Entre-seña: «Nada contra que chocar» de Jorge Abel Muñoz

tapa-jorge-_-tapa-final-recorte-en-alta1-32d7851e6f7315085115121992891222-640-0“Como se reían”, escribía en una de sus novelas Cesar Aira. Se reían de lo que él decía con seriedad, de los temas de sus historias, de sus diálogos. Y eso lo atormentaba, puesto que no era su intención hacer reír a nadie. Sin embargo, las situaciones cotidianas transformadas en sátiras hilarantes hacían que sus lectores y amigos le comentaran sin reservas lo mucho que se habían reído, las lágrimas derramadas y el dolor costal provocado por las carcajadas.

Leyendo los cuentos que componen el primer libro de Jorge Muñoz recordé la risa que describía Aira. Una diversión sorpresiva, que llega como palmada en el hombro y te encuentra haciendo muecas, imaginando la cara del Frito, que supo experimentar todos los placeres de la vida y busca redención en el aislamiento del campo porque “la gente como el Frito sólo encuentra la calma en un lugar así, donde no hay nada contra que chocar”, o del nene cuyos padres llaman el “manocaca”, porque “hace mierda todo lo que toca”.

Los escenarios son los de la vida diaria, con personajes de todas las edades que transitan experiencias en las que podemos identificamos todos. Pedirle un aumento de sueldo al “gordo”, que combina al menos tres marcas caras en cada vestuario, te llama “muñeco” y tras decirte más o menos lo que querés escuchar va y se da un chapuzón en su yacuzzi; el enamoramiento visceral de un nene que sin dudarlo va por todo; el familiar borracho que fabula contra pigmeos o la increíble descripción de la trayectoria que describe un escupitajo.

Lo que hace interesantes a cada una de estas historias es ver como el verosímil se estira hasta resolverse en micro estallidos de humor, que hacen equilibrio entre el fracaso y la inmoralidad. Permitirles llegar hasta las últimas consecuencias y luego enfrentarlas con valor.

Nada contra que chocar se compone de 18 relatos cortos y dinámicos que se prestan para una lectura ligera y descontracturada, en la que se disfruta de construcciones que sorprenden por la crudeza de la realidad que maneja y por encontrarnos metidos, de repente, en una espiral oscura de honestidad brutal.

A propósito de la publicación de su primer libro, que además obtuvo el Premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016, tuve el placer de hacerle algunas preguntas al autor:

 ¿Cómo empezó tu relación con la escritura?

Mi relación con la escritura empezó como un murmullo. Con una voz interior que narraba con mayor insistencia a medida que mis lecturas se hacían más constantes. A esta altura de mi vida puedo asumirlo sin angustia ni desilusión: no hay musa ni varita mágica rozando mi frente. Sólo sé esto: cuanto más leo, más interesante y elocuente se pone esa voz interior. Así que la alimento con lecturas, es lo único que me pide. Cuando no la soporto porque dice demasiadas cosas interesantes pero horrorozas, dejo de leer. Entonces la voz se debilita. No se calla, sólo se retira al fondo de mi pecho y ahí queda hibernando anémica. Pero como no puedo dejar de leer por mucho tiempo, la voz regresa a los pocos días y todo vuelve a empezar. Mi relación con la escritura entonces, empezó, (empieza y empezará) en mi relación con la lectura.

Hiciste talleres con grandes maestros (Heker, Saccomanno y Forn), ¿Cuál fue la lección más importante que aprendiste de ellos?

Los tres talleres juntos suman, aproximadamente, diez años de formación. Por eso como respuesta va una parte de lo que recuerdo ahora de forma conciente, porque esos espacios de aprendizaje están en mi ADN. Yo digo que si en la vida uno no puede elegir a sus padres, al menos puede elegir a sus maestros. Quieran o no esos maestros ser elegidos. Es el derecho de los huérfanos construir su propio ADN cultural y creativo. Así las cosas, dicho esto, enumero rápido y a la pasada algunas lecciones importantes que recuerdo de inmediato: Las primeras versiones son un mal necesario. Escribir es corregir. La historia, de tanto reescribirla, termina diciéndote cómo quiere ser contada. La literatura es un animal salvaje, sólo es fiel a quien lo alimenta y acaricia. La historia tiene que ser un caño. Leer mucho, escribir mucho. No dormir. La vida no es justa, pero trabajar duro equilibra algunas cosas. Las críticas con mala intención existen y afectan, se curan escribiendo. Hay que usar una silla rígida, en lo posible con apoyabrazos. Hay que ser buena persona, siempre. Nunca dejes de escribir. Nunca dejes de leer. Comé bien. Mové el cuerpo. El egoísmo no es una estética. Quien da recibe más de lo que da. La única angustia que no sirve para escribir es la económica.

