1- ¿DE QUÉ VA LA MANO?
Voces uruguayas y una de amor de Barthes es un espacio de entrevistas para conocer el panorama poético uruguayo, y como estoy colgadísima con Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes, también será un lugar para consultar a mis colegas qué es lo que piensan respecto de algunos barros del amor a partir de compartir con ellos/as un pequeño fragmento.
En esta primera entrega entrevistaremos a María Virginiza Finozzi, una poeta necesaria dentro del panorama de la poesía joven uruguaya.
2- INTRODUCCIÓN A LA VOZ
Virginia nació en Belén, Salto, en 1995. Es estudiante de Educación Social, poeta y editora
de la sede uruguaya de la editorial Liberoamérica. En 2018 su poesía recibió dos menciones, una en el concurso Pablo Neruda, organizado por la intendencia de San José, y la segunda en el concurso conocido como Movida Joven, dependiente de la Intendencia de Montevideo, por el poemario inédito Manojo de notas estériles en un smartphone al que nos referiremos durante la entrevista.
Por otra parte, sus poemas fueron publicados en dos antologías. A nivel nacional, la poesía de Virginia es publicada en conjunto con un texto crítico sobre su poesía en la antología En el camino de los perros (HUM, 2018). Dicha antología surge en el marco de un proyecto del grupo homónimo cuyo enorme trabajo creativo en Uruguay logró fijar su objetivo de alentar el ejercicio poético, crítico y la publicación de nuevas voces; Virginia forma parte del grupo desde 2016. Este proyecto fue creado en 2015 por José Luis Gadea, más conocido como Hoski (y de quien tratará nuestra próximo «Voces uruguayas», Miguel Avero, Santiago Pereira y Regina Ramos. Además, Finozzi es publicada en la antología internacional Liberoamericanas (Liberoamérica, 2018-9), publicada en Argentina, Bolivia, Uruguay y España.
3- VOCES EN ENCUENTRO
R: Tus poemas hablan de una “voz en off”, ¿encontrás en tu vida diaria a esa voz o
aparece como un disparador ficciona/poético?
V: Ambas, la voz en off, esa a la que generalmente refiero trata de esa palabra poética que siento que está por detrás de las cosas, al acecho. Un destello, un algo que está allí llamándome la atención. En sí no es palabra, es más bien verbo, pero no aparece decodificado, es tarea mía trabajar esa sensación que invade en bruto. Entonces sí, es un disparador poético y por supuesto que aparece en la decadencia y en la magia de la rutina diaria.
R: También hacés plena referencia a un/a otro/a, que si bien sabés que no entenderán, deseas llenarlos de palabras, nombrarles el mundo. ¿Reconocés una
descomunicación afectiva en la sociedad actual? ¿Y en tu propia historia?
V: Reconozco una descomunicación afectiva en la condición del ser humano. Creo que el amor, el encuentro, y la comunión son una casualidad perfecta y que significamos como un milagro. Pero no siento que sea natural en las relaciones, no porque las personas sean malintencionadas ni de naturaleza egoísta, sino porque nos mueven historias personales disímiles e intereses e intenciones generalmente desencontradas. Lo que acabo de decir puede trasladarse a mi propia historia de pequeño animal obsceno apegado a la vida. Apegado a la vida porque nos obsede el sí entendido como real encuentro.
R: La mujer es un eje troncal en la voz lírica que presenta tu poemario Manojo de notas estériles en un smartphone. La construcción conceptual que realizás la demuestra cercana a la naturaleza, a su pecado original: la sangre. ¿Podés despoetizar el concepto y hablarnos un poco de la conexión mujer-cuerpo-sangre?
V: La sangre, qué asunto. Podría hablar desde una feminidad mística y hipilla que considera la sangre como un bebraje ancestral cargado de significaciones y magia, sobre todo la sangre que brota del cuerpo de forma natural y ni violenta, la sangre menstrual. Cada vez estoy un poco más lejos de estas posturas que consagran y enaltecen la menstruación, por mi lado considero suficiente el quitarle la connotación de pecado y suciedad, naturalizando y aceptándolo. Quizá, cuando escribí textos contenidos en el poemario estaba más lejos de esta postura y se entiende la sangre sí como algo revelador. ¿Pero sabés qué sangre es la más hermosa? La sangre de cordero degollado que brota con dureza del cogote, esa tiene un brillo particular que al manchar lo blanco de la lana crea una combinación de texturas admirables. Mi hermana me explicó que es la sangre oxigenada, la arterial, la de la vena es opaca. Respecto al cuerpo, es casi todo lo que tenemos, un 75%. Me gustan esas teorías que lo consideran un campo de batalla donde lo personal, lo político y lo social toman lugar y disputan el arrebatárnoslo.
