En el acto de salir de mi país me he llenado de grandes aprendizajes, entre ellos la apreciación de la poesía de los sitios a los cuales he ido. Esa misma apertura a otros textos, otros símbolos y distinta herencia, me llevó irónicamente la mirada de forma incesante a Venezuela. De manera que en todo este proceso me propuse una relectura, no sólo de nuestra tradición poética, sino también de mis contemporáneos. Como consecuencia de este ejercicio he encontrado un tesoro que considero valioso: hay en estos textos una sensibilidad donde se evidencia la búsqueda de cada persona, su relación con los sempiternos conflictos propios de la humanidad en conjunto con las dificultades que conlleva tener nuestro gentilicio actualmente, todo esto con destreza en cuanto al lenguaje, e incluso destellos de sus poéticas. Este es mi reconocimiento al trabajo que se está haciendo.
Paola Valencia, 1997
Escribir
La belleza es el deseo del mar la visión del sueño despejada y azul
Mi cuerpo extendido por el movimiento de las olas
La penetración del naranja en el iris parpado
Entonces me fio la muerte en visiones refractarias de mi yo.
Me digo
Voy a escribir Llameantes círculos dorados abriéndose en las muchachas
Como si el dibujo justificara el verbo
El estar… el ser en constante pasiva sobre la carne
Prometo ser como el agua clara que traspasa mi pensamiento
como el exilio dentro del dolor como el color de la tristeza
Entrego mis ideas las cosas más parecidas a mi alma y tal vez nada me
pertenece sobre la rigidez de esta afirmación
La afirmación de mi propio cuerpo como mío de mi no-ser de la paz que
observo y deseo secretamente pero siempre claudico ante el fuego
Escribir como si fuese solo poseer lo inalcanzable
Y seducir las formas no penetrables de la lengua madre esa que no existe
esa creyeron aprendida y su déficit estaba en la estructura del mundo
Pero me siento detrás del árbol de toda la vida y veo el movimiento de lo que
será porque no puedo nombrarlo
Entrego mi amor ahora vacío y bordeando la miseria La derrota 365 días sin justificarme La nostalgia que emprende visiones mágicas como único
combustible de la empresa del libro interminable que nunca se escribió
Y si puedo soñarlo no me pertenece
Me digo
Voy a escribir Llameantes círculos dorados abriéndose en las muchachas
Porque niego la hora justa de la primavera y la muerte no tiene nada que
envidiarme
Me digo
Mi sexo bordea tristes islas de soledad en lo oscuro
Como si pudiera atrapar el deseo enterrado en la carne como si lograra vencer
la soledad con un puño de lágrimas sobre el pecho y decir Esto me pertenece
Es mío como es mi rostro Es mío como la dispersión de mi mente Es mío como Mis pretenciosas ambiciones en el papel
Y la verdad está frente a mí siempre aunque no posea la belleza.
Adrián Arias Pomontty, 1989
Pequeño lamento de Tamerlan después de visitar el Valle del Tacarigua
veo un
valle
dimensionado por concreto
mucho más verdoso
calenturiento
que las estepas de asi-a
todo
vaporosa(mente) quieto
//// allá van los laplacianos
triplemente inseguros
chocando cara a cara contra los azulejos
(lo que no está sucediendo es una amenaza)
una mueca y la tierra se queja / una post-sonrisa meando profundamente sobre los
edificios
bostezo
una mosca sale de mí
vuelvo a bostezar
y
ya padezco el método
los azulejos padecen el método
los abejorros padecen el método
conclusión:
la muerte es una punta sin fin/la vida es una negrísima llamarada
los tordos preceden al humo
las tordas antesuceden al humo y al vuelo
mangos podridos orbitando dos perlas negras
perlas de plástico pvzoniano/suaves
y derretidas escurriéndose
sobre esa lagunísima espejeante
todo está escrito/
y los maravillosos bosques de neopreno brillaban
todo sigue escrito sobre nuestras frentes
un rayo cae
sobre esta carátula catecísmica
abro los ojos y
me veo muerto
en el amanecer de visitar 4 veces los cachos de animales de patas anchas
1er Axioma
toda tristeza engendra un equinoccio por placer
2do Axioma
el quinto punto cardinal es la cabeza de un número par ///
ya basta—…—{{
volveré a las estepas
esta es la ciudad padrenuestro
donde yo conocí el fuego que conduce al cielo y el bálsamo de 47 hojas verdes.
