Salomé Cohen Monroy (Bogotá, 1992) es editora en Laguna Libros (Colombia). Actualmente estudia un Máster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Madrid.
Vos estudiaste Ciencias Políticas en Bogotá, pero luego te fuiste inclinando hacia la literatura y cursaste talleres con Fernanda Trías o Alberto Salcedo Ramos. Actualmente sos editora en Laguna Libros, que se ha convertido en una de las editoriales de referencia en América Latina. ¿Cómo se te dio este recorrido?
¡Gracias por lo que dices de Laguna! A mitad de carrera de Ciencia Política me di cuenta que la estadística y la investigación no me eran suficientes para entender el mundo, y aunque había temas muy interesantes, nunca pude imaginarme trabajando como politóloga. Entonces cuando ya había avanzado en la primera carrera empecé a estudiar Literatura y ahí encontré mucha profundidad y belleza y también mucha política, pero cuando llegó el momento del grado de la primera carrera me incliné por buscar trabajo en el campo literario, en vez de terminar la carrera de literatura. Tenía ganas de trabajar y aprender de una forma diferente. Luego de mi grado vendí libros en la Filbo para otra editorial muy buena, Luna Libros, y conocí a mi jefe de Laguna. Y desde que entré todo ha sido mucho aprendizaje.
Laguna Libros tiene uno de los mejores catálogos de literatura contemporánea con autoras como Liliana Colanzi, Claudia Ulloa, Mariana Enríquez, Ave Barrera, Margarita García Robayo, Fernanda Trías o Gabriela Arciniegas. ¿Cuál es el secreto para reunir a tantas figuras jóvenes bajo un mismo sello?
¡De nuevo gracias por los halagos! Diría que hay dos momentos acá. Lo primero es descubir los libros, y para eso nos apoyamos en una red de agentes que nos conocen muy bien y editores con los que sentimos mucha afinidad. Creo que para lograr esto es central viajar a las ferias internacionales, pero también a las que son más pequeñas y locales. Estas ofrecen una cercanía con el sector editorial de cada país que me parece muy interesante. El otro movimiento es el de tomar riesgos (que han sido posibles gracias a una relativa estabilidad económica que nos ha permitido el éxito de Memoria por correspondencia). Cuando leo un libro que me encanta no lo pienso mucho y no estoy tranquila hasta que veo el contrato firmado. Luego esa intuición se ha ido confirmando como una buena con las autoras que hemos publicado y el nivel de reconocimiento que han logrado.
¿Son las autoras quienes están liderando la literatura latinoamericana contemporánea? ¿Se está reconociendo suficientemente este cambio de paradigma en la prensa cultural y generalista de América Latina?
Más que liderar, pienso que sí hay un interés que se ha despertado por las escritoras, que cada vez salen más a la luz. Yo creo que en Latinoamérica hay escritores y escritoras tremendas, con mundos que tienen diferentes lectores y nichos. Pienso que en Laguna Libros nos ha pasado eso, que nos hemos interesado especialmente por los múltiples mundos que hay en los libros de escritoras y por eso es tan clara la mayoría de escritoras publicadas en los años recientes. Siento, en todo caso, que siempre ha habido grandes escritoras, que cada generación las ha tenido, pero creo que la consciencia de que había unas voces ignoradas, o subestimadas, es más de nuestra generación. Al menos cada vez es más frecuente escuchar a hombres y mujeres que tienen la intención de leer a más mujeres porque se han dado cuenta que hay algo ahí diferente, digamos que una sensibilidad diferente. Y yo creo que cada vez hay más periodistas con ese mismo ánimo.
¿Cómo percibiste vos la desigualdad de género presente en la lista del Bogotá 39-2017 y en la delegación de escritores enviados a Francia por el Ministerio de Cultura de Colombia?
