Luis Dapelo y su entrega a la crítica literaria y la traducción

A comienzos de los años ochenta salió de su natal Perú. Por entonces era un adolescente amante de la literatura que comenzaba el periplo europeo, en parte en busca de sus raíces, en parte para nutrirse en un continente que todavía magnetizaba por ser epicentro del arte y la cultura.

Así llegaba a Madrid, en el 82, Luis Dapelo. Luego se iría a París. De allí se iría a Roma; donde estudiaría Ciencias Políticas. Después de un periodo en la capital, pasaría a vivir a Génova, ciudad donde, en parte, llegó para recuperar sus raíces italianas y también para encontrar un sosiego, alejado del caos de Roma. Sería en esta ciudad donde se dedicaría al estudio literario, luego de estudiar Lengua y Literaturas Latinoamericanas, realizando su tesis en traducción, con un proyecto sobre la novela Un mundo para Julius, del escritor peruano Alfredo Bryce Echenique.

De allá para acá ha corrido mucha agua bajo el puente y el tiempo ha consolidado a Luis en los campos de la crítica literaria y la traducción en tierra europea; en Francia, pero también en Italia, países en los que tradujo a autores tutelares de la literatura latinoamericana como Carlos Fuentes, Ernesto Sábato, Tununa Mercado, Juan Marsé, el ya citado Bryce Echenique, entre tantos otros. En Francia, ha traducido a Beatriz Sarlo, Elías J. Palti, Juan José Sebreli y está trabajando actualmente en la versión francesa de las obras de Adolfo Sánchez Vázquez, Bolívar Echeverría, José Carlos Mariátegui y José Aricó.

También cabe decir que cursó sus estudios de doctorado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la de Génova, y que ha sido profesor en Génova, Brescia, Cagliari, en Italia, y en las de Cergy-Pontoise y Amiens, en Francia. Por último, Luis es un atento crítico de las realidades latinoamericanas, pero también de la europea y de la francesa, país donde actualmente vive, y al que mira siempre con independencia de criterios.

Luis, considerando que eres un traductor versátil, que traduces del español, tu lengua nativa, al francés y al italiano, comencemos por tu relación con las lenguas, en las que entras y sales de una y otra con total desenvoltura.

¿Cuántos idiomas hablas y en cuáles tienes el dominio para traducir?

Hablo, escribo y entiendo tres idiomas: castellano, italiano y francés. Leo sólo y entiendo el portugués y tengo un nivel básico en inglés. Traduzco del castellano al francés y al italiano y del italiano y francés al castellano.

Teniendo en cuenta la complejidad del francés y del italiano, más allá del amplio dominio de estos idiomas, ¿cuáles han sido los mayores retos a los que te has enfrentado en estas traducciones, tanto por la complejidad propia del lenguaje literario de las obras, pero también por la complejidad de las lenguas de llegada?

Creo que la dificultad mayor se encuentra en el lenguaje y en el estilo empleados por cada autor. Generalmente, el lenguaje de la ficción es mucho más complejo que el del ensayo, porque los narradores tienen mucha más libertad estilística que los ensayistas sean éstos filósofos, historiadores, sociólogos, etc. Otro punto importante radica en la habilidad y la experiencia del traductor en adaptar lo adaptable, en jugar con combinaciones posibles para que el texto con las ideas del autor no se desvirtúe y pueda llegar de manera adecuada y correcta al lector. Cada texto comparta un sinnúmero de dificultades de todo orden, cada texto es difícil y es preciso afrontarlo con mucha humildad y conscientes de que es un desafío.

Desde tu experiencia, ¿qué es lo más gratificante y, si así se puede decir, lo más decepcionante del oficio de traductor?

Lo más gratificante es poder hacer llegar al lector ideas, imágenes, sensaciones, reflexiones a través de la lectura y fruición del texto traducido. Es gratificante poder hacer descubrir al lector los universos del autor. Lo más decepcionante es la incapacidad de una crítica cada vez más restringida e incompetente a causa de las carencias de la formación universitaria y de un cierto background de quienes afrontan dicho trabajo. Es decepcionante también la incapacidad de ciertos editores en entender la importancia y la amplitud de un autor así como el nulo reconocimiento del traductor que es el “mediador”, la “voz” entre el autor y el lector.

Pasemos ahora a esa elección de estudiar literatura latinoamericana en Europa.

¿A qué se debió esta elección tomando distancia del continente americano?

