Lupe Gehrenbeck es una escritora, dramaturga, guionista y actriz venezolana con residencia en (NYC). Cuenta con una dilatada trayectoria ejerciendo diversos roles dentro mundo del teatro. Sus obras teatrales han sido representadas en distintos escenarios como Caracas, París, Barcelona, Nueva York, Montreal, Montpellier, Londres y Buenos Aires. Ha recibido diversos premios y distinciones, entre ellos: Premio Juana Sujo, 1991. Segundo Premio de Dramaturgia Latinoamericana, Actors of the World, Londres, Septiembre 2008, Premio Teatro Express de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) 2016, entre otros. Recientemente editó Gregor Mc Gregor: Rey de los mosquitos y otras obras (Editorial Eclepsidra, 2018) que reúne ocho de sus obras teatrales.
¿Qué es el teatro para Lupe Gehrenbeck?
Evitando caer en la tentación de incurrir en disertaciones existenciales demasiado apasionadas, puedo decir que el teatro es mi vida porque es en lo que ocupo la mayor parte de mis horas de vigilia.
¿Cómo surgió su amor por el teatro?
Jugando muñecas. Cuando muy pequeña, jugando con los bebés queridos, aprendí a ser mamá, amiga, vecina y tía… aprendí a ponerme en los zapatos de otros. Una habilidad para la que nos educan a las niñas desde pequeñas, -para bien y para mal, debo decir-. Luego, a golpe de los siete años, que es cuando uno empieza a sentirse capaz de asumir las curvas de Barbie, me hice mujer. Ensayé todos los juegos de seducción que me fue posible imaginar con Kent, lidié con las intrigas de la otra Barbie y la tenacidad de la rebeldía de Skipper; armé sus casas, recorté las flores más pequeñas del jardín para que Kent se las llevara a Barbie el día de su cumpleaños… rabietas y alegrías, diálogos, puestas en escena, escenografías, vestidos, peinados, historias… todo un entrenamiento para la vida, imaginando la propia y la de los otros. Un entrenamiento para el teatro. Pues el teatro, como la vida, se trata de personas, con emociones, pensamientos, palabras y secretos… en un lugar, una geografía de colores, texturas y luces… en un tiempo, con sus costumbres y modales… eso sí, todo esto era después de hacer la tarea del colegio.
Todavía me encanta jugar. Creo que ese lado lúdico del humano, que podemos incluso compartir con mucho del resto de los animales, es una capacidad que nos brinda la posibilidad del pleno ejercicio de la inteligencia creativa. Y teniendo el teatro como oficio, ya no es solamente después de terminar la tarea del colegio, sino que me paso la vida jugando.
Ha publicado un libro de cuentos “Soy hueco, luego existo” (1996). ¿Qué diferencia existe entre escribir narrativa y escribir dramaturgia? ¿Qué la llevado a priorizar la escritura dramática frente a la narrativa?
La diferencia es enorme. La narrativa cuenta lo que sucede, lo que sucedió o lo que puede suceder. Lo que imagino. El teatro en cambio, sucede. De manera que el teatro se escribe para ser accionado, vivido, sus palabras para ser dichas, escuchadas, y para generar otras palabras y reacciones en respuesta. El reto es grande pues no basta con contar una historia que conmueva, el asunto es hacerla viva. Se dice fácil, pero mientras más escribo, más me doy cuenta de lo difícil que es encontrar las motivaciones vitales de cada personaje que en interacción con los otros, vueltas palabras y acciones, son las que justamente hacen que suceda el drama o la comedia.
Ha sido actriz durante muchos años. ¿Qué obras marcaron un hito en su evolución cómo actriz?
La primera y la última. Drácula, de Bran Stocker, donde hacía “la mordida”. Y muchos años más tarde, Sonny de José Ignacio Cabrujas. Ambas bajo la dirección de Cabrujas, uno de los grandes de la dramaturgia latinoamericana, mi maestro en gran parte responsable de esta pasión que es el teatro y que ha llenado mi vida de felicidad. En Drácula me gradué de doncella, de víctima, cuando apenas tenía 17 años. Y ese personaje, para el que mi físico “castiaba” perfectamente, fue una etiqueta de la que me costó toda una carrera desembarazarme. En los años que siguieron, me empeñé en mostrar que podía ser también la dueña del burdel, la diabla, la mendiga o un pajarraco… para 35 años después, terminar con Inmaculada Chávez, una bella doncella de La Guaira inspirada en Desdémona, en la última obra que escribiera Cabrujas en vida, obra que me honra decir me dedicó.
Podría decir que empecé en el papel de la doncella emblemática, del que quise escapar, y luego de muchas aventuras y hallazgos insospechados, volví al mismo lugar de doncella aprendida. Un viaje en el que aprendí muchas cosas. Luego de haberme dedicado a la dramaturgia y dirección por muchos años, hace unos meses, por complacer a una amiga dramaturga con mi cariño, acepté hacer una actuación en inglés, en NYC… y supe que era mucho lo que había ganado. Descubrí que muchos años después de haber dejado la actuación, volvía a ella completamente liberada de las mortificaciones del ego, con la sabiduría del que sabe que el teatro es un todo, y que los actores cuando están al servicio del todo se convierten orgánicamente en sus personajes… es decir, volví a actuar en reconocimiento de la grandeza del arte del teatro.
