«’decir’ desde lo no dicho» entrevista a Nadia Sol Caramella

Entrevista a Nadia Sol Caramella * (Buenos Aires, 1986).

 

¿Cómo, cuándo y dónde llegaste a la poesía?

No sé muy bien cómo, pero puedo hablar de un día en el que algo pasó y, de repente, la poesía estaba ahí. Llovía y hablar de lluvia en el conurbano es hablar de una casa con goteras y olor a tortas fritas. Mi vieja planchaba la ropa, yo estaba sentada cerca de ella y mi mirada oscilaba entre dos escenas divididas por el adentro y el afuera de una ventana. Afuera: la lluvia caía torrentosa formando pequeñas lagunas en el patio de casa, las plantas se mostraban algo despeinadas por el viento (eso combinaba bastante con mi pelo) y, el ruido del agua que corría por canaletas hacia quién sabe dónde terminaban por enmarcar la escena exterior, adentro: mi vieja planchaba rodeada de pequeñas pilas de ropa, llevaba un sacón  de lana azul eléctrico, ese azul la contenía como si sus formas y bordes la detuvieran en el tiempo. Encontré en esas imágenes algo, un chispazo, una aparición mágica, eso que se me aparecía era un presente destinado al futuro, a la permanencia. Algo me decía que ahí había algo, era una sensación de belleza inexplicable. Entonces escribí, como pude, porque eran mis primeros pasos estrenando mi escritura, tenía apenas 8 ó 9 años.  Simplemente pasó, escribí sobre la lluvia y  lo cotidiano con palabras torpes que después descubrí eran los intentos de un poema infante. El calor de hogar, sus aromas y el sonido de la lluvia me hicieron comprender que hay imágenes y presentes que se merecen cierta eternidad, y que la poesía, esa aparición mágica, estaba ahí para eso, para hacer perdurar lo importante.

¿Creés en la poesía (en la escritura en sí misma) como medio de insurrección?

Si la poesía no fuera un medio de insurrección no tendría sentido hacerla. Creo profundamente que frente a la idea de verdad única y absoluta la poesía tiene la potencia de generar múltiples verdades, crear otras formas de hablar, incluso otros códigos. Es importante, frente a la hegemonía de lo literal, una poesía abierta, polisémica, capaz de abrir sentidos más que de cerrarlos. Decir desde lo no dicho, porque el poema también es lo que calla.  El lenguaje es su ficción de literalidad, como la realidad es su ficción de normas establecidas por la mera repetición histórica, pero si hay una maquinaria capaz de generar nuevas verdades que disputen las normas más recalcitrantes y hegemónicas, esa, seguro, es la poesía.

¿Qué te parece que le sobra o que le falta a la poesía actual, pensándola en comparación con el lugar que ha ocupado en los primeros años del siglo XX?

A nivel mundial la poesía de los primeros años del siglo XX tuvo una importancia fundamental por la interrelación entre arte, vida y política. Pensemos en las vanguardias latinoamericanas, sin ir más lejos en el caso de Argentina o el de Perú se estaba pensando el lugar del artista tanto en la literatura como en la sociedad, así como también en su relación con el idioma nacional y sus rupturas con la tradición literaria. A mí particularmente me interesa el caso de Perú, dado que mi poeta favorito es César Vallejo y considero que uno de los pensadores más reveladores de la realidad latinoamericana de la época fue Mariátegui, su análisis de la relación entre el artista y su época es de un compromiso vital, donde el arte es político e interviene en la realidad. Pienso en el caso del Renacimiento negro de Harlem en Estados Unidos, en la importancia que tuvo para los movimientos negros, para su cultura y la formación de su propia identidad como ciudadanos norteamericanos que debían defender sus derechos frente a la segregación de los blancos, la poesía generó una tradición basada en una nueva identidad de las personas negras modernas, urbanas, artistas e intelectuales. Este renacimiento sentó las bases culturales para un movimiento político que en los ‘60 tuvo su primer triunfo con la declaración de los derechos civiles, que pretendían equiparar una deuda dolorosa de discriminación y desigualdad. Eran tiempos  convulsionados donde el arte no se podía aislar de la realidad, porque la realidad demandaba con urgencia una intervención artística para poder comprender la posguerra, la modernidad, la tecnología, las nuevas cosmovisiones de las multitudes en la urbanidad y otros etcéteras. En la actualidad no creo que le sobre o le falta nada a la poesía porque eso sería como tratar de canonizar sus formas y efectos. Si algo tiene de interesante esta época para la poesía es la multiplicidad de formas y voces que la habitan. Y, con respecto a su compromiso político con la realidad hoy en día, es el Feminismo el único movimiento internacional capaz de hacer de la poesía una herramienta de lucha. Donde sea que vayas hay poetas comprometidas con el feminismo, dispuestas a disputar los espacios patriarcales. Y creo que hace tiempo que eso no se daba en la poesía, la posibilidad de usarla como herramienta de transgresión de la norma en un movimiento tan amplio como el feminismo y sus feminismos. Sí, me retracto, a la poesía actual le sobra algo y es el machismo en todas sus formas.

Se te concede un insólito privilegio: hacerle una pregunta a tu poetx favoritx ¿Qué le preguntarías y a quién?

