Hablar de Sylvia Molloy es hablar sin duda de una mujer que ha vivido toda (o casi toda) su vida entre lenguas, como lo sugiere el título y la temática de su último libro Vivir entre lenguas (2016), publicado este año en Brasil (Viver ente línguas) por el sello Relicário.
Y es que desde muy temprana edad diferentes lenguas comenzaron a confluir en el día a día de su vida: el español, su lengua materna, con el inglés, que lo aprendió con su padre. Y finalmente el francés, idioma con el que convivió durante su estancia en el país galo y en el que escribió su primer libro: La Diffusion de la littérature hispano-américaine en France au XXe siècle (1972).
Con motivo del lanzamiento en São Paulo de Viver entre línguas, la autora del ya clásico ensayo Acto de presencia (libro que la consolidó como una experta en el tema de retórica de la escritura autobiográfica hispanoamericana), charló en el Instituto Cervantes con los asistentes sobre esa relación particular a la que se enfrenta todo ser humano cuando convive con más de una lengua, situación suya personal, pero también de autores que han influido en su formación como escritora. Autores a los que ha dedicado diferentes fragmentos de este, su último libro.
Uno de esos autores es sin duda un referente de la literatura universal: Jorge Luis Borges. A quien Molloy conoció personalmente, y al que dedicó el ensayo Las letras de Borges (1979). Sobre el autor del “Aleph”, recuerda que el inglés fue una manera de relacionarse con él, dado que este se expresaba en un inglés heredado, hablado por aquellos años en Buenos Aires, y que ella reconocía; un inglés formal que usaba expresiones del siglo XIX. Y en este sentido este idioma antiguo era una manera de relacionarse con Borges, por ser el inglés que ella le oía hablar a su padre o a su abuelo.
Pero si bien esta anécdota es alegre sobre el uso de una segunda lengua, ya en el curso de su vida varias veces Molloy se encontró con el hecho que el bilingüismo no es una suerte, sino más bien un problema, como lo vivió y vive en Estados Unidos, país en donde reside y ha sido profesora. Según ella, en Estados Unidos “al sujeto bilingüe se le hace sentir que esa otra lengua es una lengua vergonzosa, que hay que esconder y hasta olvidar”. Hecho que le ha producido angustia como profesora en este país: “ver que estudiantes que tenían la capacidad de ser perfectamente bilingües, habían sacrificado una lengua por hablar inglés”. Una otra lengua que es, además, lo que ella considera, tomándolo del inglés, el Heritage lenguaje, es decir, esa lengua heredada de los padres, de la familia, y que en muchos casos se pierde por falta de interés, o por priorizar una lengua sobre otra por aceptación social. Por ello se impuso el desafío de mostrarle a sus estudiantes que esa lengua otra no había que olvidarla, al contrario, había que mantenerla, dado que perder una lengua en nombre de una nación (Estados Unidos) que se quiere monolingüe era terrible.
Tal vez esta sea una de las razones de la escritura de Vivir entre lenguas, un texto híbrido donde una mujer narra memorias y anécdotas de su vida a la vez que reflexiona sobre las lenguas, el lenguaje, el plurilingüismo, citando en inglés, en francés, refiriéndose a situaciones particulares de diferentes autores, como Guillermo Hudson, George Steiner, Elias Canetti, Vladimir Nabokov, Elie Wiesel, entre otros, que de una u otra manera convivieron y produjeron su obra entre lenguas, en tránsito, en el exilio.
Viver entre línguas. Relicário Edições, 2018
Ya sobre la estructura de fragmentos en que está escrito el libro, pequeños textos que bien sirven como escritura de memorias o como espacio de reflexiones, la autora cree que se debe a que la noción de estabilidad le es ajena, “tanto en lo vital como en lo literario. Tengo la convicción de que siempre hay otra cosa, lo no dicho que siempre está ahí para perturbar el texto”. Y en ese sentido, para ella el fragmento es una de las formas que prefiere para la literatura. Dado que como bien dice: “…el fragmento es algo que nunca se cierra, no es texto cerrado, es texto abierto, algo que queda pendiente. Ese estado que queda pendiente, se cierre o no, es lo que define mi literatura de alguna manera”. Incluso, un estado que advierte en sus novelas, las cuales considera de finales bastante parecidos, “finales que acontecen en aeropuertos, lugares donde no se identifica bien si es un punto de llegada o un punto de partida. Ninguna de las novelas se cierra satisfactoriamente. Y creo que eso es para mí la literatura”.