Hace poco Editorial Eclepsidra editó Gregor Mc Gregor.Rey de los mosquitos y otras obras, libro que reúne ocho de sus obras. ¿Cómo surge la idea de este libro? ¿Qué representa para usted dicha publicación?
La idea surge por sugerencia de mis actores y alumnos, de directores de mis piezas, colegas… A mí, en principio, no se me había ocurrido publicar mis textos, demasiado ocupada como estaba en producirlos, dirigirlos, ponerlos en escena, lo que de alguna manera es completarlos y terminarlos de escribir, si se quiere. A ellos les parecía inverosímil que no lo hubiera hecho. Y conversando con Carmen Verde, editora de Eclepsidra, me dejé llevar por su sensible complicidad en la escogencia de los textos… ella es una poeta a todas horas, conté con esa suerte. Y ahora me siento muy feliz de ver mis obras convertidas en libros, al alcance del que las quiera leer y completar su invención. Pues a manos del lector, la puesta en escena queda a manos del lector. Por eso la lectura de teatro es mucho más divertida que lo que la gente que no lee teatro, imagina.
¿Cree que la literatura dramática es en cierta medida subestimada?
Sí. La gente piensa en el teatro en relación a lo que sucede cuando sube el telón, pero le cuesta sospechar que lo puede gozar con igual o mayor intensidad vital, cuando lo lee. Luego, las casas editoriales pecan del mismo error y les cuesta arriesgarse publicando teatro. Creo que cada libro de dramaturgia que se publica, opera en favor de desmentir esta falsa creencia. Porque basta leer teatro una vez, para descubrir lo divertido que es. La dramaturgia es una literatura que tiene una musicalidad insospechada, en virtud de que el teatro se escribe con el sonido de las palabras en mente, palabras que han ser dichas, palabras que suenan… palabras cercanas, identificables emocionalmente, que han de ser capaces de convocar la empatía del público. Palabras que se juntan para entretejer lo humano, condición Sine Qua Non del género, que retratan gentes que interactúan, viven, actúan, y que por eso están pensadas y escritas para que sea posible volverlas a vivir a manos de los actores de carne y hueso.
Todas sus obras destilan una venezolanidad latente. Cabe destacar que estas obras han sido representadas en escenarios foráneos. ¿Cómo ha sido este viaje de lo particular hacia lo universal? ¿Cómo ha sido este proceso de adaptación?
No siempre es sencillo entender que el peor engaño de la universalidad es tratar de alcanzarla. Porque eso necesariamente implica tratar de parecerse a algo que no se conoce, y peor aún, que uno no es. La universalidad perseguida no es más que una noción abstracta. Estoy convencida de que mientras más honestamente local, se llega a ser más universal. Porque lo que importa es la honestidad. El meollo del asunto es conectarse con esas verdades que van por dentro y que son comunes a todos los humanos.
También es verdad que, aunque suena estupendo el enunciado anterior, tampoco es tan evidente. Las dificultades son muchas y no solamente se expresan a nivel de lo que significa producir teatro en otro país donde nadie te conoce ni tiene por qué confiar, sino que concierne también al asunto del idioma y las traducciones. Nombrar tiene que ver con un lugar, un compartir de ese lugar con coterráneos que viven costumbres similares, maneras comunes, particularidades que se comprenden… Por eso, puesta en otro lugar, me he enfrentado a lo intraducible. En ese caso creo que es oportuno apostar a la poesía. Confiar en la verdad que está detrás y que sostiene.
En este momento, cuando escribo una obra en inglés que desarrollo en el PDW del Actor Studio de NYC, estoy escribiendo sin traducción, a pelo, en vivo y directo, tratando de nombrar en inglés, lo que entiendo, pienso y siento en español. Menuda tarea… es un viaje del que aún no llego a puerto sana y salva. Los mantendré informados…
La historia venezolana es un tema significativo dentro de su obra, en ella se entremezcla el pasado y el presente ¿Contar para no olvidar? ¿Contar para re-conocer la identidad de un país?
Ciertamente, asumir la tierra que nos da piso, a la hora de contarnos, nos remite a las particularidades de lo que somos. Porque no eres, separado del lugar que te explica y nutre. Porque, lo que comes y bailas en un lugar no es igual a lo que se come y baila en otros paisajes. Porque cuando llueve aquí, amanece soleado en otra parte. Porque esa lluvia o el sol que compartimos, llena nuestras conversaciones e importancias, nuestros motivos y acciones, las formas de ver y entender. Y porque, con el lugar viene su historia, de los que vivieron ese lugar antes que tú, tus muertos enterrados en la misma tierra, que dieron origen a la vida que vives, a las maneras heredadas.