Se debió fundamentalmente a la calidad de la formación y a todo lo que yo podía aprender aquí. Puedo decir y sin temor a equivocarme que me siento afortunado de haber estudiado antes de la crisis del sistema universitario europeo, es decir, antes del asalto neoliberal a la institución. Para aquellos de mi “generación”, haberse formado entre los años 80 y 90 significa haber accedido a formas de adquisición del saber que han sido canceladas y/o restringidas a partir de este nuevo siglo. No soy para nada un “nostálgico” del pasado, pero puedo bien percatarme que la educación superior aquí era mucho más completa y sólida. Ahora no lo es más.

¿Y en cuanto a tu recepción en el campo de la traducción en Europa? ¿Viviste algún tipo de prejuicio como traductor de origen latinoamericano?

Yo empiezo a traducir a principios de los años 90 del siglo pasado, es decir, ya llevo casi 26 años en esta actividad que compaginé con el trabajo docente. Desde hace 4 años la he retomado a tiempo completo. Viví los típicos prejuicios y la discriminación rayanos en el chauvinismo y la xenofobia que, a primera vista, pueden resultar “extraños” puesto que se opera en un campo como el de la cultura, pero que lamentablemente existen también allí. Pero, más allá de estas dificultades, considero que mi trabajo es el de un “resistente cultural” y sigo adelante, mal les pese a algunos.

¿Cuál crees que ha sido el mayor aporte como crítico y traductor el residir en Europa tanto tiempo?

Modestamente, creo que mi mayor contribución ha sido y es la de introducir nuevos autores o autores clásicos, hacerlos conocer y hacer circular sus obras y su pensamiento. El hecho de residir aquí me ha permitido hasta ahora observar atentamente la situación con sus carencias, omisiones y espacios en donde nuevas ideas, venidas desde la “periferia” del mundo pueden muy bien enriquecer debates y reflexiones.

En cuanto a los tiempos actuales, ¿cuál es tu consideración general de los nuevos autores latinoamericanos y su recepción aquí en Francia?  

Hay de todo, con una prevalencia a las “modas”. No todo lo que se propone está basado en la calidad, sino más bien en la reproducción que ciertos editores hacen del “gusto”, de invención del “gusto”, con la consecuencia que los buenos autores se quedan muchas veces opacados por la inflación de obras medianas, de calidad dudosa que no dejan huellas y que son enterradas por una cierta sobreproducción existente.

Considerando tu amplia experiencia en el mundo académica en universidades europeas

 ¿Cómo es hoy en día la recepción de estos autores, que de alguna forma intentan proponer estilos propios, alejados del “boom latinoamericano”?

La recepción es desigual por lo que te cité líneas arriba, es decir, por la prevalencia de una crítica que mal entiende o que no se esfuerza por entender lo que está leyendo. A esto se añade también la dificultad de ciertos pequeños y medianos editores en tener un lugar en las pocas páginas culturales de los medios, puesto que estos últimos dedican espacio a los editores grandes, reproduciendo ciertos “clichés” que son duros de morir y que corresponden a una imagen un tanto “colonial” del imaginario. Para “extremizar” un poco lo que estoy diciendo, puesto que no participo de los eufemismos, ciertos críticos prefieren el “color”, lo “folklórico”, en suma la imagen del “buen salvaje” que viene desde fuera, como si eso fuera lo realmente existente.

Finalmente y dada tu posición crítica de la sociedad, sin compromisos con ninguna organización, quería preguntarte: ¿Crees en una literatura comprometida, en una literatura como herramienta política?

Creo en una literatura comprometida con libertad amplia. No creo y nunca creí en una literatura narcisista u “ombliguista” con ánimos de banal consolación y menos que nunca en ciertas propuestas de una cierta literatura como la actual que deja poco o nada, una literatura de consumo con pretensiones de gran literatura, alienada y alienante en su escapismo.

Por último, y un poco como cliché, pero principalmente por tu experiencia, ¿qué le aconsejarías a los traductores latinoamericanos que quisieran buscar oportunidades en Europa?

Que vean las cosas con sano realismo y que no caigan en la trampa del “paraíso” al uso. No existen “paraísos” en ninguna parte. El trabajo del traductor es extremadamente duro y sacrificado, con una concesión forzosa a la soledad. Si están dispuestos al esfuerzo y al sacrificio, adelante. De lo contrario, que se dediquen a otra cosa.

Foto:  Dimitri Menchikoff

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