Atravieso tu silencio
con el miedo que me da la noche
cuando está en mi boca.
Escupo estrellas fugaces
y no pides nada,
ni siquiera diez mil millones
o que tu padre hubiera muerto
antes de golpear a tu madre por primera vez.
Estamos aquí
como en una biblioteca
que nos quiere mudos
como si no hubiera nada para decir
ante las historias que se acaban.
Atravieso tu silencio
con la agonía de gritar debajo del agua
para que los peces me oigan
y me lleven a la superficie
que rompí con el peso de las piedras.
Escupo restos de océano
para saciar tu sed,
pero pides Coca-Cola
y yo no entiendo qué te llevó a preferir
aquello que no teníamos a mano.
Estamos aquí
como en una casa sin wifi:
no me mandas un puto mensaje
y andas como un estúpido
apuntado para todos lados
buscando una señal.