Stephani Rodríguez, 1995
ACUARIO
No nacerán alas en la noche ardiente
El cadáver del cielo lleno cruzará tu nombre condenado
No hay esperma sagrado astral que salve
El día de tu muerte cerdos correrán clavados en madera
Estrellados cielos caerán contrarios como cuerpos al detenerse el respiro
Sangre a la luz perpetuará el jardín
Sesenta y dos anuncia la dimensión somnífera
Desde órganos hacia mí vidrios saltarán
La infancia y la muerte respiran bajo la misma palabra
No hay tentáculo que no lleve a la herida
El círculo busca la urna desnuda
La saliva asfixia
El día de tu muerte los árboles se derrumbarán crecidos, nombrados Torbes
Las paredes gritan, retornan a mis ojos
De rodillas al rincón volverá
Desplomada la casa de tu madre renacerá en mis lugares
Piano pieza pesa fracturados contra mis dedos atascados
Amor dolor aunado rasgará voz
Quien te rompe amas
Sentencia tendrás que cargar hasta su rebose
Rodeada alucinada estrella volando lo condenado
Veloz unirás la memoria para derramarla sobre mí
Inmortal
Renacerás del callado recuerdo que fingió tu muerte
Tiempo sobre tiempo sobre muerte la vida reinarás
Frío quiebra huesos será el fin de tu noche
Hijo de la llama, del silencio arrancarás toda calma, penetrada hasta que sienta
Fuego el río arrasador con turbio espíritu orinarás el rostro
Como cordón umbilical ahorcarás a tus hijos
Golpeando, desgarrando, cortando
Despertará irremediable del sueño provocado
Cuerdas atarán
Tempestad sobre el llano
Odio caerá sobe el llanto atragantado lunar minado
Cantando desde tus ojos inocentes de los míos estaré
Siguiendo pies sin espejo
Vomitando cabello
Desde tu muerte el día de tu sangre se esparcirá
Todas las voces acosando levantarán
En tu muerte El día
Florecerá hermoso en mi pecho
Dulce abrir
Azul extasiado estallarás en el cielo
Espigas huirán
Fosa de Las Marianas conquistarás
Posarás tu piel en derramada luz
Como otoño en el asfalto
Nacerás en mi nombre desde mi esqueleto perfumado
Tu voz dueña de mis oídos cantará el amanecer
No habrá vacío en los techos
Carcajadas muertas correrán detrás de los cuerpos inocentes
Noche dormirás
Lengua y oreja cama acompañarás
Habilitado en mi oscuridad con vidas consagradas en palabras
Pasmado quedará el beso en mi cuerpo agrietado
Frutos inundados en ti brotarán de nuestras flores
Aleteando recorrerás todas nuestras ciudades marcadas
Nuestros cuerpos verdes quedarán sudados clavados en rocío
Del jardín enfrascado nuestra casa observarás
En el frío y calor unirás el mar que destapas
Caminante de mis aguas,
La muerte te ascenderá
Al estallido de los muros,
Suave pájaro cantarás
En mí
Renaciente.
Daniel Oliveros, 1991
NOSTALGIA
a Donald Draper
[Sangre que corre de la vieja herida
por donde se derraman los recuerdos
que caen sobre la tierra.]
Casas ahora abandonadas, hermanos
ahora perdidos. La punta de lanza
aún hundida en la cicatriz
de lo que alguna vez fue el testimonio
de otro enfrentamiento. Sin embargo,
todo cuerpo es finito, la piel
sólo se extiende hasta una distancia
definida. Es posible ser herido una
y otra vez en el mismo lugar para
seguir sangrando, sin violentar
las leyes estériles de la estadística.