Es así como entiendo la historia y el lugar, indisolublemente ligados a la comprensión del ser. Tratar de contar lo profundamente humano entonces, que es asunto del teatro, te conecta necesariamente con ese hilo conductor que son la historia y el lugar, en beneficio de encontrar la verdad de lo que somos.
Nuestro pasado colonizado nos hace propensos a pensar que todo lo que hacen los colonos de otras tierras, es ley, mejor y más eficiente, y por eso ha de ser imitado. Pero en la imitación nos perdemos. Alienamos la belleza de nuestra manera de ser. Una manera de ser con la que me siento muy cómoda y feliz, y por eso la escribo.
En la obra Ni que nos vayamos nos podemos ir se expone un dolor contemporáneo, el desarraigo, el exilio forzoso que han vivido muchos venezolanos. «Me voy porque regreso. Porque el país soy yo». ¿Es éste el sentir de la autora?
Los países son mucho más que mapas y fronteras, leyes y acuerdos. Los países son gente. Son maneras de sonreír que se entienden. Vivimos días de emigración por todos los costados del mundo. La emigración es un asunto que atañe a todas las nacionalidades. Particularmente dolorosa para los venezolanos, por cuantiosa, inédita y urgente… Pero la emigración es dolorosa siempre, porque los significados con los que se arma la vida de cada quien, quedan desarticulados cuando se cambia forzosamente de lugar. Si lejos de Venezuela, en este momento, algún venezolano abre un grifo y deja correr el agua corriente, muy probablemente se ha conmovido ante la gracia de lo que es poder contar con el preciado líquido en estos días secos que vive su país, por ejemplo. Quiero decir que el gentilicio es cosa que se lleva en el ADN donde vayas y en todo tiempo. Y si la emigración termina por ser una experiencia feliz y enriquecedora, es porque el emigrante logra aportar sus diferencias en beneficio del respeto de lo diverso, frente a los que son distintos y lo enriquecen a su vez con sus maneras.
Más sobre Lupe Gehrenbeck:
Es Licenciada en Arte, Magna Cum Laude, Universidad Central de Venezuela, Master en Comunicación, New School University (NYC).
Actriz durante dos décadas, miembro titular de la Compañía Nacional de Teatro donde hizo mas de veinte piezas y trabajó con directores y dramaturgos de la talla de Miguel Narros, Pablo Cabrera, J.I. Cabrujas, I. Chocrón, R. Chalbaud y en New York en La Mamma ETC, con Elia Schneider. Participó también en tres largometrajes y siete seriados de televisión (incluyendo telenovelas). Como escritora: ha escrito cuatro telenovelas, y tres programas de variedades, teleteatros y largometrajes para televisión; tiene un libro de cuentos Soy Hueco, luego Existo, publicado por Fundarte; varios guiones de cine entre los que se cuentan La Noche de Las dos Lunas, del director Miguel Ferrari (Goya 2015), que acaba de ser rodado en Caracas. Son numerosas sus piezas de teatro que también ha puesto en escena: Descubierta, Las Niñas de Santa Fe, La Piñata, Nos Vamos o Nos Quedamos, Con A de Ilusión, De Miracielos a Hospital, Matarile, Bolívar Coronado, Cruz de Mayo, en distintos teatros de Caracas, y Gregor Mac Gregor, en Caracas, París (Maison de l’Amérique Latine), Nueva York (Teatro de Repertorio Español), Buenos Aires (El Portón de Sánchez). Adán, Eva, en Caracas, Barcelona, Nueva York, Montreal, Montpellier, Londres; El Ángel de la Guarda, en Nueva York (The Living Theatre, 4th Street Theater, y Teatro de Repertorio Español). Bolero, (La TEA), Alice in Teresa’s Land (The Producer’s), Atrapen a Minnie (La Tea) y Catch Minnie (Queens College), también en NYC. Summer of Love, Winter of Discontent, Shakespeare on Wine, son los espectáculos de ocasión sobre textos de Shakespeare, que dirigió mas recientemente para NDT (Non Disposable Theatre, NYC). This is a Pencil, Helen is a Nurse, ganadora del premio de mejor Obra del Sweet and Short Festival, Los Angeles 2018.
Ocho de sus piezas han batido records de taquilla en Caracas.
Es Premio Juana Sujo, 1991. Premio Mejor guión de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos, ANAC, 1992. Segundo Premio de Dramaturgia Latinoamericana, CASA, Londres, Junio 2008. Segundo Premio de Dramaturgia Latinoamericana, Actors of the World, Londres, Septiembre 2008.
En 2016 gana el concurso Teatro Express de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de España, que publican su obra Cruz de Mayo, este año.
Desde el año 2015, es miembro de la Unidad de Directores del Actor Studio de Nueva York. Desde el 2016, del Playwrights and Directors Workshop del Actor Studio, NYC.