Por lo visto ya no está bien que los bebés estén rellenitos, deben aparentar ser más delgados según las tendencias de la moda actuales. Se trata de ropa incómoda de ponerles, por experiencia propia lo sé, me regalaron unos para mi hijo de seis meses y prácticamente no se los podía subir. Por no decir que para cambiar el pañal a los bebés lo ideal es que si lleva pantalón éste se abra por debajo con botones a presión, algunas prendas como los peleles o petos los llevan pero no es precisamente lo que más abunda en las marcas populares. Antes se les vestía, daba igual el género, con faldones o sayones blancos hasta los cuatro años, era más cómodo para el tema del pañal, y para lavarlo porque se podía blanquear. Llama la atención que ahora se use para prendas de bebés una terminología propia del mundo de los adultos, anglicismos extendidos como skinny, fit o slim. No exagero demasiado si digo que lo más valioso de una sociedad son los bebés, los niños y niñas, y dice muy poco de nosotros que hayan estos productos y se vean con normalidad en lugar de tener su propio tipo de ropa específico. Ya desde esta tierna edad comienzan la obsesión por el tema de la talla y el peso, continúa la obsesión de los adultos y se extiende en los más indefensos. Los trastornos de la alimentación es uno de los males del mundo contemporáneo, una enfermedad que requiere para su sanación una sociedad más concienciada con el problema y abierta a la diferencia. Algunos ejemplos de estas propuestas: Pantalón sarga skinny, en Zara, para bebés a partir de seis meses, también encontramos pantalones slim para niños en la colección de Kiabi, también en Mayoral hay pantalones de niña super skinny fit. No es un hecho aislado, se le unen otros estereotipos como prendas ajustadas para niñas, con estética muy similar a la de las mujeres o adolescentes, tacones, maquillaje que se vende como un juguete… Para los niños prendas en tonos más oscuro que la de las niñas por aquello de la «masculinidad», además de corbatas, pajaritas y chaquetas. Por no decir que hay unos establecimientos para niñas de 4 a 12 años, de spa, donde les pintan las uñas, Princeland.

Desde su entorno se le envían mensajes propios de los adultos que les invitan a hacerse mayores lo antes posible, es lamentable y evidente en la publicidad donde aparecen con actitudes y posturas poco infantiles o en realitys shows como Toddlers&Tiaras. Parece que no les dejamos jugar, crecer a su ritmo, tienen que ser niños y niñas libres, además no pueden afrontar determinadas situaciones (como en los reality) porque son inmaduros, obviamente. La hipersexualización de la infancia puede producir la entrada precoz en la adolescencia, con los problemas que acarrea el no haber madurado lo suficiente para afrontar la sexualidad. Se ve que cada vez llegan antes a la pre-adolescencia, hay quienes apuntan a los carnes y productos hormonados como factores de influencia. Estamos rodeados de mensajes publicitarios provocativos, canciones y videoclips eróticos, etc., quien haya observado a niños de su entorno habrá visto cómo se saben a la perfección canciones como «Despacito» o de reggaeton como «Que no me quepa en la boca», sobre este tema escribió Yolanda Dominguez un post interesante titulado Tengo 8 años y me gusta «que no me quepa en la boca». Hasta los siete u ocho años vestían más o menos igual niños y niñas, no se preocupaban los padres en diferenciar el género. Sobre esa edad era antiguamente cuando se comenzaba a vestir con ropa como la de los adultos, la esperanza de vida era más corta, se aceleraba su inclusión en la sociedad, al trabajo para comenzar y lo demás. Me pregunto si hoy en día, una sociedad envejecida donde la natalidad es baja, no desearía que los jóvenes se incorporaran al mundo adulto y comenzaran lo antes posibles a producir y trabajar. Es injusto, sí, mucho, quizás se traten de mecanismos inconscientes de la sociedad y de otros factores vinculados al consumo y la economía de mercado, no lo sé, pero me lo pregunto.