Una cadena de aros encendidos: «Líneas como culebras, pinceles como perros» de Eduardo Stupía

Quizás no nos esté permitido contar ciertas cosas. A veces, las cosas que más nos cuentan, no saben guardar aquello que las contiene. Sin embargo, o a propósito de esta paradoja, es que existe la literatura. Hoy sus límites son llevados al intersticio entre lo plástico y lo imaginario de la palabra por un libro que cuenta secretos, o retrata secretos que estarán bajo el cuidado del lector gracias a Ripio editora y a su primera publicación: Líneas como culebras, pinceles como perros de Eduardo Stupía.

Nominalmente son textos sobre arte escritos por el anfibio y multifacético artista argentino, reunidos entre 1986 y 2018 y compilados por Mariana Lerner en 288 páginas de exuberancia y minuciosidad. Stupía empieza por el lado más humano: las contradicciones. En el prólogo La sustancia envenenada devela cómo la fuerza del destino imprimió sobre su profesión, el devenir escritor y sus intervenciones entre dos mundos que se estudian por separado, pero que ambos, juntos dan la conformación de la unidad mínima de sentido: el signo. El signo como materia viva significante, compuesto de una imagen sonora y otra acústica, ambas caras de una misma moneda, el sentido. Entonces, Stupía-artista-plástico/Stupía-escritor no pueden escindirse, porque son un solo signo, múltiple y multiplicador.

Cinco capítulos filosos y filosóficos como llaves descodificadoras del ejercicio artístico: Resistencia, amague y desvío con artículos sobre Xul Solar, Diana Dreyfus, Héctor Libertella, entre otros; La subjetividad como efecto de sentido con artículos íntimos sobre Piglia, Berger; La política como eco son rondas entre Berni, Hermenegildo Sábat, Luis Bendit; El tiempo, como vehículo natural de la existencia oscilante entre las obras de Jorge Pietra, Sebastián Gordín; y Conversaciones, ingeniosas y sensibles junto a Liliana Porter, Beatriz Sarlo, entre otros.

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¿Cómo lee Stupía? ¿Bajo qué influencias escribe/pinta/describe? ¿Cómo procede en su retórica? Quizás hablar sobre arte sea lo que no nos esté permitido, vedado como nombrar al dios más supremo. Stupía es un dispensador de puntos de vista, fuera de focos, zooms, y otras proyecciones panorámicas gracias al extrañamiento. Con el nombre de extrañamiento se indica a todas aquellas intervenciones sobre las formas artísticas que tienen como objetivo el (re)hacerlas extranjeras, desfamiliarizarlas de su misma naturaleza para generar en los receptores un sentimiento de alienación, percibir(se) usualmente alienados; o cuestionar(se) de algún modo, las propias condiciones materiales de existencia. Los formalistas rusos -especialmente Viktor Shklovsky-, usaron la palabra ostranenie para referirse a aquellos modos de proceder en el lenguaje literario que tienen como finalidad dar a luz nuevas perspectivas y percepciones de lo real. Más que en el arte tradicional, encontramos el uso de la técnica del extrañamiento en el arte de vanguardia (a partir de inicios del siglo XX).

Expresamente Shklovsky define el ostranenie: “La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento. Los procedimientos de arte son los de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El acto de la percepción es en arte un fin en sí y debe ser prolongado. El arte es un medio de experimentar el devenir del objeto: lo que ya está “realizado” no interesa para el arte.”

Dicho de otro modo, este libro viene a presentar a los objetos (del arte) desde otra óptica. Los arranca de la percepción automatizada y cotidiana, dándoles vida en sí mismos, en un proceso donde operan la resignificación y la multiplicidad de sentidos respecto del objeto/imagen elegido a representar. Stupía entonces, como un continuo remixador, remasterizador del ejercicio de percibir; y Líneas como culebras, pinceles como perros como un encadenamiento de aros encendidos, textos en movimiento, incubando arte y proyectuales. El lector será quien pase a través del fuego para reunirse con lo evanescente y perdurable a la vez.

 

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