R: Asimismo, el poemario pasa del yo-mujer al otro-pueblo. Este último se relaciona con el concepto de trabajo, y más específicamente, con el de tierra labrada. ¿Qué significa el campesino para vos? ¿Es parte de tu historia?
V: Totalmente, mi familia, mis raíces. Me tiran esos aspectos porque viví a mi padre, mi
abuelo, a mis tíos, a mi familia sufrir en lo cotidiano por lo curtido de esa actividad; incluso a los que no conocí y supe de ellos por anécdotas familiares. Me gusta pensar en esa actividad como algo real, algo sufrible, y alejarla de esa concepción que romantiza al campesino autosuficiente, el hombre y la mujer rural a lo Heidi, porque no es así. Puede que a veces se nos escape y caigamos en esa postura, sobre todo cuando sumergidos en la urbe y su asfalto entramos en contacto con esa actividad. De todas formas hay que reconocer que tiene mucho de noble en cuanto al contacto con la naturaleza y el respeto a la misma, siempre y cuando esté en el encuadre agroecológico y sistemas de ganadería extensivo sustentable, formas de trabajo agricolaganadero que por suerte cada vez se hacen más populares en Uruguay.
R: Hablás de los “asuntos del pecho”, ¿cuáles son los asuntos del pecho que te mueven a escribir?
V: Los móviles de la vida misma. El amor, el desamor sobre todo, el tiempo, la espera, la
distancia de los cuerpos, las expectativas y la realidad. Aquellos que no puedo organizar
mediante el intelecto o el raciocinio, que son impulsos vitales y que fundan la palabra. Y a su vez son de los que solemos renegar.
R: Si vos te arbolás, ¿tu poesía crece en flores?
V: Sí y no. Puede crecer en flores y brotes verdes clarito que hacen el paisaje más gustoso y eso me hace feliz, me hace sentir bella y más cerca del fin mismo que es la palabra con
mayúscula. Pero puede crecer en enredaderas y lianas que me ahogan, que me aprietan el cuello, rodeada de insectos que pican, en este sentido la palabra (y me refiero con palabra a la posibilidad del hecho poético de creación) devela su lado más perro (perras palabras negras diría Cortázar). Perras palabras que nos unen y distancian de los demás, con su abanico de significados y la ambigüedad de eso.
R: Tu poesía se ahoga entre flores, una imagen original ya que de algo aparentemente inofensivo y hasta canonizado como símbolo de belleza y calma se encuentra sitio para las fatalidades. ¿Cómo encontrás pesimismo entre las flores? ¿Por qué?
V: Cuando se llenan de bichos, insectos que pican arden y lastiman; inquietan al yo y le exigen trabajar en no sentirse incómodo sin poder dar rienda suelta a que crezca la flor. La poesía sería la escena completa, no solo la flor. Cuando las inquietudes, las dudas, la esperanza o la ilusión nacen invadiéndolo todo y nos exponen a una posible caída en picada más filosa de lo esperado. Porque como ya dije, la comunicación absoluta y la comunión son solo una extraña coincidencia.
R: En este mundo tan digitalizado, ¿creés que el yo toma fuerza tras el smartphone? ¿En qué varía nuestra construcción de realidad íntima?
V: Lo primero que se me viene a la mente es que el smartphone ya es parte del yo y está en mucho de la expresión y relacionamiento social. Tenemos tan interiorizadas esas lógicas que no se si merece intentar escapar o salirse del funcionamiento tecnológico. Es en este funcionamiento en el que podemos encontrar un aliado, controlando esta herramienta y sumándola a las posibilidades del yo; más allá de que sus configuraciones se vean afectadas por la tecnología e Internet, así como los configuramos a estos. En este mundo de Facebook, Whatsapp, Tinder, Likes, etc. me hace mucha gracia la gente que se indigna o te reprocha porque te entristece o alegra un Like, o que alguien te envíe un emoji o un meme, creyéndose superiores al estar por fuera. Así como a nuestras abuelas les coqueteaban invitándolas a bailar asintiendo la cabeza, nosotros tenemos nuestros códigos de relacionamiento virtual, y nos manejamos en ellos configurándolos día a día. Y vaya que sentimos a través de esa virtualidad: Internet es también el mundo real. Siempre hay alguien detrás de la pantalla, a no ser por Siri. Las percepciones de tiempo y espacio se ven afectadas, nace otra posibilidad. Como ejemplo puede nombrar a los colectivos hermosos de los que formo parte: En el camino de los perros que coordina la mayoría de sus actividades en un grupo de Facebook y Liberoamérica que nació como revista digital para después publicar desde otro grupo de Facebook y largas cadenas de mails. Por supuesto que además de eso reclamo los encuentros tangibles, los de carne y hueso que todos anhelamos.
R: Es interesante la versatilidad del poemario, por ejemplo, en el uso de citas. Pasás de citar a una autora del canon uruguayo, como Idea Vilariño para llegar al under de una banda como 3 pecados. ¿Tu vida es un tránsito entre lo culto y lo popular encontrándose en la conexión de ser versos y notas tristes, o quizá, más precisamente, con nostalgia arraigada?
V: Más allá de lo culto del canon y del under lo que me llega a mí es la emoción transmitida en los versos o la obra de arte conjugada. Si un poema de Vilariño y una estrofa de cualquier canción de 3 pecados me hacen llorar y me acercan la cristalización de lo que considero estéticamente necesario (esa poética acechando) no puedo hallar mayores distinciones entre uno y otro.
No reniego de lo culto y del canon, es más, también lo consumo. Pero intento estar siempre abierta a las expresiones artísticas independientes o no hegemónicas que me hagan sentir viva y con las cuales identificar mi humanidad. Y en este sentido también podrían apreciarse charlas, objetos, o detalles triviales que se nos aparecen día a día y que conmueven estética y poéticamente sin ninguna intención, el acecho de la cualidad poética en off de la que hablaba más arriba.
R: Pienso que esa nostalgia que me transmite tu poemario viene de una soledad
acompañada por personas que pasaron. ¿Qué pensás de esto?
V: El poemario como indica el nombre no es más que eso: una recopilación de notas que
reflejan ideas, pensamientos, enojos, angustias, cosas que dije o no supe decir. Es el intento de sacralizar eso que sentía cotidianamente y buscaba en vano compartir. Eso que no conmovía a nadie más que a mí y que yo conjugaba urgente y necesario. Siempre pretendí decirle al otro lo inefable, lo que no podía ponerle nombre desde la palabra poética. Lo buscaba desde la palabra, conjurando las posibilidades de la misma, todo para que se volviera una herramienta obsoleta.
Y nunca funcionó porque claramente la palabra es “sagrada” y es un fin en sí mismo. No
podía escribir para no estar sola, escribía porque me sentía desdichadamente sola. Y la
comunión era frustrada, perdía el hilo constantemente, por eso escribo.
4- BARTHES ENTRA EN JUEGO
R: Para terminar me gustaría mostrarte una cita de Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes. Veamos qué pensás de ella.
Estoy aprisionado en esta contradicción: por una parte creo conocer al otro mejor
que cualquiera y se lo afirmo triunfalmente (“Yo te conozco. ¡Nadie más que yo te
conoce bien!”); y, por otra parte, a menudo me embarga una evidencia: el otro es
impenetrable, inhallable, irreductible; no puedo abrirlo, remontarme a su origen,
descifrar el enigma. ¿De dónde viene? ¿Quién es? Me agoto; no lo sabré jamás. (156)
V: Me identifico totalmente. Sufrimos por esa única certeza de que somos otros radicales. Hace un tiempo escribí algo así: “Somos todos los testimonios mudos que reventamos contra el muro de los ojos que no son interlocutor”, en ese sentido creo que el otro-espejo es a su vez otro-lápida. Ese sentimiento es la esencia del malestar de la existencia, el otro ajeno, el extranjero e inefable; justo como lo poético de la condición humana.