Romina, ¿adiviná qué? Estamos en un pasado lejano, quizás en el siglo XII, habitamos una tierra desértica, el paisaje es caliente, paseamos por una zona de derrumbe y leemos tallado en la piedra: “Si buscas el objeto de tu amor a costa de tu alma, piérdete a fin de que se manifieste”. “Piérdete de tal modo que nunca más puedas encontrarte en la vida.” Nos quedamos mirando estas letras en árabe (puede que pertenezcan a Farid-ud-Din Attar). Entonces, te pregunto:
¿Qué es perder? ¿Y perderse?
RD: -La cuestión es, mi querida Yanina, que podamos hablar de perder sin perdernos.
Pensándolo bien… Si esta tierra en que andamos está desierta… ¿Con respecto a qué punto cardinal podríamos entonces extraviarnos?
Perder tiene, en principio, un sentido aéreo, es algo parecido a lo que sucede cuando el aire por obra de una energía misteriosa, se transforma en viento arremolinándose muy cerca (o dentro) de los seres terrestres.
Si perdiste algo es porque te entró un viento.
Perderse es cuando un viento fuertísimo te arranca de ese, tu sitio infernal.
¿Qué te sugiere una transformación del paisaje por derrumbe?
RD: -El derrumbe adviene cuando se carcome mucho el paisaje, las partículas conspiran alrededor de los grandes picos de la razón.
Entonces sucede el derrumbe que es, debo decirte, un hecho muy noble porque conserva la marca del desgarro original, las huellas del cuerpo desmembrado.
La caída, en cambio, es libre. Es un arrojo de sí al centro de la nada, sino preguntémosle a Alicia.
Siempre que hay un derrumbe, ¿hay pérdidas? ¿Por qué?
RD: -Siempre que hay un derrumbe se altera la geología de los terrestres y a veces se desata la caída inminente del polvo como lluvia seca que cubre lo que verdaderamente perdimos con la pérdida. Ahí andamos más perdidos que nunca.
¿Qué es el alma? ¿Acaso una piedra?
RD: -Hay muchas almas, algunas están hechas de piedra. Son las que se forman a partir de erosiones internas.
Los seres finitos e indeterminados necesitamos sedimentar(nos) en algún sitio. Nos asusta este paisaje desértico, esta nada que podría ser todo, todo lo que hay.
¿Cómo es el alma de una piedra?
RD: -Es su centro, la parte más pequeña y enmudecida de su ser aunque también la más consistente e inasimilable. Es lo más alter de toda piedra. El lugar al que toda piedra quisiera llegar.
¿El amor se encuentra? ¿El amor es revelado? ¿El amor es luz?
RD: -El amor emerge y se escabulle entre invisibles y duras materias. Es fuga y sedimento.
¿Alguna vez te perdiste a costa de tu alma? ¿Cómo se manifestó?
RD: – Yo, que suelo perderme entre varios derrumbes simultáneos, a veces pierdo también, en medio de tanto escombro, el rastro de mi alma.
Sucede cuando ella también anda un poco perdida. Al volver a manifestarse muestra su cara de “piedra” y sé que al fin, ha regresado.
De pronto nos damos cuenta de que tenemos mucha sed. Nos vamos por el camino de la sombra a refugiarnos del clima implacable y absoluto. Nos gusta esto, vivir una geografía, reconocernos minerales, saber que hay fuerzas naturales y profundas -algunas invisibles- y que están ligadas, unidas a nosotras; y nosotras a ellas.
Romina Dziovenas (1981), nació en San Fernando, Buenos Aires.
Es licenciada en psicología. Participó de las antologías El Rayo Verde 2015 y El Rayo Verde 2016, La tenue respuesta de las hojas. Ha escrito diversos artículos en espacios dedicados a la difusión de la literatura y el psicoanálisis.
Es integrante del espacio literario J. L. Ortiz del Centro Cultural de la Cooperación donde co-coordina el ciclo de poesía Las Raras Circunstancias.
“Zona de derrumbe” ( Alto Pogo, 2018) es su primer libro de poemas.
Le gusta coleccionar miniaturas.