Nuestra memoria está llamada a
reproducir nuestras vivencias
de manera escasa y distorsionada,
pero la nostalgia es una fuerza
que sobrepasa los límites del
supuesto pensador. Porque ésta
se alza desde el sentido y viene
acompañada de un dolor ya vivido.
[Sólo nos queda intentar cubrir
la herida con las manos, mientras
sentimos la tibieza de la sangre
brotando entre los dedos.]
Clared Navarro Cejas, 1992
MARÍA LIONZA
Me trajeron a la selva como prisionera
y salí de ella hecha diosa
en este cuerpo de río
Yo soy la que baila con la Gran Anaconda
yo soy la que carga la laguna en la espalda
yo soy la que tiene los ojos verdes y malignos
yo soy de los ríos la dueña y señora
Yo soy María Lionza, a quien se traga la selva
Mírame montar la danta majestuosa
mírame llover sobre los campos arados
Llena para mí tu corno de alabanzas
Carlos Iván Padilla, 1993
Carmamara
I
Un susurro ronda mi espíritu
funesta invitación de la casa que emerge
el piso se estremece al vestigio de su hijo
dos largos escalones al cruzar el descampado
pedregoso descampado inocuo
valle de la madrugada
estampa voraz de tiempo enmudecido.
Una corriente ronda mi casa
rotunda corriente se pasea y busca
habita
acaricia cada pinta del granito
lo hace mármol a su paso
estepicursor de polvo hueco
resuena tu eco ante el vacío de Carmamara
entre sus muebles y sus puertas
su abandono
se devela.
II
con un frío en el granito
hojas secas limpian la escalera en domingo
rejas caídas
una casa gris
brumosa
sin peso sin ruido
esperando al tiempo en deshora
nos hacíamos viejos primo
en la escalera con los perros
congelados
en granito
.
III
Los años pesan en Carmamara. Me paseo por sus venas blancas, luz del recuerdo que ama y limpia. Cada habitación es un recodo de la calma. Avanzo, la mirada pendular de la virgen se mece en mis tímpanos, soy un can regañado, cabizbajo, mis ojos hacia lo alto temen el juicio, busco refugio en los umbrales, en los sesenta y cuatro fantasmas que tejen el techo y que sostienen el recuerdo, porque en esta casa se amontonan los fantasmas. Uno les cuenta los cabellos y les adivina, sin cristales, los pasos, de tanto fantasma que hay por la casa.¹
Minutos perennes nos ocultan bajo el mueble y el sofá. Carmamara está ocupada por sus hijos. Habitaciones lustrosas, cámaras perladas de encaje y falta. Se balancean sus faldas al tocarse en plenilunio. Cada puerta entreabierta atisba un sutil soplo de hondura. Estos son sus hijos, soplos grises, infinitos los rincones en sus ojos, Carmamara. Sus lunares los fantasmas que mecen las bisagras en el suelo, y aparecen ellos de tanto siglo en las espaldas. Se recuestan en mi cama. Se siente en el aire de la casa un vaivén de hamaca desaparecida. ²
Cada cuarto es un ritual en Carmamara. Se derrumban los límites del aire, su danza irrumpe quieta en los sillones. Voces retumban en la tez de sus paredes y el techo se pierde en la boca del cielo. Escondido nuestro sueño, somos sus hijos somos polvo, clamoroso silencio, corriente insomne sentada en la mesa, almorzando paz y luto. En Carmamara amanece y cada día es el mismo día. Es así como la noche nos redime de todo, el lugar más seguro y cercano a la muerte. ²
[1] Yolanda Pantin, Casa o lobo. Cursivas.