Yo no puedo entender que no se hayan dado cuenta de lo mal representada que estaban las escritoras o que si lo hicieron que no hayan hecho algo al respecto. Más cuando los números son tan claros: 0 de 6 escritoras colombianas en Bogotá 39, 13 de 39 escritoras en el total. Y si bien todas las listas son susceptibles de ser criticadas, me parece vergonzoso que hayamos tenido que criticar a esta por esa ausencia. Yo no sé muy bien cómo habrán sido los criterios de selección (pienso que hay escritoras menores de 39 que no quedaron y que son mucho mejores que varios de los escritores que quedaron ahí), pero habría agradecido un esfuerzo más consciente de parte del jurado por incluir a más mujeres. Ahora, el tema del evento en Francia también es complejo. Dicen del Ministerio que estaban invitados los escritores que habían sido traducidos al francés e insinúan que si no han traducido a escritoras es por un tema de calidad. Varios periodistas hicieron lo mismo y es inaceptable, porque basta con haber leído y estar al tanto de lo que se está publicando para saber que esto no es cierto. En el caso del Ministerio creo que más que ser susceptible de crítica la curaduría (o la ausencia de una curaduría consciente) es algo que como colombianos tenemos que exigir.
¿Qué dificultades presenta el campo editorial en Colombia? ¿Es complicado publicar literatura contemporánea latinoamericana desde Bogotá?
Creo que el campo editorial en Colombia, como en el resto de Latinoamérica, tiene que encontrar estrategias para resistir en un ecosistema poco diverso y muy monopolizado por las multinacionales. Sobrevivir como editorial independiente no es fácil y en muchos casos hay que diversificar: son pocos los casos en que este tipo de editoriales sobreviven de la sola venta de libros. Es que, de nuevo igual que en LA, acá hay menos lectores de los que quisiéramos, y si bien esto tiene que ver con un contexto socioeconómico complejo, hay una red de bibliotecas muy grande, lo que no necesariamente mitiga la situación. Estudios han demostrado que las razones por las que los colombianos no leen se relacionan a la falta de interés y de tiempo y al poco contacto que se tiene con la «cultura». A eso se suma el hecho de que la circulación del libro en todo el país es mínima: este es un país tremendamente centralizado y hay muchas regiones en las que no hay ninguna librería. Otra dificultad es que al no haber agentes literarios especializados en el mercado colombiano, la tarea de encontrar buenos manuscritos, que se adapten a las líneas editoriales es titánica.
Ahora, la pregunta por la literatura latinoamericana desde Bogotá es interesante. Como esto es algo que empezamos hace menos de cuatro años, todavía es algo nuevo. No había gran costumbre de leer a latinoamericanos que no fueran del boom porque directamente no llegaban los libros o los autores, y eso es algo por lo que estamos apostando. Entonces si bien son libros que suelen ir más lento que otros, creo que cada vez están encontrando más lectores y se está abriendo ese mercado.
Una escritora ‘nómade’ como Fernanda Trías parece haber encontrado su casa en Bogotá y en Laguna Libros. Una de las grandes virtudes del catálogo de tu editorial es su corte transversal a la hora de elegir autoras y autores de diferentes nacionalidades. ¿Es uno de los rasgos que buscan definir a Laguna Libros? ¿De dónde surgió la idea de construir un espacio con una riqueza tan plural?
Como mucho de lo que ha pasado con Laguna, sucedió de forma espontánea. Los manuscritos de latinoamericanos que nos empezaron a llegar nos gustaron mucho, y ahí nos dimos cuenta que se correspondían con una generación que no había circulado lo suficiente en Latinoamérica. Se trata de voces diferentes y que están renovando el panorama, no necesariamente a las que una multinacional que sí circula por todo el continente le apuesta. Y nos dimos cuenta del vacío que había de estas voces latinoamericanas en la producción editorial colombiana, entonces decidimos que nuestro catálogo le iba a apostar a esta diversidad y a poner en el panorama países de los que poco se conoce su literatura contemporánea acá, como Uruguay, El Salvador, Guatemala.
¿Cómo fue tu primer encuentro con Puertas demasiado pequeñas, de la mexicana Ave Barrera? ¿Es posible que hubiera ciertos rasgos universalistas en esta novela, en la propuesta en torno al arte y la copia, que la hicieran idónea para su publicación en otros países?
Mi primer encuentro con la novela fue en las pruebas de impresión: era un libro que había estado trabajando la editora que me antecedió. Y fue muy envolvente y muy interesante lo que mencionas del arte y la copia, pero tal vez lo que más me sedujo fue la inmersión en algo muy mexicano, con Luis Barragán, y Guadalajara y las muxes, y el acento tapatío de los personajes.
