Casi coincidiendo con el sexto aniversario de la muerte de la legendaria cantante Chavela Vargas (Costa Rica, 1919- México, 2012), se estrena el esperado documental Chavela, resultado de intensos años de trabajo de las realizadoras australianas Catherine Gund y Daresha Ky.
La labor de las cineastas comenzó en 1991, cuando Gund, con una videograbadora amateur, entrevistó a Vargas en su casa de Ahuatepec, Morelos. La intérprete, sumida durante una década y media en un profundo alcoholismo, recién reaparecía frente a un público que la creía muerta.
25 años después, Gund retomó su anhelo de llevar a Vargas a la pantalla grande, logrando un material excepcional y especialmente distinguible de entre todos los que, con anterioridad, se habían dedicado a la cantante.
Durante una hora y 36 minutos, se recorre la increíble biografía de Chavela Vargas, desde la infancia difícil en la Costa Rica de los años 20′ y 30′, abandonada por sus padres a manos de sus tíos, con quienes conoció la enfermedad, el desprecio y por sobre todo, la soledad que la acompañó hasta casi el final de sus días. Pasando por una adolescencia marcada por su huida a México, prefigurándose ya un perfil que rompía con todos los esquemas, desde las formas de vestir y comportarse en sociedad, hasta la furibunda inquietud artística que la llevaría al estrellato.
Es la propia Chavela la que nos conduce por los entreveros de su vida, su propio testimonio, el que acompañado por el de sus cercanos, nos invita a conocer a la mujer detrás de la cantante, a la persona detrás de la figura, a la razón de ser de su forma de cantar-contar-decir.
A diferencia de otras realizaciones cinematográficas y televisivas que han abordado la figura de Vargas con distintos enfoques, Chavela logra una comunión diferente entre los espectadores y la artista. Se nos abre la puerta de la vida privada de Vargas con un tratamiento sumamente respetuoso a su figura, alejado del morbo y el exhibicionismo que la artista nunca practicó.
Momentos importantes del documental, son, por ejemplo, el recuerdo de su entrañable amistad con el notable compositor mexicano José Alfredo Jiménez (1926-1973), figura fundamental de la canción en nuestro idioma y, por supuesto, una piedra angular del repertorio que marcó la trayectoria artística de Chavela Vargas. A través del relato del propio hijo del autor, se da a conocer un tiempo importante, no solo en las vidas de ambos personajes, sino en la historia cultural de México y Latinoamérica.
Otro contenido de interés es la apertura a una etapa muy íntima en la vida de Chavela: su vida amorosa. De forma exclusiva se accede a la entrevista de una de las últimas parejas de su vida, quien al compartir su experiencia, nos abre una ventana para conocer a la cantante en una de sus aristas menos conocidas y más reservadas. La naturalidad con que Chavela Vargas vivió su vida sexual y asumió su orientación, dan cuenta de una persona anómala y adelantada, aún hoy. A pesar de haber sufrido los durísimos embates de la discriminación, desde su temprana infancia y a manos de su propia familia, no hizo jamás de su opción un escaño para sobresalir en la vida pública o realzar sus méritos musicales.
También el recuento de su regreso a los escenarios es un punto a destacar, con las declaraciones de primera mano de las artistas Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, quienes bridan a Chavela Vargas el primer escenario de su «resurrección artística»: El Hábito, en Coyoacán; de Manuel Arroyo Stephens, el editor español, que precisamente en El Hábito se encuentra con la intérprete y gestiona su viaje a España; de Pedro Almodóvar, responsable en gran parte de su éxito en Europa, quien recuerda las sabrosas anécdotas y vicisitudes de los conciertos más importantes en la carrera de la artista: La Sala Caracol de Madrid, el primer concierto en Sevilla, el Olympia de París y el Palacio de Bellas Artes en México; de Mariana Gyalui, manager de Chavela en España; de Marcela Rodríguez, su guitarrista y de otros amigos y cercanos en distintas épocas, como Elena Benarroch, Miguel Bosé, Martirio, Tania Libertad, Eugenia León o Laura García Lorca.
Además, se destaca el compromiso de las realizadoras con el realce de la figura musical de Chavela Vargas, a través del análisis de su importancia como intérprete, mediante el testimonio de sus colegas y la propia banda sonora del filme, exquisita selección de algunas de las más notables grabaciones de la cantante, tanto en vivo y en directo, como en los más de 80 discos que constituyen su mayor legado en este aspecto.
Antes de morir y en una de las pocas conversaciones que alcanzamos a entablar, el icónico escritor chileno Pedro Lemebel (1952-2015), comentó con cierta desilusión el hecho de que Chavela Vargas no se presentara nunca en Chile. Es precisamente Lemebel, en el libro de crónicas «Serenata Cafiola», quien escribe sobre la leyenda que rodea la única visita de la cantante al país, durante los años 60′, cuando no era todavía el fenómeno que motivó a las cineastas a realizar este notable trabajo.
Pienso en lo que Pedro diría luego de ver, la noche del domingo 5 de agosto (exactamente a 6 años de la muerte de Chavela Vargas), el regreso de Chavela al país a través del documental. Gran cantidad de público, diverso y heterogéneo, pero con primacía de las y los jóvenes, concurrió hasta el Cine Arte Normandie al estreno de la cinta, la cual ya suma 3 exhibiciones y podrá volverse a ver el domingo 26 de agosto a las 16:50. Sin duda, sus seguidores chilenos pudimos saldar un antiguo compromiso y Chavela, al final, cantó en Chile.