IV
La reja de esta casa es un desmayo
la infancia es solo un árbol que deshoja
refugio santo
portal de madera nido cobrizo
bosque intacto bosque muerto
bosque en medio de la bruma
Carmamara hecha de ramas
astas sus pilares nido hondo
despojo arrebol incauto
sangra abertura ocre
rastro de plumas sendero
ave roja bruja
guacharacas cantan en la noche
van formando su tez
van formando su calma
van formando su espectro
intento esconderme en los umbrales ya no bastan los muebles
intento refugiarme en mí
soy umbral donde lo espectral guarda
vi un muro imposible entre mis manos
vi a los canes extrañándome
jadeantes sus ojos todos de ruido
de cueva primigenia y compañía
vi su techo y en él me vi.
V
Hoy solo ruinas
aúlla la casa.
Winifer Ravelo, 1994
Una planta ancestral danza en el fondo de las aguas
Flor antigua que te transformas
en espejo arbolado de savia
líquido fermentado por verdor
flor vibrátil, mineral espeso
carbono orgánico en diatomea.
En el vientre del fuego respira un animal
pez onírico marioneta de árbol
hundido en catedral hadal
fumarola hidrotermal seno de adelfas
ofiuro arrastrado por el agua eterna.
Hélice rotunda de pulmón verdeazul
campana invisible de Euglena abrazas nuevas profundidades
embrión ausente y huesos de sal desintegrados en portales de ficocianina
Bangiomorpha pubescens roja flor tibia
cuerpo líquido de espora ebria.
Membrana en vientre acoplado:
Cianobacteria eucarionte ancestral en ritual luminoso de vibración solar
Sol estremecedor del vientre mínimo
criaturas transparentes habitan dentro de otros cuerpos: Endosimbionte
fundación de luz en hambre misteriosa.
Música herida por el verde lujurioso.
Bangiomorpha íntima en las caderas del fuego
estructura desnuda en capas de tiempo lúcida y sexual
en el canto del agua espiral cálida, piel primitiva del ocaso
Cuerpo anochecido por los ríos eternos.
La mar: mujer de útero encendido
Montsechia vidalii, fecundación acuática
inflorescencias de la cuarta edad del mundo
Óvulo ávido del fruto líquido
mansa mujer ausente en el vientre antiguo.
Dama de carpelos acústicos
Archaefructus sinensis, gineceo
flor sexual. Ápeiron, péndulo y ojos ebrios
insomne planta de óvulo nutrido Androceo,
hebra masculina de jadeo diáfano.
La mar es cántico con sus senos de leche misteriosa e iluminada
temblor del útero aliviado por licores
sol orgiástico en el espíritu de sus criaturas.
cáliz en floraciones de oráculo
en la respiración de todos sus hijos dormidos.
Daniel Arella, 1988
Temo el día en que amanezca
y descubra que nunca exististe
Antes de que me apunte el hierro contra la sien
me obligaré a dormir en ese instante
para soñarte eternamente
Llegará el día
Lo sé
fuera del tiempo
Me despertarás comiéndote mis párpados con dulzura
Una mañana de abril
de la misma forma como un pájaro atormentado por la noche
va picando la fruta con paciencia
para encontrar al Sol
Stivaly Maestre, 1993
Los perros secundan el silencio
si la muerte se acomoda en la noche.
Frente a la sencillez de lo salvaje
entregamos nuestros ojos perplejos
callamos
y lo aceptamos todo.
Alejandro Indriago, 1995
Evadir el maíz del día
es mi venganza ante el cuerpo.
El esqueleto que no me pertenece
los besos que dejo en el vidrio
¿dónde mamá duermes
hay sueños de consumo?
El sol es la cosecha del trigal
la bala de fuego es la recompensa del barrio.
¿Duermes dónde mamá aún?
Coser la muñeca de trapo
es recrear el polvo de mi hermana.
Traspasar la frontera
es abandonar el trapo tricolor
y reencontrarse perdido
desde siempre
como siempre
por siempre
En el nombre del ladre
del cuadre
y del pran.
