¿Desea continuar?
Todavía es dos mil dieciocho y esperamos el viaje de regreso junto al área de juegos en un viejo centro comercial.
Llevas la camisa que vestía tu padre en vacaciones cuando la plaza era tan blanca como el trozo de piel que asoma por tu rasgadura.
Preguntas: «¿Del 1 al 10 qué tan ansiosa te sientes?».
Crece el sonido de un galope.
Inserte una moneda para continuar
En la sala de juegos una mujer introduce diez fichas en la ranura del caballo y monta a su bebé.
Entonces los recuerdos retroceden circulares como la moneda que cae.
La nostalgia se manifiesta en el movimiento que no termina de suceder, una melodía que se reproduce continuamente con el oscilar de un animal mecánico.
Rodeado por máquinas el bebé se balancea en la caída de un desfile de nombres con los mejores puntajes de la sala.
Ya no sé cuándo inició el juego de apostar entre la posibilidad de llegar a la cima de una lista o perder todas las vidas.
El juego ha terminado
El bebé y la mujer se iluminan por los sonidos fluorescentes que se encienden y apagan con la cadencia del galope.
Todavía es dos mil dieciocho y esperamos el viaje de regreso en una plaza que envejece al ritmo en que se evapora el neón de las luces, en que se desgarra la ropa, en que nuestros cuerpos crecen y desbordan a un animal mecánico.
Cuenta regresiva
Se termina el paseo, todavía es dos mil dieciocho, ya no tengo vidas,
deseo mecerme en una máquina sin ranuras que al término del viaje me pregunte: «¿Del 1 al 10 qué tan ansiosa te sientes?»
y responder: «me siento un 4, soy un 4».