Si se me concede ese privilegio, pediría un poco más y me encontraría con César Vallejo, Emily Dickinson y Alejandra Pizarnik; les preguntaría si quieren ser mis amigxs y salir a caminar para hablar de poesía, mostrarles mis aburridos poemas y preguntarles por la genialidad de sus obras, por sus miedos y frustraciones. Lxs abrazaría porque en ellxs encontré la forma de mi poesía, esa que habla desde el dolor de la existencia en lo más cotidiano como la ausencia que puede revelarse en un almuerzo de provincia hasta el encuentro de la belleza en una tumba. Y morir existiendo como ellxs por la belleza absurda de lo terrible, porque ahí están las formas más sinceras de la poesía.

nadia

Estoy tomando prestada esta pregunta, que alguna vez se formuló Ivonne Bordelois y cuya respuesta, entiendo, puede llegar a ser controversial: ¿Qué te parece que es lo que no dice, lo que no llega a decir (o no puede o no quiere decir) un autor en su obra?

Siento que esta pregunta se responde con un poema.  Cuando Pizarnik habla del lenguaje, dice: «Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia. / Si digo agua, ¿beberé? / Si digo pan, ¿comeré?». Y es cierto, lo que no puede decir une autore en su obra es aquello que el lenguaje deja incompleto, su erotismo y su imposibilidad de decir del todo, por eso se sigue escribiendo porque nunca es suficiente, decir no alcanza, el lenguaje es también su propio vacío,  su herida, la imposibilidad de asir la existencia a una referencia unívoca, el lenguaje es su espuma y no su profundidad porque hay sentidos que se escapan, que no se pueden nombrar, y nombrar no basta para decir. Como dije en la respuesta anterior un poema es lo que calla, sobre todo, lo que calla.

¿Qué libro de poesía nadie debería dejar de leer y por qué?

Podría nombrar libros de Blanca Varela, Emily Dickinson, Alejandra Pizarnik, María Emilia Cornejo, Ana Ajmátova, Wislawa Szymborska, Mary Oliver, Audre Lorde, Alfonsina Storni, Susy Shock, Idea Vilariño y otros tantos que para mí son fundamentales, pero esta vez prefiero hablar de Disparó el arma, de la escritora armenia Mariné Petrossian. Me parece un libro sublime, donde lo cotidiano toma una fuerza poética indecible. Y es curioso porque el “yo poético” está muy presente, pero por momentos tiende a disolverse aunque este ahí diciendo “yo” a voz viva, ese yo se vuelve un nosotrxs, interpela con tal audacia que es muy fácil perderse entre los versos de Mariné. Como lectora por momentos pensás que eso que cuenta en sus poemas te pasó o que esa sensación que el poema despierta ya la tuviste. Es tan familiar, amena e inteligente, que definitivamente no se puede dejar de recomendar este libro. Sus temas son la ciudad, las fronteras, los perros, la lluvia, los fusiles, la nieve, y cada tema lo trata como a una historia mínima, utilizando la sutileza y la belleza de las palabras simples. Sin más preámbulos, un libro hermoso para compartir sólo por la belleza de la buena poesía.

mi alma se volvió  claroscura
como los bosques que conocí
los caminé de noche y de día
me escondí entre sus árboles
los más altos y viejos
entre los más jóvenes y esbeltos
tuve alma de lago
y también de río
mi sangre fluyó por su corriente
y  permaneció quieta
como sus aguas en reposo
tengo alma de bosque
de los bosques que conocí
y que también imagino
mi alma se volvió tan profunda
y en sus claros sentí
el arrullo del sol
como una canción de cuna
nada más familiar que sus brisas
y la penumbra entre las ramas de los árboles
tuve un sueño de bosque
y todavía habito en él
aunque esté llorando
en mi habitación
tengo un bosque
que es mi alma
tan clara, oscura y profunda
como sus ríos y árboles
tengo un bosque
que me arrulla como una canción
de cuna
lo imagino así, tan mío
que no podría describirlo
ni siquiera en un poema
que hable de los bosques
que conocí
así, tan míos.

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*Nadia Sol Caramella (Buenos Aires, 1986). Poeta, editora, docente y gestora cultural. Publicó Federación de cazadoras (Ausencia editora, 2017), Tiempos de Caza (Subpoesía, 2017), Temporada de ciervos en el bosque (Nulú Bonsái, 2015) y 15 minutos con vos (Antología, Alma de Goma Ediciones; Jujuy, 2015); Prologó Poesía Manuscrita (Color Pastel, 2019) y El mal Amor, de José Sbarra (Dagas del Sur, 2017). En 2018, obtuvo la beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes por su poemario Técnicas de supervivencia. Es co-editora de Difusión Alterna ediciones, editorial de plaquetas de poesía y narrativa breve latinoamericana. Dirige, desde 2009, «Escrituras Indie», medio de difusión alternativo de arte y literatura independiente. Como gestora cultural produjo ciclos audiovisuales de poesía (Buenos Aires y Barcelona), ferias de plaquetas y eventos en distintas ciudades de Latinoamérica. Actualmente, coordina talleres literarios con perspectiva transfeminista.

 

Foto portada: Laura Cófreces
Foto cuerpo de nota: Akemi Nino

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