La gloria siempre conoce el dolor

Empezaré a escribir esta reseña pensando en lo importante que ciertas cinematografías han sido en mi vida. Y creo que, en un acto confesional, como últimamente nos rodea el cine, y quizá los ejercicios de nuestra propia vida personal, tienen mayor sentido si somos capaces de entender la función del arte en nuestra vida. En este caso en particular para mí, el cine.

Comencé a escribir en secreto a una edad temprana, y aprovechando el mejor deleite que da la escritura, vivir y hacerlo en completa privacidad, sin ánimo o esperanza de que algún día eso que escribieras llegase lejos. No por ningún sentimiento de inferioridad, sino porque tu propia construcción es tan personal e íntima que sientes que eso vale la pena para ti, y si lo compartes, lo sueles hacer con gente que quieres o que realmente sientes que tienen criterio para opinar sobre tu trabajo.

Durante mucho tiempo sostuve la teoría que no era lo suficientemente buena para algo, y durante años eso estuvo como un peso sobre mis hombros, más porque no tenía todos los elementos que otros sí podrían tener para adquirir con mayor facilidad un montón de cosas y de consumos culturales, por llamarlo de alguna manera, harían que mejorase cualquier experiencia creativa.

Eso se adhería a la idea de aquellos principios pseudointelectuales de muchas personas que siempre estuvieron cerca de mí al comienzo de la vida adulta, una amiga me dijo que no había visto las suficientes películas, otra me dijo que no conocía Nueva York y que eso no me haría lo suficientemente guionista o aspirante a directora cuando quise intentar hablar de cierto tema que había pasado en la ciudad en un cuento, como si mi ejercicio de documentación no fue lo suficientemente rígido, ya que con algunas cosas que para mí son importantes suelo gestar con rigidez y luego soltarlas como una pluma al viento para que vivan solas, en fin, rechazo, rechazo, rechazo. Rechazos de todos los tipos, de todas las formas y rechazo en todas las áreas de mi vida.

Con los años empecé a leer y a escribir más, formalmente allí estuvo la génesis de lo que sería dejar una carrera universitaria por otra, saber que estamos muy niños(as) cuando nos ponen a tomar decisiones que serán trascendentales en la vida, saber que todo el tiempo la gente, la sociedad, sentirá predilección por aquellos que estudian algún tipo de formación en ingenierías o administración, o algo por el estilo, solo porque llegarán a un estatus socioeconómico más alto, pero al final, muchos, que no todos, jamás sabrán diseccionar un proceso de sujeto, verbo y predicado o entender la semiótica y semántica del lenguaje.

Ahora bien, una cosa que me gusta del tiempo en el que vivimos es que justamente podemos unir las cosas, hoy cuando mis intereses a nivel de escritura tecnológica se combinan con un proceso de inteligencia artificial o automatización, no lo hago porque solo me apasione, lo hago porque creo que mi lucha formal es el entendimiento de un lenguaje que sirva para la construcción de cosas positivas para una sociedad con la utilización de la tecnología me resulta tan apasionante las humanidades como la buena ingeniería de sistemas.

Allí entendí, en esos cambios, que no solo la formación personal e individual que tengas con la literatura no hace balance con la cantidad de libros que escribas o poemarios, sino de las obras que te generan orgullo haber leído porque son las que te han desacomodado y te han cuestionado cosas y lo más importante, han motivado el que las hagas.

Por eso, es que mi vida, es así, por un lado, tiene un esquema funcional del cual ha vivido y tiene este otro lado que me desborda, que me llena de pasión y vocación por la transmisión, por la comunicación, y por la que no me arrepiento.

El otro día leía, que se nos aconsejaba no estudiar comunicación social y periodismo o como sea que se llame la formación en comunicación en otros países porque nos moriríamos de hambre. Y la razón es la precarización laboral y el que no tendrás esa “estabilidad” con la que todo el mundo sueña, y que cada vez parece más lejana de la realidad justo por un mismo sistema que se han cargado los que iban antes de mí.

Conforme pasa el tiempo no solo me doy cuenta de la necesidad de saber comunicar, incluido en la intertextualidad sino también en la formación cultural, en el valor que da a la educación y que permita hacer las preguntas adecuadas en los momentos menos insospechados.

También he aprendido que una buena comunicadora asusta a los hombres, y sí, también a otras mujeres.