Quemo los dedos con el nylon del papagayo
me aferro a los colores
“si pierdes otro creyón en la escuela, te jodo”
papá, el gallo
despereza el maíz que amanece
conozco la violencia antes que la infancia
sé de la sed del sexo
sé del rostro debajo de la vitrina
no es un maniquí con maquillaje
es la madre sin rostro
en el cuerpo que no amanece
Transgredir la frontera es perder un color
Es un coñazo dado de la pobreza
sé de los colores en mi rostro:
morado, rojo, mugre.
El cuerpo de mamá come tierra
Mis manos las calcina el nylon
Mamá vuela en un papagayo
ido a la isla.
Evado el maíz del día
y desayuno mi ración de nada.
Marta Sojo, 1990
MALAMUERTE
al papá de mi padrastro lo encontraron
muerto en el centro el torax abierto
en la cama destendida de un hotel
de mala muerte
por algo mala muerte tuvo el viejo
macho calvo callejero
el hotel no tiene culpa de la mala
muerte del viejo
la mala vida
que sacó hijos de sus testículos, de su calvicie
muerto el viejo en un hotel de mala muerte
en el centro de Caracas
muerto de mala muerte el viejo calvo
infartado
desnudo y lánguido
abierto en el centro de la cama
su hijo mayor es mi padrastro
imitador de su padre
quien al abandonarlo
le heredó los testículos llenos de nata
los pelos sobre el torax
la calvicie
la suerte de la muerte mala
en el centro de la cama
solo
millonario en bolívares devaluados
al padre de mi padrastro lo mató el morbo
se casó con el ron que le hinchó los cachetes
lo encontraron verde
y su primogénito
babosea en su nombre
mientras se abarrota los genitales
con espuma.
María José De Nóbrega, 1997
Paciencia
Corro mientras mis aguas parten las piernas que
no pertenecen al cuerpo doliente
Es cada vez más fuerte el ruido fogoso
de la invisibilidad
Ese ser llamado nada grita música que no es
Y el espanto convence a través de su inexistencia
(siempre es a través o atravesar)
Corro mientras las aguas se quedan sin piel
Grito sin presencia nadie lo conoce
Soy presencia la armonía hecha aceleración
Explota desgarradores infinitos solitarios
Nadie lo conoce
Truenos nunca inventados arrancan con la multiplicidad
Una oscuridad no percibida como logro
Inquietante como el barítono inmortal
Y el saber de un él
Miles son padre y madre
Espeso y sustancioso de noche entera es la
única forma que el miedo nació
Se acumulan las alas hasta la totalidad inexplicable
Rodeando el sí que (aun) soy
Gritan el horror que más nunca se pronunciará.
Finalmente, lenta hermosura, virgen Mentira
Explicó la perfecta agonía.
Aquél ave deslizó sus cuerdas, tocaron
hasta el candor del aplauso.
Layo, mientras mis plumas son nuevamente agua.
Jhon Rivera Strédel, 1992
La noche de los cocuyos
Íbamos por una senda oscura
los bolsos pesaban
pero teníamos los cuerpos ligeros
expandidos y abiertos a causa del ron.
Como pájaros nocturnos
que hablaban la lengua de la noche
la pájara abrió su pico
y empezó el canto.
Las estrellas subieron de los montes
y el cielo nocturno no era lejano
pisábamos los cocuyos
de rato en rato
y se alumbraban
y desaparecían las estrellas
tan pronto como lo harán nuestras vidas,
de pronto.
Y así en el cielo nocturno
se abrieron ríos siniestros
que nos exigían el despojo de los calzados
más ligeros aun
sentimos los pececitos
compartir el mismo latido que seguían nuestros pies.
En la profundidad de la oscuridad
alcanzamos a ver las luces que encienden los hombres
luces que le impiden balbucear las lenguas de la noche
Mientras nos acercábamos
el cielo nos fue robado
las estrellas se desvanecieron
nuestros cuerpos se hicieron pesados
Adormecidos en el muelle
la luz nos devolvió los rostros
entre la música, el aguardiente y la furia triste del mar.
Pamela Rahn Sánchez, 1994