Tres poemas sobre fuerzas de búsqueda y espacios de encuentro

Un arma rota y una bandera para muchos encuentros

Si el encuentro nunca fuera posible,

si el encuentro siempre fuera olvidable.

Si su recuerdo no se te impregnara en la piel.

Si el desencuentro no existiera…

Si los amantes siempre se amaran.

Si los amigos siempre fueran amigables.

Si el deseo de encontrarse no existiera.

Si el deseo… no existiera.

¿Existe algún deseo que no sea el de encontrarse?

Si no estuviéramos perdidos.

Si las letras no bailaran.

Si las palabras no sintieran.

Si las manos no tocaran.

Si la garganta no tuviera nudos y los ojos no quedarán vidriosos.

Si los ojos no quemaran.

Si tu insulto no doliera.

Si el alma no atravesara el cuerpo.

Si no viera tu debilidad.

Si el baile no fuera terapéutico.

Si la música no fuera baile y canto.

Si la alegría no fuera epidémica.

Si no me desencontrara…

¿podría todavía mirarme en los ojos de personas que deambulan llevando pedazos desencajados de mí?

¡Esperen! ¡No se muevan, ni se vayan!

¡Que se llevan mis pedazos!

Que necesito armarlos,

que necesito amar,

que armando amo,

que amando armo,

que mi arma es tu mano.

Si tu carcajada absurda no me devolviera el aliento y me hiciera llorar de la risa.

Si no fuera por tu risa, amiga.

Si el humor no tuviera gracia… sí gracia divina.

Si el amor no fuera ridículo hasta la risa.

Si el encuentro no fuera complicidad absoluta.

Si el vacío no existiese.

Si la incertidumbre no rompiera permanente la calma.

Si amor no estuviera roto…

Si la amistad no fuera quebrantable.

Si no te hubiera lastimado alguna vez.

Si no me hubieras herido cuando te quería.

Si no me hubieras ignorado cuando te amaba.

Si no hubiera sido tu hiel.

Si no hubieses sido mi miel.

Si siempre me hubiera dado cuenta que me querías.

No, no es mi capricho, ni el tuyo, ni el de ella, ni el de nadie.

No somos unos perversos o sí lo somos.

Debe ser que somos unos perversos buscadores buscando encontrar las armas para armar el amor. Siendo quizás amar la mejor arma.

Apunten, disparen, fuego.

La pasión juega a dos puntas, tan compinche de la violencia, esa enemiga/amiga del amor.

La paz… arma del desarmado, del que levanta la bandera blanca ante el disparo desquiciado de la violencia y la pasión.

Sin armas pero más armado que ninguno,  más que noble.

Carne y alma siendo.

Desarmada para poder armar el amor.

Si el mundo no tuviera magia.

Si el misterio no existiera.

Si todo fuera fácilmente comprobable.

Si el movimiento no fuera rozamiento perpetuo de cuerpos,

furias,

belleza,

encanto,

alegría,

frustración

y pasión.

Si en la vida no hubiera dulzura.

Si el movimiento no fuera.

Si el amor no curara y quebrara y volviera a curar.

Si los niños no regalaran abrazos de esos que te tiran al suelo.

Si las amigas no regalaran risas desquiciadas e insensatas.

Si tu pareja no te regalara calor.

Si tus amigos no te hablaran.

Si tus amigos no te regalaran su escucha.

Si mucha gente no te quisiera encontrar.

Si en ningún momento te dejarán solo.

Si no buscaras reconocimiento permanente.

Sí, los niños quieren llamar la atención. Vos y yo somos unos niños con cuerpos grandes.

Si no buscara poder…

Si no buscaras que te amen.

Una búsqueda que es llave que desarma, que corrompe, que destruye y reconstruye.

La violencia en tu vida te desarma por completo,

su veneno carga su propio antídoto,

la pócima para armar el arma que rearma la bandera blanca del amor.

Esa misma fuerza

Esa misma fuerza que te revolvió las entrañas un día para que te fueras bien lejos, hoy te motiva para que vuelvas.

Esa fuerza que te dio el combustible y la astucia para escupir de tu boca maledicencias, hoy te dice, purifica tu palabra.

Esa misma fuerza que te hizo sentir lo oscuro, te dice hoy día, camina hacia la luz.

Esa misma fuerza que te motivó a que siembres, hoy te exige cosechas.