La propuesta literaria de Liliana Colanzi, a veces a medio camino entre la ciencia ficción y el fantástico, es una de las más singulares y reconocibles en América Latina, hasta el punto de que Nuestro mundo muerto —o La Ola— empieza a ser una de las obras de referencia de esta década. ¿Cómo fue tu primer contacto con Liliana y qué te llevó a publicar sus relatos en Laguna Libros?
Como decía más arriba, viajar es una gran forma de acceder a nuevas voces. La primera vez que leí a Colanzi fue en la edición de Almadía que compré en Guadalajara, la primera vez que fui a la FIL. Desde el principio me llamó la atención el perfil de Colanzi, una autora joven boliviana (acá no tenemos mucho acceso a escritoras bolivianas). Y leyendo me encontré este mundo que creo que sabe hablar muy bien sobre la historia y la actualidad latinoamericana; el despojo, el encuentro -casi siempre desigual y violento- entre occidente y lo indígena, el narcotráfico. Y creo que sabe hablar muy bien de estas realidades porque es irreal, fantástico. Y luego está su prosa; hay lo que a los editores nos encanta decir que es que tiene una voz propia y es tan literaria. Entonces el libro se quedó conmigo, se volvió un referente para mí sin que necesariamente haya imaginado publicarlo, pues los derechos para Colombia los tenía Eterna Cadencia. Pero fue precisamente con este libro que nos planteamos, y le planteamos a Eterna Cadencia, coeditar con el fin de que el libro circulara bien acá. Ya vamos por nuestra quinta coedición con editoriales latinoamericanas y es algo por lo que queremos apostar más.
Liliana ha venido publicando estos relatos en diferentes editoriales independientes, Eterna Cadencia en Argentina, Montacerdos en Chile, Laguna Libros en Colombia, etc. Otro tanto ocurrió también con Fernanda, con Ave, con Alejandra Costamagna. ¿Hay buena comunicación entre estos espacios a lo largo de América Latina? ¿Sería positiva una mayor unión entre ellos para ejercer un contrapeso frente a los monopolios editoriales radicados en España?
Como te venía contando en la pregunta anterior, es algo por lo que hemos estado apostando. Hay montones de editoriales muy afines por toda Latinoamérica y están surgiendo proyectos muy interesantes. Cada vez los agentes literarios apuntan por más ediciones locales y por fragmentar los territorios, eso asegura mucha más visibilidad para el autor. Y entre los editores nos estamos contando siempre sobre los nuevos descubrimientos. La mayor unión sería positiva en especial para los autores y para los mercados locales, que gracias a esto son más diversos. Y en efecto sí se haría un contrapeso a los monopolios, pero más como un efecto secundario de esto y no como la motivación principal de hacerlo.
¿Por dónde pasan los próximos proyectos de Laguna Libros? ¿Cuáles son sus propuestas principales para este 2018?
En este momento estamos en miras a traducir más, fortalecer nuestro sello de novela gráfica, Cohete Cómics, y seguir publicando voces latinoamericanas y colombianas y rescates editoriales. Este año nos aliamos con la Alcaldía de Bogotá para entregar el Premio de Novela Elisa Mújica, que se entregará a una escritora colombiana que presente una novela inédita. El premio es alrededor de unos 10mil dólares y la publicación de la novela en nuestra editorial. Nos parece que un estímulo económico para las escritoras en Colombia es una buena forma de hacer contrapeso a las situaciones que mencionamos más arriba. Además de esto vamos a publicar a escritoras muy interesantes y libros de cuento, que es otro interés nuestro: a Nona Fernández en coedición con Eterna Cadencia, a María Gainza en coedición con Laurel, a Magela Baudoin. Vamos a publicar Trucha panzarriba, libro de cuentos del guatemalteco Rodrigo Fuentes, a Daniel Alarcón, la segunda novela de Claudia Hernández en la línea de contemporáneos. De clásicos tenemos tres grandes nombres con libros que poco se conocen o que poco llegaron a Colombia, que son Mario Levrero, Manuel Puig y Juan José Saer.
Fotografía: Catalina Parra.
Entrevista cedida gratuitamente por Darío Zalgade
para el número 415-416 de la revista Quimera.