Y asusta porque quién asume con compromiso y rigor su trabajo sabe que de las preguntas y las respuestas nacen formaciones diferentes del pensamiento, y que al final del día todas las representaciones son parte de lo que queremos sea nuestro propio mundo, es decir, hoy escribo de cine con mayor libertad que antes y no, no conozco Nueva York, no, viajar en exceso no te hace más culto, conozco gente que viaja demasiado y su imbecilidad y ordinariez no los curte de un mundo nuevo.

Por el contrario, creo que a medida que viajas internamente contigo y ya luego si tienes la oportunidad de ver otras cosas, es allí donde comienza una apertura mental hacia la vida, creo que ese primer viaje, el iniciático es el que más cuenta. Y es así, como llego a la película de Pedro Almodóvar, “Dolor y Gloria”.

Los que me conocen saben lo que ha significado Almodóvar en la vida, ha sido compartido con amores, con amigos, con conocidos, con alumnos breves, con toda la manifestación de quién surge.

Pedro Almodóvar llegó a mi vida como debe llegar algo en la vida de una millenial nacida en el continente americano.

Era el año 2000, yo tenía 12 años y veía el canal E! Entertaiment Television, no tenía viajes, ni vacaciones, pero tenía una pantalla que, escogida a pulso, sabía que lo que consumía era interesante, e iba de alguna manera a formarme en algo que todavía no conocía. Ya había pasado por el sablazo inicial de Alfonso Cuarón y “Great Expectations”, allí llegó la sensibilidad. Luego llegó Bruno Barreto con su película “Carried Away” tenía toda la exploración emocional, social y sensual, que al nacimiento de una pubertad generaría un montón de preguntas, claro, el lado más pasional también existe, pero cómo conectar tu razón con la pasión.

Esas preguntas tan secretas y tan personales solo seguían surgiendo a través de la escritura, llegó Woody Allen, y lo mejor de Allen en ese tiempo, haciéndome entender que lo natural es válido y que más allá de lo controversial que fuese hoy, a mí a nivel intelectual era algo que me salvó.

Sentía que me faltaba algo, sentía que en mi idioma nadie me hablaba así, lo que se veía de cine latinoamericano en aquellas pantallas era poco o nada, y como siempre, solo quién tenía mucho dinero para viajar y comprar películas fuera o algo, era quien accedía a la “cultura”, por eso creo que es nocivo romperle las ilusiones de un(a) niño(a), o hacerle sentir que nunca será suficiente, o que su destino está prefijado por roles de género condicionados a veces por ambientes hostiles.

Ahora bien, también detesto los discursos maniatados que nos venden progreso y libre pensamiento no siendo más que un lloriqueo burgués acomodado que nos hace sentir que podemos opinar sobre la vida de los otros sin entender sus contextos. Ese onanismo también me fastidia. No necesitamos gente que nos rescate, necesitamos gente que quiera cuestionarse su propia lucha, así como nosotros(as) podemos unirnos a las suyas e invitarlos a que luchen por las nuestras.

En medio de toda esa excitación mental, quería llegar a ver cosas que en mi idioma me transmitieran, y que me transmitieran bien.

Un día viendo una alfombra roja de los Oscar’s llegó un hombre que se veía gordito, bonachón, medio ordinario y a la vez muy culto, que todos los que estaban a su alrededor veneraban y abrazaban, una Penélope Cruz que poco o más referenciaba, era una española que ahora estaba en Estados Unidos, y Antonio Banderas sí que era una figura mucho más cercana y amigable, porque Antonio Banderas en España era un actor malagueño, pero es que en América, al pobre, los papeles que interpretaba en pantalla nunca se sabía a ciencia cierta si era algo vinculado con España, pero realmente no, “Desperado” de Robert Rodríguez vinculó a Banderas con Latinoamérica de inmediato. Pensaba que era mexicano. Y no, los mexicanos no son iguales a los colombianos, pero era súper cercano lo que se empezó a visualizar a nivel de imagen y de actor sobre lo que era Antonio.

En eso llega el boom interior, una película hablada en español… pero de España… ganaba el Golden Globe y luego el Oscar a Mejor Película Extranjera, claro, no podía saber que, en 1986, Luis Puenzo de Argentina había ganado con una historia todavía más cercana como lo fue “La Historia Oficial”. Hermosa y dolorosa película sobre los bebés robados y vendidos a altos funcionarios en la dictadura argentina, bueno, en una de sus tantas dictaduras.

