprimido, se debe estar de ese lado (lado que la misma autora confiesa estar) el lugar del apartado, negado y censurado. Desde ese espacio geográfico y psicológico, los marginados, deberán construir un pensamiento que los identifique como tal. Y es precisamente lo que hace la autora con Hocicona, ¡qué más marginal que el mismo concepto de Hocicona! Esa es la premisa: Ser hocicona es ser denunciante, significa revelar secretos, gritar cuando se debe callar, hocicona es una palabra que castiga y pretende ser determinada en lo salvaje, lo animal, la barbarie.

Señala en su manifiesto escatológico

Ante la impotencia de los signos, ante la imposibilidad de comunicar, yo decido entonces encarnar el signo y me cago.

La Constitución de Pinochet es la mayor y más cruenta representación del sistema patriarcal, hegemónico y torturante, y que se encuentra adherido física, espiritual y mentalmente en muchos de los chilenos. Eli Neira trasfiere la aversión de la ley al plano de lo biológico, transmuta el símbolo permitiendo que la emoción nos lleve a una nueva reflexión. Es el cuerpo el principal oprimido de una dictadura, y a través de él revierte el discurso. Lo mismo se percibe cuando experimenta con las categorías de la performance al llamarla poesiacción o arte de acción, o como el posporno permite una forma de reapropiación del cuerpo

De eso se trata el posporno, se trata de la recupe­ración de nuestra propia sexualidad y de la repre­sentación de la misma. Representación que ya no existe en función de los valores de la sociedad pa­triarcal, sino en función de otras narrativas, no he­teronormativas ni reproductivas, sino mitológicas, subjetivas, pansexuales, libertarias. El posporno es el intento de volver a hacer con nuestros cuerpos la propia historia. También es recuperar la voz y el nombre.

Desde esta postura de la innovación de las representaciones es donde se puede destruir la semiótica de la disciplina que solo inyecta dolor través de la negación, el miedo y la explotación. El arte de acción, la generación de un pensamiento crítico, la identificación con el sector oprimido, la conversación y la participación política son formas de experimentación de nuevos diálogos en espacios mudos, por tanto, pueden significar cambios de actitud que saneen nuestras formas de relación y de vida.

De su ensayo Si yo pertenezco a la patria, lo patrio, ¿me pertenece?, se lee:

Para edificar algo nuevo hay que botar lo que había antes, para que nazca lo nuevo debe mo­rir lo antiguo. Si queremos reconstruir Chile de­bemos repensarnos, reinstalarnos, renombrarnos, rehacernos, desde lo colectivo–individual, con otra lógica, sin miedos antiguos, apostando a una nueva república, más reflexiva, más colectiva, más demo­crática, más republicana, más libre, más solidaria y más participativa.

La propuesta es clara, y en esto el pensamiento reflexivo es clave. A mi parecer, Hocicona es una lectura necesaria para acercar la mirada hacia lo que ocurre a nivel nacional y de continente. La estrategia que se necesita para poder derrocar un sistema opresor es principalmente lo que hace la autora, asumirse como sujeto situacional de una periferia.

Ahora bien, el situarse en oposición a los regímenes establecidos no es simplemente una postura, no es simplemente reconocerse desde una posición de otro, ya que bien asumidos también se saben aquellos que han nacido y desarrollado sus existencias en la carencia o dificultad social. No basta tan sólo con sentirse parte del lado oprimido, es necesario que desde esa misma particularidad que caracteriza a una gran parte de la población se comience por identificar cuáles son las herramientas con las que se cuenta, además de hacer con ellas algo que potencie las capacidades. He aquí también la gran dificultad con la que cuenta este bloque, porque lamentablemente quienes podrían solidarizar con esta causa, aquellos que se hacen llamar artistas o intelectuales han sido, en su mayoría, incapaces de retratar las miserables formas de opresión, y se han propuesto participar en esa misma carrera por alcanzar el éxito tan pregonado por el capitalismo. Así es posible ver que la creación queda en el aire, sin memoria, cortando todos los hilos que podrían generar una relación más genuina y en todas las formas, representar quienes realmente somos.

Pocas cosas nos ha dado la globalización, más que ésta, la cada vez más creciente tendencia a la reivindicación de nuestros derechos a la intervención en la realidad, como sujetos activos, como sujetos de comunicación, como sujetos de re-construcción de lo patrio y de lo colectivo.

La tarea que propone la autora no es algo fácil de realizar, pero sí es urgente. En esta compilación de reflexiones sobre el quehacer artístico, la experiencia estética y la imperiosa necesidad de autodeterminarnos es que Hocicona viene a ser el llamado de atención. Una impactante radiografía del pueblo latinoamericano, del pueblo chileno, que desde todas sus aristas se ha visto envuelto en formas de relación peligrosas, fomentadas y practicadas desde la educación, la enfermedad, la represión policial y el abandono de los pensadores.

Celebro el hociconeo que Eli Neira lanza a los lectores y actores intelectuales de este país, de este continente. Aplaudo de pie el coraje de prestar atención a una realidad que ya está cansada de la invisibilización, de la indiferencia y de la patética forma en que se ha disfrazado de progreso y, sobre todo, agradezco enormemente la capacidad narrativa con la que se nos muestra, encara y propician verdades que son indispensables corregir.


Hocicona, Elizabeth Neira (Editorial Desbordes, Santiago, Chile. 2018)

Elizabeth Neira (1973, Santiago de Chile). Poeta, artista de performance y productora. Desde el 2000 ha desarrollado un trabajo transdiciplinario donde fusiona la literatura, el arte de acción, el activismo, la música, el video y la producción de arte independiente. Con esta propuesta ha participado en encuentros de poesía y performance en Chile, Perú, Argentina, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia, Ecuador, Venezuela, Brasil, República Dominicana, Canadá, España, Finlandia y Suecia. Ha realizado talleres de arte de acción en varios países de América Latina. También realiza encuentros de poesía y performance como productora de arte independiente y desde el 2016 coordina el proyecto CasAcción en Valparaiso Chile.

A %d blogueros les gusta esto: