En estos tiempos actuales de la inmediatez y lo efímero; tiempos en los que, como diría el sociólogo Zygmunt Bauman, se imponen la modernidad líquida, la sociedad líquida y el amor líquido, y en los cuales los millennials y la actual Generación Z viven al extremo el instante del ahora, sin hacer muchas reflexiones sobre su pasado como fuerza integradora de su presente, pues bien, justo en estos tiempos es casi quijotesco y a contracorriente encontrar un autor en el que el gran motor de su obra es el cine – y su historia− y la relación de este arte con temas tan necesarios y siempre vigentes para nuestra realidad como son la migración, como podemos leer en el libro Las cien mejores películas sobre migración. O sobre el racismo, texto donde se repasan las cien mejores obras del celuloide sobre este tema. Y así también en otros libros donde se abordan temas tan ricos y amplios como Héroes y villanos en el cine. De Shakespeare a Indiana Jones, Sueños de tinta y celuloide.
Pues bien, eso es lo que hace el vallisoletano David Felipe Arranz (1975), quien ha pasado buena parte de su vida viendo cine, leyendo sobre cine, escribiendo sobre cine, y, en general, reflexionado sobre este oficio, sobre este arte que como el mismo expresa “puede hacernos mejores”. Sin embargo, sería injusto decir que Arranz solo ha sido un cinéfilo, dado que el periodismo y la filología− ciencias en las que es formado− pero también la literatura, el teatro, y, en forma amplia, las bellas artes han sido sus grandes pasiones. Pasiones que se ha propuesto compartir desde la academia, siendo profesor en universidades y centros de estudios, y desde los diferentes medios en los que participa como periodista cultural: la radio, la televisión, la prensa escrita. Pero también con sus libros: verdaderas reflexiones, que más que ensayos y recopilaciones de artículos, son diálogos con el lector, con ese interlocutor hipotético que puede leer sin grandes conocimientos previos, y sin la distancia de la jerigonza y el cultismo que otros autores y académicos proponen desde un inicio para poder leer sus textos. Y tal vez este sea uno de los mayores méritos en la escritura de Arranz. Es decir, la sencillez, la simplicidad para transmitir sus ideas sobre las construcciones ficcionales, como en Arquitecturas de la ficción (2014), o sus abordajes al séptimo arte y sus grandes hitos: los loables guiones y puestas en escena, la ambientación, la fotografía, en fin, los grandes directores y actores y actrices que hicieron posible la magia del cine, como arte que dialoga cual vaso comunicante con los temas inherentes de la condición humana. Y en orden de pasiones, en la que destaca el cine en la vida de David, dice que esta le surgió desde muy niño, cuando burlando algunas restricciones de sus padres, pasaba hasta altas horas viendo clásicos del cine en el televisor de la sala de su casa. “Y es que la transgresión cultural aporta conocimiento, recuerdo que saltarme algunas prohibiciones, como esta con el cine en mi casa, donde esperaba que mis padres se fueran a dormir para poder ver películas, me ha permitido desde temprano tener una temprana visión global”. Otros factores fueron determinantes para que empezara a pensar sobre el cine, como fue el hecho de asistir desde niño a un cineclub en su natal Valladolid donde, dice, vio películas que eran más que películas para niños, como Ben-Hur, Casablanca, por solo citar dos. También influyó en su pasión por las artes, la biblioteca familiar, al cuidado de su padre, y la posibilidad de sumergirse en los tebeos, comics de todo tipo a los que tuvo acceso gracias a su madre.
Ahora bien, en cuanto a la elección de los temas que atraviesan sus libros, como el racismo, el periodismo, las migraciones, o las construcciones del mundo ficcional, David no duda en señalar que las diferentes artes permiten sensibilizarnos, y encontrarnos con esas sutilezas de la vida que suceden en las grandes historias de la literatura y también del cine (ya sea como historias originales o adaptaciones), las cuales logran llevarnos a mundos complejos de relaciones humanas ricas. “No es el mundo del videojuego, ni del WhatsApp, ni de Instagram, es mundo de relaciones humanas complejas, que implican una educación sentimental, como diría Flaubert, y este mundo creo firmemente que no se debe perder”, afirma con vehemencia. De ahí que David dedique entre tres y cuatro años a cada uno de sus libros, que requieren una investigación a profundidad, con el objetivo de entregar un texto donde no solo se plasme el simple criterio y gusto suyo.
De tal forma, con un lenguaje prolijo, Arranz escribe y reflexiona sobre diferentes expresiones artísticas con un deseo siempre sociológico y psicológico, donde atrás queda el regodeo estético y la vanidad autoral, dado que se expresa con un lenguaje que se caracteriza por su claridad las vastas relaciones humanas que se entretejen en el amplio campo del arte, relaciones donde lo complejo resalta en los matices, en esas escalas posibles de consideración de nuestros pensamientos y procederes, como se aprecia en Héroes y villanos en el cine (2018), donde su selección de personajes cinematográficos deambulan entre una cierto idealismo y una perversión criminal; personajes que caminan por una línea difusa entre lo que ellos consideran moralmente correcto y el mal al que se adscriben, no siempre con total conciencia.
Y tal vez sea por esto, por el deseo de intentar acercarse más a ese mundo rico de las relaciones humanas que Arranz recientemente ha decidido aventurarse en el mundo de la ficción. Un mundo, al que respeta mucho, justamente por ser, por extraño que parezca, un mundo en el que según él “queda mayormente expuesto el autor, donde la distancia entre la obra y el artista es muy difusa”. Sin embargo, cree que ha llegado su tiempo, y sin presiones editoriales, ha publicado en Amores canallas (Sial Pigmalión, 2019), − libro de cuentos de diferentes autores, del cual ha sido coordinador− su primer cuento, “La bomba rubia”, una historia que hace guiños al cine negro, al noir, sin dejar de ser como expresa el título del libro, una historia amorosa algo canallesca.
Por último, en proceso está la revisión de su primera novela, una obra de corte policial, donde, según Arranz, se cuelan en medio del andamiaje ficcional historias y personajes de su propia vida, personajes que bien podrían sentirse aludidos, pero a los que desde ya avisa que estén tranquilos si se identifican, porque les ha cambiado el nombre.
Esperaremos su publicación.