Y claro, en ese año 2000 veo como es el mismo problema casi 20 años después, tenemos una distribución audiovisual nefasta, por eso en España el cine latinoamericano que se ve nulo y casi imposible en sus cines, y el que llega muchas veces pertenece a un festival de la porno miseria que en América Latina estamos años luz de contar historias que solo hablen de “los pobrecitos”, y que bien serviría para ayudar a desmontar una cantidad de mitos y de ideas absurdas que se tejen sobre la pluralidad de las realidades latinoamericanas.

¿Todavía creen que la comunicación y el periodismo no son necesarios de ser estudiados?

La hemorragia de un sistema capital no debe esclavizar un oficio que tiene que hacerse.

Ahora bien, volviendo a la historia de amor, Almodóvar gana los premios y aquel canal llamado Cinecanal promocionaba que iba a pasar una función exclusiva en su parrilla de esa película, “Todo sobre mi madre”.

Recuerdo la manera en la que estaba sentada y lo que me hizo sentir desde el primer momento, era una emoción como de omnipresencia, aquí estoy yo y ahora me escuchas. Y me dejé llevar. Al final de esa película, mi vida había cambiado. Lo sabía.

Mi vida había cambiado porque sentí que alguien entendía a los que no eran entendidos, que personas como La Agrado, en mi barrio la hubiesen levantado a puños en algún momento, gritos, humillaciones, o improperios, y que monjas como Penélope Cruz, ese lado angelical lo conocía por las monjas con las que estudié, pero también el rechazo, de solo pensar que esas monjas hicieran algo diferente. Y Manuela, bueno, me recordaba a mi madre, claro, esa manera de cuidar. Esa manera que tenemos que las personas de necesitar cuidarnos unos a otros, de no saber cómo a veces.

Empecé a buscar, sin internet, lo poquísimo que podía encontrar en Barranquilla en bibliotecas, no tenía dinero para buses e irme a hemerotecas y tenía amigos que tenían ya computadoras a esa edad pero no internet, entonces por eso, mis espacios de pesquisas personales siempre tenían que ser en el colegio, que por alguna razón agradezco, que en uno de esos viajes alguien haya traído fascículos y unas pocas enciclopedias relacionadas con el cine y que sola me iba a las biblioteca a verlas cuando no estaba siempre con mi grupo de amigas.

Cuando llegó “Hable con ella”, me derrumbé emocionalmente llorando desconsoladamente. Otra vez este hombre gordito, de pelos parados y ordinario me había atravesado el corazón, ya más grande, más adolescente, descubrí que también el imperialismo cultural, donde fue más fácil saber de España que de mi propia historia continental audiovisual, era el rezago de muchas otras cosas que con los años empiezas a entender.

Y lo más importante llegó para mí en la primera semana que llegué a la universidad a estudiar lo que no era (derecho). Estaban casi todas las películas de Almodóvar, estaban libros de cine que podía leer, y encontré una entrevista maravillosa en la que se decía que Pedro no pudo estudiar cine porque no tenía ni los medios económicos y la España en la que creció, la de la posguerra, la educación no era algo que se viese precisamente como algo para todos. Justamente, por eso me cayó mejor. Porque no todo el mundo tiene dinero para formarse en Cinematografía en el país de sus sueños o mínimo un taller audiovisual en Bogotá con algún bogotano intelectual estrato 6 formado en quién sabe dónde con acento gomelo (fresa, pijo).

O como yo, que quería haberme ido a vivir a Argentina y estudiar allí cine, porque eso era lo más cercano a salir en un vuelo de cinco horas de Bogotá a Buenos Aires y aprender el cómo hacían ellos con las películas. En ese entonces ya estaba consumiendo el cine argentino que podía.

Me alegra no haberme ido a Argentina, quizá hoy sería el eco de una neo porteña insoportable cinéfila o quizá, sería una neo porteña fascinante, quién sabe.

Cuando México se atravesó en mi vida, se instaló, orinó con mezcal, tequila, cerveza y la comida más deliciosa y pictórica de la historia, llegó dándome tanta cultura a manos llenas, sin pedirme nada a cambio. Por eso amo a México porque da y ama sin pedir nada a cambio. Y ya con un internet muchísimo más decente y acceso a más cosas fue entonces cuando me di la tarea en orden cronológico de ver absolutamente toda la obra de Almodóvar en orden.

Mi vida tomó una estructura en cuanto al visionado audiovisual que fue sensacional, que luego repliqué con otros directores y que actualmente hago. Hoy puedo ver una película y entender el meta cine de Pedro de las otras obras en su film, sus propias autoreferencias, es decir, el famoso y llamado universo Almodovariano.

Es decir, Pedro ha crecido con los años, ha envejecido con los años, pero yo también a su lado he crecido.

