Nicolás Igolnikov es un escritor nacido el 5 de enero de 1997. Organizador del ciclo «Incógnito» de danza/teatro & literatura (marzo 2017 – actualidad) , y el «Metáfora» de cine y literatura (julio 2017 – noviembre 2018), ambos en el Club Cultural Matienzo. Ha publicado: «El Nombre que Falta – y algo de Pólvora-», poemario –Editorial Ex Nihilo – Baja Literatura, 2016- y «La Mentira», nouvelle –Editorial Ex Nihilo – Baja Literatura, 2017-. Ha dirigido el cortometraje «El Nombre que Falta – y algo de pólvora» basado en su libro homónimo, con la producción de Discos del Ratón (2016).
En esta ocasión, le hice algunas preguntas para que nos hable acerca de cómo fue producir el Ciclo Incógnito, cuya última edición será el 23 de diciembre en el Centro Cultural Matienzo en Buenos Aires.
¿Cómo surge la idea de hacer el ciclo Incógnito?
Fue por 2016. Yo era parte del ciclo «Las Puntas del Clavo» de literatura escénica y trabajábamos textos literarios, a veces nuestros, otras de grandes autores a través del formato escénico. Fue una experiencia harto enriquecedora ya que al mismo tiempo que incursionaba en altísima poesía descubría en ella una dimensión más profunda y vasta que la del lenguaje poético: la de lo multidisciplinario. Y era importante para mí esto ya que en pensar qué otra disciplina cruzar y cómo hacerla coexistir con el texto me hacía reflexionar y sentir la obra desde otro lugar. Sin contar que había un trabajo respetuoso y delicado de nuestra parte para con el texto que, a su vez, funcionaba y se abría sin necesidad de recurrir a su autore (que en la mayorías de los casos estaba muerte). Fue una fortuna encontrarme con todo esto. Y así fue que, casi sin querer, surgió el Incógnito como propuesta que tomara esa resignificación y profundización, esa vasta experiencia, y la hiciera llegar a otras personas que, quizás, de otra manera no se interesarían o no la conocerían.
En el ciclo, cada artista interpretaba ante el público la obra de alguien más, ¿por qué?
Soy un productor nacido de ir a eventos. Soy obsesivo y puntilloso quizás sólo con eso. Tengo la convicción, en tanto organizador, de que se han de respetar mínimos criterios (horario, lugar, respeto) por parte de artistas, público y lugar donde el evento ocurra. Con esto en mente, y además de la búsqueda estética que intenté esbozar en la pregunta anterior, la lectura de textos ajenos parte la convicción de que los textos deben salir de sus autores. Y lo reafirmo cada vez que veo, en otros eventos, cómo ciertes artistas salen al escenario con la tarima bajo un brazo y la pretensión bajo el otro.
Incógnito surgió como una propuesta que forzara a que eso no ocurriera, porque es preciso un respeto enorme por el propio texto y por el ajeno, por el público y por la condición como artista para leerle a alguien más algo que no es propio (además, sin decir el propio nombre). Y este respeto del que hablo no es que no se tenga en general, es que no suele ser requerido. Muchos eventos encuentran suficiente una asistencia moderada de público, un inicio no más de una hora y media tarde y una cantidad razonable de alcohol (factor este último que, también para mí, es crucial). El problema es que, con esta configuración, no se propicia necesariamente el respeto por la palabra ajena. No obstante siempre que alguien ha venido a leer al Incógnito ha sido un lujo tanto su arte como su respeto, y la escucha del público ha sido sostenida y cálida. No es porque la curaduría sea acotada a ciertos entornos (de hecho, todo lo contrario) ni porque el público sea siempre el mismo, sino que esa conciencia de que todes hacemos el evento en el que estamos no solo da lugar sino que requiere a que el respeto surja espontáneamente.
Lo que intento producir, con la mayor humildad posible, es exactamente eso: espacios en los que, al participar, artistas y público por igual sean parte de una obra que construyan deliberadamente, además de ser una instancia de encuentro.
¿Qué clase de comentarios recibiste por parte de la gente que asistió? ¿Podés mencionar alguno?
«Te preocupás mucho por el horario», «¿Quién escribió tal texto? Me encantó», «Una locura esa obra de danza», «Gracias».
¿Cómo fue el clima que se formó entre lxs artistas que no se conocían pero tenían que ponerle cuerpo a lo de otrx?
Diverso y divertido. Hubo siempre una predisposición al juego y al riesgo, incluso en les artistas con menos experiencia en público. Yo suelo dejar a les artistas soles mientras trabajan con los textos y les improvisadores porque entiendo que es un espacio de creación colectiva que no debe ser influido por la persona que convoca. Sí me he encontrado a veces pasando por la sala y viéndoles reírse o con cara de profunda concentración. He visto formarse amistades y contactos entre poetas a través de la experiencia de compartir, y creo que eso es lo más grato de todo: que no se conozcan al principio, y que se junten al final.
¿Por qué te parece importante editar una antología que recopile los textos de quienes pasaron por el ciclo? ¿Con qué se va a quedar la persona que lea la antología?
Primero que nada, como respeto hacia el trabajo enorme que han hecho. Une como productore no puede desconocer el esfuerzo que conlleva hacer arte, producirlo, pulirlo y mostrarlo. Máxime con una propuesta que te hace soltar.
Por otro lado, porque hay un gran achicamiento de la cultura, y terminar el Incógnito es dejar un cierto vacío. El esfuerzo enorme que conlleva la antología es una suerte de compensación o de última suma que me parece necesaria.
A su vez, hay algo personal. Para mí el Incógnito es una de mis apuestas más grandes y la decisión artística que más me ha hecho crecer y aprender. Tiene muchísimo de mi, y siento que es preciso respetarla en tanto obra y lograr un hecho material que de cuenta de su paso.
Espero que quien lea la Antología se quede con un documento que registra sin margen de duda que existen más de 120 artistas que actualmente hacen arte y que lo propician y difunden. Que el mundo artístico está vivo y late. Esto es algo inolvidable en un contexto sociopolítico como el que vivimos actualmente.
¿Cómo te sentís ahora que el ciclo llega a su fin?
Profundamente abrumado. El Incógnito tiene de mi todo mi corazón y mi corazón tiene mucho del Incógnito. Es una experiencia que atesoro (hablo como si ya hubiera terminado cuando la última edición ocurrirá el 23 de diciembre) porque me ha permitido no sólo explorar las barreras de las disciplinas, sino crecer como persona. Me he nutrido profundamente de las poéticas y obras que han pasado. He aprendido mucho del funcionamiento de los espacios. He aprendido a hablar con seres humanos sin que estos tuvieran dudas sobre si pasaría el test de Turing. Y, quizás esto sea lo más importante, he tenido la oportunidad de conocer e interactuar con artistas que me parecen de una riqueza e integridad colosales, y de otra manera no habría sido posible. Entonces, ahora que termina, me pregunto: ¿qué hay después? Y aún no logro elaborar una respuesta que calme este temblor interno que siento cada vez que la formulo. Es una bella incógnita.