Esa misma fuerza que un día te humilló con su sonrisa sarcástica, hoy te ama con su mirada tierna.

No, no te confundas, esa fuerza no es hipócrita, ni bipolar. Esa fuerza está mucho más allá de la mente marchita y tosca del razonamiento básico.

Esa fuerza es la nobleza más grande de todas.

Es la oscuridad más grande y la humildad más profunda. Es tan inmensa y mágica como el mar bajo una noche de luna.

Es más terrible que un toro enfurecido.

Es el sentido más íntimo de la vida.

Es el perfume más provocador y a su vez, más sublime y tierno.

Esa misma fuerza que te hizo rebelde, hoy te obliga a que organices.

Y es que esa misma fuerza que casi casi casi te destruyó, te está reconstruyendo.

Esa misma fuerza que ayer te invitó a la muerte, hoy te invita a la vida.

Ante ayer, cómo quizás pasado mañana, te dirá otra vez, soy esa misma fuerza, vamos, camina conmigo, acompaña a mis pies de bestia pero recuerda que mi cabeza está erguida. Caminemos juntos y crucemos el portal de lo posible.

Sobre nuestro amor, príncipe rojo.

Te amo príncipe rojo.

Sí, te amo.

Te amo con tus ojos encarnizados, tus labios fuertes, tus dedos gruesos, en fin…

con tu cuerpo-ser que me lleva a lugares donde el tacto se vuelve espíritu.

Dónde la furia y el amor conviven.

Dónde es mentira que la carne no es alma.

La furia de tu impulso de vida.

El amor de tu sonrisa alegre.

La ternura de los besitos, tecitos y postrecitos que me traes a la cama o al escritorio en mis pesadas horas de estudio.

Y sí…, te amo porque sos mi amigo.

No necesito decirlo, una comida que te preparo ya te lo dice y te llena tu cuerpo-alma.

Ya sabes que no me completas. Y yo, no te completo. ¿Y eso qué? Si ni vos te completas a vos mismo. Si ni yo sé qué es lo que quiero.

Nadie nos completa, si cada uno de nosotros aún no está completo.

Si ahí vas vos, buscándote, tratando de encontrarte por ahí.

Si haciéndolo a veces te cruzas con otras miradas que te devuelven algo humano que estabas necesitando y que yo no estoy en sintonía para dar.

Si yo también me reflejo en otras personas con otras búsquedas similares a las mías que tú no tienes por qué sentir.

Y es que me gusta verte libre, no somos iguales, somos nosotros.

Me gusta que salgas a la calle a caminar y seas quién eres. Y me gusta realmente mucho que me quieras ver feliz siendo quien soy.

Esto es impagable. Muy valioso.

Y es que cuando vuelves y vuelvo, somos lo que somos, amor del bueno.

Amor de ese que se odió, se hartó, vivió… pasó un rato, se mató de la risa y dijo… aquí estás, aquí seguís porque me amas, esto es impagable.

Estamos unidos, nuestro compromiso es fuerte y no esa mala palabra propia de un tiempo donde estar juntos se asemeja a estar esclavos.

Y no es que a veces no tema por nosotros, por qué cada uno de nosotros no se encuentre, encontrándonos.

Pero un rayo me da la claridad y seguridad para decirte: si la oscuridad es muy grande estate tranquilo, ni te muevas, que todo pasa. Ya lo sabes. Me lo enseñaste vos.

Y cuando todo pasa, lento… muy lento, silencioso y sin que nadie lo note, llega un aroma de armonía y de paz.

Porque lo más grande de la vida llega como el agua sin grandes estridencias, a veces sin darnos cuenta que ya estaba ahí.

No somos esclavos. Somos nosotros. Somos amor del bueno.

Yo también necesito encontrarme y que respetes la intimidad de mis pensamientos y el proceso de mi mundo que se está buscando.

Así que si no te hablo no me fuerces, príncipe rojo, que ya me encontraré y te traeré algo de mí, si es que siento hacerlo.

Pero si no lo hago, no estés triste, que sólo te necesitas a ti para ser feliz.

Pero si no lo hago, no estés triste… qué no ves que estoy siempre cerca y esa presencia, aunque más no sea muda, es mi más amoroso presente para ti.

Estar contigo es único.

Te amo príncipe lindo, encarnizado, rabioso, dulce y febril.

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