«el horizonte es la llave / de una casa que no tengo». Luciana Reif

Al leer a Luciana Reif, vas imaginando su retrato a través de sus poemas donde nos abre las puertas de su casa. La intimidad se comparte al yuxtaponerla con elementos y sensaciones que apelan a la sensibilidad afín del lector.

En Un hogar fuera de mí, disfrutamos de la poesía cercana y el anhelo de trascendencia de la escritura. La casa, ese espacio que ha sido vinculado con exclusividad a la mujer hasta hace poco, parece presentarse en modo abierto al resto, como metáfora de la propia poesía. Se ahonda en la perspectiva de género tan necesaria aún hoy en día. De hecho así nos indican los estudios de género y las estadísticas que señalan por ejemplo una presencia desproporcionada de mujeres y hombres componentes de jurados. Nos presenta la experiencia autobiográfica desde un marco social. Comienza el libro con una cita esclarecedora y toda una declaración de intenciones: «El instante en que un sentimiento/ penetra al cuerpo es político» de Adrienne Rich, conocida por su interés en la lucha por la igualdad de género.

Su lírica se arma desde el ámbito más cotidiano y familiar de la poeta, donde fluyen las expresiones con frescura, recrea situaciones vitales con otras imaginadas que se complementan y comunican la emoción con fuerza. Encuentra su apogeo en la comunión de la belleza visual de sus metáforas y el choque con la realidad más descarnada. Se sostiene en escritoras conocidas por su carácter feminista como Sharon Olds o Adrienne Rich, con las que comparte ese componente crítico y ese uso del lenguaje habitual sin grandes artificios también para hablar de sexualidad sin tabúes.

La argentina Luciana Reif, que cuenta con un libro anterior: Entrada en calor, presenta en este libro que ha merecido el XXX Premio Loewe a la Creación Joven, una voz que quiere “brillar, / no ser la luna que resplandece / con luz ajena”. Ese debería ser el deseo de cualquier persona que escribe, escribir bien, con luz propia e inalienable. Recrear un hogar habitable, que nadie posee.

Le pido a mamá que me espere despierta;
llego tarde a casa después del trabajo,
el colectivo tarda en venir, a esa hora
viajamos todos apretados
y con sueño. No quiero cenar
sola, no me gusta, por eso le pido
que retenga unos minutos el cansancio,
que lo guarde en un pañuelo,
que no lo suelte, que tampoco se despabile.
Yo también estoy cansada, balbucea a veces
y nos peleamos por ver quién trabajó más,
quién limpió los pisos o quién fue
a hacer los mandados.
Somos dos mujeres que viven solas
y nos peleamos por ver cuál es más mujer,
quién se pone al hombro la familia,
pero en definitiva
las dos tiramos para el mismo lado.
Después me marca:
para qué te esperé si ahora
estamos acá gritando.
Tenés razón, mamita, le digo
refregando mi cabeza en su hombro
mientras le beso
el dorso y la palma de la mano,
el dorso para que el beso vuele
y nos cuide desde el cielo
la palma para que lo guarde consigo
y se lo lleve a la cama.

Louise Bourgeois.jpg

Imagen: Louise Bourgeois. «Femme Maison» 1946-47. Tinta sobre papel. 23,2 x 9,2cm.
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