Hasta tengo una regla emocional de la que mis amigos más íntimos siempre se han reído en privado, si me gusta una persona y veo que no le gusta el cine de Almodóvar, ya temo por nuestra vida sentimental de fracaso como una abuela agorera.

Y sí, soy de esas personas que observan la cultura audiovisual o literaria de alguien no por soberbia, sino por saber si quizá tenemos algo de qué hablar. En realidad, en mi mundo, las ecuaciones son mucho más simples de lo que pueden parecer.

Hoy, que no pude ir al cine con mi persona, mi madre, quién también posibilitó y me avisaba cuánta cosa de mis intereses había para que me adentrara en ellos, y a quién siempre sentí que Almodóvar entendía lo que era el amor y la veneración a una madre que siempre ha apostado por ti y que te ha salvado las veces que sean necesarias, una madre sí que salva, quitándote algún tipo de orfandad que sabes que estuvo allí, y quitándote tanto de encima para que tú salgas adelante, es así, como sabes cuando algo te conecta con alguien que no conoces, pero que sin duda, han hecho de ti una mujer también porque te ha permitido hacer preguntas.

Porque Pedro, aunque sea un hombre, habla de mujeres como nadie.

Ver “Dolor y Gloria” en una sala, no de su querida Madrid libertadora, sino en Granada suponía una experiencia y una observación por todos los sentidos, esta vez, y a solas, como siento que se debe ver muchas veces el cine, estaba en una sala totalmente llena, pagando una entrada a 6€, porque el cine en España es costoso, y porque era el único que encontré a buen precio y cerca de casa, porque hay otros que son prácticamente 10€, también pienso que el país le bloquea a la gente con esa política cultural de un IVA del 21% a los productos culturales la posibilidad, que en América, con todos y nuestros bemoles muchísima gente tiene acceso. Un cine que en promedio vale 3,5€. Y mucha gente tampoco va a cine, no puede. Como todo en la vida.

“Dolor y Gloria” supone una apuesta novedosa en términos visuales a la introducción almodovariana a cada vez más mejorar la imagen, la puesta en escena, la tecnología. Son pequeños pininos de muchas cosas que veremos, cómo va el mundo adelante y las personas envejecen.

También es una película de testamento, una confesión, por eso la naturaleza de esta reseña que ser convirtió en ensayo cinematográfico, en un ensayo confesional también. Escrito con ardor y con la misma pulsión amparada de una lógica razonable y existencial.

Creo que es una película para fans y para aquellos que salen creyendo que todo lo que ven es la vida y obra de Almodóvar.

Es una película honesta y un punto aparte de su filmografía, pero es una película noble porque es de seres humanos, de un tributo de amor al cine, tal cual lo haría también, en otra forma, el gran Federico Fellini en 1963 con «Otto e mezzo» y François Truffaut con “La Nuit Américaine” en 1973.

Una de sus escenas quebró mi corazón y se me cristalizaron los ojos, pero así como reconozco ese momento sublime, y que puedo ver el cine contemporáneo que está referenciando Pedro, y que quizá sirva para sus próximos proyectos, aunque bien podría cerrar su carrera con ésta; no creo que eso sea así. También puedo decir que escenas están demás en la cinta.

Y creo, aunque ella me gusta como performance, Rosalía sobra en la película. Pero se lo perdono, porque Pedro hace un statement en uno de sus recuerdos con la figura más internacional que tiene España hoy y esa interlínea es válida.

Y sí, creo que hay que ir al cine a ver la película, porque Antonio Banderas nos entrega quizá el mejor papel de su carrera, hacer del director que lo tomó como muzo, al que le exigió tanto siempre y que siempre le hace dudar hasta que el otro responde con la única arma que tiene, trabajo.Todos de provincia y todos con ganas de más. Eso todavía se ve en la relación director-actor.

Antonio es entrañable, al igual que Penélope Cruz la madre joven, Julieta Serrano la madre adulta, Asier Flores, el niño más generoso de la película, y creo que Asier Etxeandia se expande como nadie en esta película. Es lo mejor que le he visto hacer, su naturalidad y su densidad dramática cuidada con la precisión de un relojero, porque es un actor denso, va ligero y fluye con comodidad como un Lebowski en toda la película.

“Dolor y Gloria” terminó en esta sala granaína con la gente aplaudiendo.

Salí sonreída, conmovida, porque al final… los viajes llegan a su destino.

 

 

d2

d3

A %d blogueros les gusta esto: