
Empiezo contando que Duck Butter de Miguel Arteta (Puerto Rico, 1965) es un viaje necesario. Es una comedia experimental, y es algo que cualquier espectador buscando algo diferente agradece.
No solo tiene códigos bien hechos, sino que cuenta con el espaldarazo en la producción de Los Hermanos Duplass, lo cual hizo que me interesase más el proyecto.
La escritura de la película está cargo de una de sus protagonistas, y compañera de guion de Arteta, durante su última temporada, la actriz y guionista Alia Shawkat.
Lo que más disfruté es que pude leer a Shawkat, pude entender esos guiños y esas críticas a la industria cinematográfica actual, incluso, las mismas posturas elitistas dentro del negocio del cine independiente, situación favorable para los Duplass, que se interpretaron así mismos en pantalla.
Arteta, lleva unos años retratando mujeres fascinantes. Personajes que son de naturaleza silenciosa, no son ambiciosas en exceso, pero están dotadas de un mundo interior en el que puedes perderte por mucho rato. Eso pasó recientemente con Salma Hayek en Beatriz at Dinner, y casualmente hace casi un año había hablado de ella aquí en Liberoamérica. Su director hizo lo mismo una década atrás en The Good Girl, una de las mejores actuaciones hasta la fecha de Jennifer Aniston.
Arteta, sabe hablar de las mujeres desde su cotidianidad, dotarlas de un viaje matizado por las mismas casualidades.
Siempre he pensado que es un director subvalorado, pero es que también Arteta sabe hacer eso, cocinar sus películas a fuego lento, y en estos últimos años ha encontrado los compañeros de grupo perfecto para contar más lo que desea.
Duck Butter narra la historia de una actriz independiente, mimada pero vital y coherente con lo que cree que son las historias, los personajes y las películas.
Es una mujer que del todo no termina de encajar en un mundo que pretende celebrar la diferencia, pero que en ocasiones la aísla y la minimiza, esa es Alia Shawkat (Nima), como complemento llega una que siempre en pantalla me encanta verla y es la actriz española Laia Costa (Sergio), aportando fuerza a cada papel que hace.
Es una actriz que ha arriesgado a tener una carrera fuera de España y que el mercado independiente americano (hablamos USA y Latinoamérica) es algo que se le ve que está disfrutando y aprendiendo.
Creo que más tarde que temprano Laia Costa estará detrás de la pantalla.
Arteta y Shawkat cuentan la historia de una pareja que genuinamente se enamoró y que en 24 horas pasará por el ciclo que pasan millones de pareja durante un año o más, siempre la promesa del fin está evidente, no porque la película a fuerzas quiera poner final, sino porque Arteta y Shawkat justamente plantean:
¿Qué pasa cuando en algo de dos, uno se esfuerza y el otro no?
¿Hasta qué punto podemos ser realmente auténticos y genuinos con las personas de las que nos enamoramos?
¿Cómo conciliar una relación de verdad si todo fracasa, pero existe la conexión más infinita que puedas sentir?
¿Cómo somos más consciente de nosotros(as) mismos(as)como personas?
Justamente eso es lo interesante del discurso de la película, apreciar la singularidad humana y ver lo complejo que somos, la película es fuerte en términos emocionales y logra su victoria cinematográfica, el espectador olvida que son dos mujeres enamoradas. Porque Arteta presenta sus humanidades con todo lo bueno, y todo lo malo, que pueden percibir. Con todo el dolor que tienen las historias personales de vida.
La historia estaba escrita para ser una historia chico-chica, pero luego del proceso de casting, y que Laia Costa audicionaba para un rol secundario en la película, solo aceptaría dicho rol porque quería ver el reto de estar en un rodaje en 24 horas, algo nada despreciable para quién protagonizó la extraordinaria película alemana, rodada en un solo plano secuencia durante 3 veces seguidas hasta su tercera versión y definitiva, la cinta “Victoria” de Sebastián Schipper, rodada en Berlín.
Si “Victoria” le dio a Laia el músculo para salir del mercado español y mostrarse como una actriz que toma riesgos, Arteta le da más libertad para volar con sus personajes.
Costa obtiene el segundo papel protagónico al mostrarse tan fuerte y tan auténtica con la visión que tenía de la película, por eso la guionista-protagonista y su director no dudaron en cambiar el chico-chica por algo entre dos mujer, ya que consideraban que así era Sergio, el personaje de Costa, ahora la narración abordaba una historia de amor entre mujeres que se quitarían capas y que realmente pudiesen conectar con seres humanos. Allí, Arteta logra que su película no sea encasillada como cine LGTBI.
Es una historia que puede pasarle a cualquiera y es una historia honesta con sus personajes. Lo que le da una verosimilitud son las narrativas detrás de la historia principal, como el mundo debe fluir con una sensación de propiedad, de acierto y fracaso para cada persona.
Duck Butter es una comedia dramática muy delicada, muy instintiva y por momentos, necesariamente incómoda. Al final, es una cinta experimental bien hecha.
Es una película recomendada para los amantes de la observación, de los detalles y de los mundos privados.
No cabe duda, y espero, que la dupla creativa Arteta – Shawkat siga creciendo, pero también que los productores de Estados Unidos ya dejen a Laia Costa ser totalmente lo que es, y no siempre el personaje de una española en Estados Unidos, es una actriz que a mi juicio es bastante responsable con sus personajes, que pese a cualquier rol de esa española en Estados Unidos, siempre dota sus interpretaciones de matices que la hacen diferente. No se repite. Aunque sí le puedes encontrar muchos puntos de encuentro al personaje de Paula, que interpretó brevemente en la serie catalana “Cites” de TV3 Televisió de Catalunya años atrás.
Duck Butter son de esas películas que te dejan la sensación de que la historia puede continuar y que no pasa nada, algo bueno vendrá, la cinta está para el mercado de Iberoamericano en Netflix.
Una valiente historia con voces estupendas para contar algo.