En NCQC los personajes parecen estar siempre al límite. Como lector, a lo largo de los cuentos uno empieza a esperar esas situaciones que, de diferentes formas, terminan por darnos una cachetada amistosa que nos dice “viste, ahí tenes”. ¿Cómo viviste la construcción de esos mundos tan diversos y a la vez tan unidos por esa suerte de homogeneidad naturalizada?

La ecualización de los cuentos de “Nada contra qué chocar” fue un trabajo aparte. Los mundos diversos pero unidos por algo que los constele, fue una búsqueda que me llevó más de 5 años. En ese proceso tuve que dejar muchos cuentos afuera, reescribir muchas partes, experimentar con las tramas, es decir: esa homogeneidad naturalizada es efectivamente una construcción, un artificio que responde a una búsqueda tan estética como ideológica.

Mientras leía Pez Gordo (uno de los cuentos del libro) pensaba en tu trabajo en el área de publicidad y redacción creativa. ¿Hay algo de experiencia personal en éste o alguno de los demás relatos?

Sí. Pez Gordo me llegó como una micro anécdota de apenas tres líneas. Es casi la métrica de un chiste de salón. Pero como en esa y otras tantas anécdotas cómicas que me llegan, a mí me pareció que debajo de la superficie había algo truculento. No estoy diciendo que haya una búsqueda de lo veraz ni una pseudo crónica con ínfulas de denuncia. Para nada. El problema no es el chiste, ni la anécdota, mucho menos sus protagonistas. El problema es uno que no puede evitar la mueca amarga después de la risa e imaginar, fabular y preguntarse por el subtexto de algunas situaciones. Así trabaja mi escritura. Al menos así trabajó durante el tiempo en que escribí “Nada contra qué chocar”. Con el cuento Pez Gordo pasó algo hermoso, además. El protagonista se reconoció. Es alguien muy importante de la industria publicitaria. Podría decirse que es El Rey histórico de la industria publicitaria. Leyó el cuento, al parecer le dio muchísima risa y lo recomendó en su cuenta de twitter. La realidad salpicó a la literatura y a su vez la literatura salpicó a la realidad. Esas cosas no me las esperaba y me dan una hermosa y extraña alegría.

Huy, ahora me muero de intriga. ¡hay que buscar ese tweet!.  A propósito del éxito que supo cultivar esta primera publicación ¿Qué significó para tu Yo escritor haber ganado el premio del Fondo Nacional de las Artes?

Es una validación. Y también un halago. Yo deseaba publicar mi primer libro de cuentos en esta instancia de reconocimiento. Además, no quería ir a una editorial y pagar para publicar. Hay gente que lo hace y está perfecto. Muchos de esos libros son hermosos y están en mi biblioteca leídos, subrayados y admirados. Pero yo quería intentar otro camino, ya había invertido tiempo y dinero en talleres, libros, lecturas y relecturas. Con el Premio del Fondo Nacional de Artes y mis editores de La Parte Maldita pude hacerlo. Fue una alegría inmensa, porque la primera publicación es una carta de presentación con el lector y una puerta para seguir publicando. Muchas veces escucho críticas pirotécnicas a los concursos. En nombre del arte y la literatura hablan de esos certámenes como si fueran trituradoras de la libertad creativa, como si fomentaran el efectivismo literario y eso fuera un crimen imperdonable. En general son críticas de gente que nunca ganó un concurso o que tienen un amigo o familiar en alguna editorial grande y por lo tanto poseen el capital social para publicar cuando quieran lo que quieran. Sé que esto suena muy poco “polite”. Pido disculpas si es así. Pero quiero decirlo, incluso a riesgo de caer mal. Prefiero aprovechar el espacio y esta época en la que tantos supuestos o cuestiones no dichas por “decoro” dejan de ser un secreto a voces.

Es verdad. Uno que recién empieza se encuentra con muchos paredones de secretos y supuestos a medias, con un ambiente que parece cerrarse sobre si mismo. ¿Algún consejo para los escritores que están trabajando en sus primeras obras?

Sí. Que lean mucho. Con un lápiz a mano. Que marquen lo que leen y les llama la atención. Y que hagan taller literario. Es cierto que algunos escritores no salieron de ningún taller, pero es cierto que muchos sí pasaron por alguno.

La última, ¿Un libro de otro autor que te haya marcado en la vida?

Son varios. Aunque la pregunta es por uno van tres (perdón):

  • Cuentos Completos. Flanney O’ Connor.
  • Narrativa Completa. Dorothy Parker.
  • Alfabeto. Inger Christensen.

Jorge Abel Muñoz (Buenos Aires, 1978): Redactor creativo y docente de Creatividad aplicada y de Concepto de marcas en la Escuela Superior de Creatividad Publicitaria. Hizo talleres con  autores como Liliana Heker, Guillermo Saccomanno y Juan Form. Este es su primer libro publicado, que en 2016 obtuvo el Premio del Régimen de Fomento a la Creación Literaria que otorga el Fondo Nacional de las Artes. Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa y escribe su primer novela.


Nada contra que chocar

(Ediciones La parte Maldita)

117 pag.

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