Todo lo que haces es sagrado,
entonces olvídame.
Hazme inmortal
entre restos de impiedades,
pretéritos rescoldos de
sacrílegos instantes,
temporales de oscuridad.
Mátame con tu cruz
de memoria inhabitada:
remíteme de los escozores
que me horadan.
Penas en un túnel
de inacabables salamandras,
en esta cárcel de ascuas,
mis súplicas
arden.
Inmólame, amor,
en ultimados abismos.
Olvido sobre olvido,
déjame que caiga
lento,
frágil,
incompleto,
en muñones
bajar hacia tu centro.
Préñate de mí,
vida tras vida,
llévame prendido,
inmortal,
vacío.
Entonces olvídame
por completo,
oblígame a quemarme
para siempre.
Anhelo la tortura, salvo
el silencio:
¿Cómo te digo que te amo?
—Todo lo que haces es sagrado.